Mariano Gamo, el cura antifranquista de la verdad, la justicia y la fraternidad
Detenido por Billy el Niño, llegó a ir a la cárcel por propaganda ilegal. Su parroquia en Moratalaz fue el refugio del incipiente movimiento obrero y vecinal que se organizaba contra el régimen. Ha muerto con 92 años en Madrid.
"Esta noche ha muerto Mariano. Le ha costado, ha luchado igual que en la vida". Esa es la frase con la que Angelines comunicaba la muerte de su amigo Mariano Gamo (1931-2023) a sus allegados el pasado 5 de julio. No se equivocaba. Gamo dio todo, hasta con sus huesos en la prisión, por defender a los trabajadores desde el púlpito de su iglesia durante el franquismo.
Su parroquia, convertida en la Casa del pueblo de Dios en el Polígono E de un barrio de Moratalaz atestado de familias obreras, fue considerada foco de subversión. Detenido por Billy el Niño, ya llevaban tiempo asambleándose en su humilde templo unas clandestinas Comisiones Obreras.
Gamo recibió a Público el pasado octubre de 2022 en su casa, cerca de la zona de Pacífico, en Madrid, repleta de libros y legajos de papeles sobre los que un día posó su atenta mirada. No le gustaba nada que le tutearan. Se empeñaba en que eso no sucediera.
Tras la visita, el sacerdote me regaló un poemario no sin antes leerme unos versos como si de uno de sus sermones comprometidos con la justicia social se tratara: "Que no son los crespones los que avanzan / sino el abanderado que los lleva; / que no son las banderas las que importan / sino el que avanza, incluso, a pesar de ellas". Aquello sucedió más de una hora después de comenzar a hablar con la parsimonia que merece una ocasión de tal calibre.
Gamo nació en Tamajón (sierra de Guadalajara), el mismo año en el que se proclamó la tan ansiada Segunda República en España, la misma que le terminaría arrebatando a su padre cinco años después, asesinado por el Frente Popular, tal y como él mismo repite.
Tras cabalgar al galope difíciles contradicciones, terminó militando en la Organización Revolucionaria del Trabajo y siguiendo los postulados maoístas, el Libro Rojo y la revolución permanente que llegaban desde China.
Su vocación de cura procede de la toma por parte del bando sublevado de Mondéjar, donde estaba con su familia, ya sin su padre.
"Para nosotros eran el ejército de liberación. Entonces vi cómo los militares se distribuyeron por todas las casas e hicieron unas misas de campaña. Solo había curas y militares, y desde entonces eso fue lo que quise ser", relató Gamo. En 1953, doce años después de su entrada en el seminario, se convirtió en cura.
Un hogar, una iglesia, unos barracones
Primero pasó por Navas del Rey y luego se instaló en Madrid. En la capital pasó un tiempo en la capilla neomudéjar de San Vicente Ferrer, que funcionaba como capilla del hospital Niño Jesús. Más tarde llegaría a su nuevo hogar: la parroquia de Moratalaz.
"Eso para mí fue la tierra prometida. Allí pude poner en valor todo lo que había aprendido en un viaje previo de estudios pastorales que hicimos por Francia durante más de un mes. Recuerdo las calles sin asfaltar, casi sin urbanizar esa zona, organizada en polígonos, en donde la iglesia eran unos barracones", comentó al respecto el mismo Gamo.
Lo primero que hizo fue encargar a un pintor unos moldes que pusieran "casa del pueblo de dios", en minúsculas. "Aquello fue una declaración de guerra", comentó en su día. A decir verdad, la parroquia se llamaba Nuestra Señora de la Montaña, aunque con el tiempo la gente la empezaría a conocer por Nuestra señora de los encierros.
"Yo di hospitalidad a Comisiones Obreras y me siento, en ese sentido, cofundador del sindicato. Marcelino Camacho venía a verme para decirme que era conveniente que en sus reuniones también hubiera cristianos", rememoró el otoño pasado.
Gamo convirtió la misa en una asamblea, en la que se daba la palabra para que la gente opinara
Así, llegó un momento que de tantos grupos que había, algunas veces unos gremios se tenían que reunir detrás del barracón. Gamo convirtió la misa en una asamblea, en la que se exponía un tema y daba a la palabra a la gente para que opinara.
Hechos como que Pío XII convirtiera al 1º de mayo, día de los trabajadores, en el día de San José Artesano, le daba pie a Gamo para hablar sobre los derechos laborales. "Eso no lo hacían muchos otros curas. Y ahora menos. Los sacerdotes actuales son un cero a la izquierda. Antes hablaban de salarios justos, participación de beneficios y cogestión de la empresa", se refirió.
Procesamiento judicial y encarcelamiento
Pero este compromiso tuvo un precio. "Cuando se declaró el estado de excepción en España en 1969, vino la Policía y me llevó a la Dirección General de Seguridad, en la Puerta del Sol, acusado de propaganda ilegal. Allí me pasé la noche sentado en una silla, recibiendo improperios de los policías, entre ellos Billy el Niño. Estuve 19 días allí, pero no sabían qué hacer conmigo", dijo Gamo a Público.
Recordó también que el comisario encargado de investigar las prácticas ilegales, como la prostitución callejera, le trató "divinamente" porque le dejaba una radio los fines de semana que él no iba.
Pronto llegó a El Paular, el primer lugar en el que Gamo estuvo encarcelado. "Lo utilizaron como prisión porque en aplicación del concordato con Roma, que era ley en España, los curas no podíamos cumplir prisión con presos comunes. Pasó un año hasta que salió mi juicio", destacó.
Finalmente, la jurisdicción militar se desinhibió de su caso y pasó a la jurisdicción de orden público. "La noche anterior la pasé en Yeserías, y aunque el fiscal me pedía 12 años de cárcel, me condenaron a tres. Me acusaron de subvertir el régimen, de convertir la parroquia en una especie de trinchera antifascista", relató el pasado octubre.
De aquella experiencia recordaba al juez, a quien describió como "un hombre atormentado por tener que juzgar a un cura a cuyo padre le habían matado los rojos, igual que a él". "También recuerdo que durante el juicio se acercaron varias personas de la parroquia de Moratalaz y los Guerrilleros de Cristo Rey les empezaron a dar hostias a mansalva, así que algunas tuvieron que ir a la casa de socorro, entre ellas el obispo auxiliar de Madrid", completa.
"Fui libre a partir del 1 de octubre de 1972. Si lo pienso ahora, no tengo mala conciencia por mis actos" explicaba el cura
De allí pasó a la cárcel Concordataria de Zamora, la única en el mundo creada expresamente para sacerdotes. "Entré en 1970 y al final cumplí 20 meses porque Franco dio uno de sus indultos. Fui libre a partir del 1 de octubre de 1972. Si lo pienso ahora, no tengo mala conciencia por mis actos".
En esa prisión coincidió con no pocos curas vascos: "Como tenía mucha confianza con ellos, podía decirles lo que me parecían sus absurdas ideas separatistas. Yo era el único que más se acercaba al marxismo, así que un día incluso llegué a ir a una ikastola a hablarles sobre las ideas básicas del marxismo: qué era la lucha de clases, el análisis de la sociedad y la dictadura del proletariado", subrayó este considerado cura rojo.
Reincidir por la libertad
Ya en libertad, exigió volver a su parroquia de Moratalaz, pero el cardenal Tarancón no quería. "Cuando le vi todavía era arzobispo de Madrid, y salí profundamente decepcionado con él. No entendía aquello y le dije que Morcillo, su predecesor, seguía vivo aunque ahora se apellidara Tarancón. Al final regresé. Pude estrenar la parroquia ya construida en la Navidad de 1975, el mismo año en que murió Franco", relató el protagonista.
De todas formas, su presidio no sirvió para escarmentar. Gamo sabía que la libertad no se consigue de un día para otro, y que quizá una generación que lucha por ella ni siquiera la llegue a ver. Su empeño en la defensa de los trabajadores le convirtió en el toxicómano número 22.
"Yo volví a la cárcel de Carabanchel varias veces por multas gubernamentales que no pagué. La primera era de 200.000 pesetas, así que pasé por un arresto sustitutorio de dos meses, que lo cumplo separado de los presos comunes pero en la sección de toxicómanos. Era el toxicómano número 22", reiteró.
"Después hubo otra multa que mis compañeros de la clínica de la Concepción, donde yo trabajaba como enfermero, pagaron. Eso me causó gran contrariedad, porque trabajadores se quitaran dinero de su bolsillo para mí... El que la hace la paga, y yo la hice", continuó explicando.
Estas multas, por otra parte, le eran impuestas por motivos como conspirar contra la seguridad del Estado, ofender a su excelencia, hacer de la parroquia un fortín comunista o alterar el orden público.
"La tercera multa fue de 500.000 pesetas, y las diferentes asociaciones de vecinos y algunas organizaciones políticas como la Organización Revolucionaria del Trabajo y el Movimiento Comunista, la pagaron para sacarme a los pocos días de prisión", añadió.
En aquellos años, este sacerdote ya sabía qué quería en su parroquia. Tal fue su determinación, que se negó a rezar un Padre Nuestro por la muerte de Carrero Blanco, lo que hizo que se produjeran cargas policiales.
Miedo a la muerte
Gamo hablaba sereno, firme, convencido, con una voz desvencijada por el paso del tiempo pero impertérrita ante las glorias de su pasado. Sí se revolvió un poco cuando comentó el momento en el que tuvo más miedo por hacer las arengas que realizaba durante sus homilía: "El único momento en el que tuve miedo fue durante la Transición, cuando se cumplió el primer aniversario de los últimos fusilamientos del franquismo, el 27 de septiembre de 1975 en Hoyo del Manzanares. Alonso Puerta, después concejal con Tierno Galván, me pidió hacer una misa en el honor de los cinco ejecutados. La iglesia se llenó de estudiantes y yo me llevé la homilía escrita para no excederme y dar pie a que interviniera la Policía Secreta que estaba en todas mis misas".
El incidente vino al final del todo: "Varios guardias civiles entraron y me dijeron que si no me daba vergüenza hacer una misa por esos asesinos. Armados con metralletas en la iglesia, con sus tricornios, yo no quise contestar nada que me comprometiera porque pensaba que me disparaban y ahí que me quedaba. En ese momento sí que pasé verdadero miedo".
Ya en democracia, Gamo llegó a engrosar las filas de la Organización Revolucionaria de los Trabajadores y a ser diputado autonómico por Izquierda Unida en la Asamblea de Madrid.
"Imagino que era una contradicción enorme para usted oponerse a los grupos que decían luchar por la memoria de las personas como su padre", le dije al final de la conversación.
Él, con unas palabras severas y determinantes, la terminó: "Yo era un hijo de las dos Españas, sí. A mi padre me lo mataron los rojos en la Guerra, y él no era un señorito, ni mucho menos. Después me fui abriendo a la situación del barrio, en Moratalaz, al ver que la España de Franco es infiel a sus propias promesas, a la patria, el pan y la justicia. Yo asumo la contradicción, pero siempre me muevo en la misma línea: la justicia, la verdad y la fraternidad universal hay que dársela a unos y otros".
Comentarios de nuestros suscriptores/as
¿Quieres comentar?Para ver los comentarios de nuestros suscriptores y suscriptoras, primero tienes que iniciar sesión o registrarte.