"Fue una lluvia de bombas nazis. Llegaban tres aviones por minuto"
Felipe Matarranz, alias "Lobo", con 98 años, es probablemente el último superviviente de la batalla del Mazuco (Asturias), que actualmente está considerada como una de las más cruentas de la Guerra Civil
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El ejército franquista calculó que Asturias caería en apenas siete días. Así lo hizo saber Queipo de Llano en una intervención radiofónica. Razones no le faltaban para el optimismo. La República estaba centrada en la reestructuración de su Ejército de maniobra para atacar Teruel y sus fuerzas aéreas estaban prácticamente destruidas. Para colmo, la Legión Cóndor nazi trabajaba a pleno rendimiento para abrir paso a las tropas franquistas. Sin embargo, la batalla se alargó durante 51 días. La resistencia republicana fue tal que diversos historiadores llegaron a calificar la batalla del Mazuco, enmarcada dentro de la ofensiva del ejército franquista por Asturias, como la batalla de las Termópilas.
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Fiel conocedor de aquella batalla, que produjo un número de muertos imposible de conocer, es Felipe Matarranz, alias Lobo, quien probablemente es el último soldado superviviente de aquellas. A sus 98 años, Felipe recuerda la dureza de la batalla, el olor de la muerte y el cielo "lleno de bombarderos nazis".
El ejército franquista calculó que Asturias caería en apenas siete días, pero se equivocó
La ofensiva franquista por hacerse con el control total del norte de España comenzó el 1 de septiembre de 1937 y duraría hasta el 21 octubre del 1937 cuando las tropas del ejército autodenominado nacional llegaron a Gijón. La guerra que debía duras apenas una semana se había prolongado 51 días. "El ejército franquista llegó a utilizar 145 batallones para ganar esta batalla frente a los 75 que utilizó para conquistar Bilbao. Este dato por sí mismo explica la dureza de la batalla en Asturias", explica a este diario el historiador especializado en la guerra del norte Luis Aurelio González.
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Felipe Matarranz conoce a la perfección la dureza de la que habla Luis Aurelio. Llegó a ser herido tres veces durante la Guerra Civil, dos durante la ofensiva de Asturias. "Estaba luchando en Oviedo cuando recibí un tiro en la pierna. El dolor era fuerte pero no podía parar de disparar. Me até un pañuelo sobre la herida y seguí luchando. Ahora tengo una cicatriz de siete centímetros para no olvidar la batalla", recuerda Felipe, que señala que las fuerzas republicanas siempre lucharon en inferioridad numérica y armamentística.
Una guerra de resistencia
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Los 15 días que duró la batalla en el Mazuco siguieron una misma lógica de guerra. A primera hora de la mañana llegaba un avión de la legión cóndor. Reconocía el terreno, realizaba fotografías y volvía sobre la base de Llanes. Los mandos militares franquistas, tras ver las fotografías, diseñaban la secuencia del ataque. "Primero el bombardeo de la artillería pesada. Después el bombardeo de la aviación, después los cazas alemanes que ametrallaban en posición noria, es decir, de tres en tres y mientras se producían estos bombardeos, la infantería avanzaba hasta situarse a 70 metros del objetivo. Ahí empezaba la lucha con la bomba en la mano", explica.
"Asturias luchó completamente sola. No recibió ningún tipo de refuerzo humano, ni armamento, ni munición"
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En estas circunstancias, ya sólo resistir era una auténtica odisea, añade Rodríguez. A la superioridad numérica del ejército franquista había que sumar la inestimable ayuda de la Legión Cóndor y de la artillería aportada por la Alemania nazi. "Asturias luchó completamente sola. No recibió ningún tipo de refuerzo humano, ni armamento, ni munición. Sólo en la última semana de la batalla llegó un barco con armamento y en su mayoría fue a caer en manos del ejército de Franco", asegura.
La soledad del ejército republicano la sintió Matarranz en el frente. "Veíamos a gente abandonar al frente, heridos o muertos, y llegaban menos refuerzos. Estábamos tristes, sentíamos el abandono, pero más vale morir que vivir de rodillas", emplaza el guerrillero, que tras la guerra pasó doce años en la cárcel y fue condenado a muerte en dos ocasiones.
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Sin embargo, su espíritu luchador antifranquista no se apagó y tras abandonar la prisión se enroló en las filas de la resistencia como enlace de los maquis. Tras ser descubierto, volvió a ser encarcelado. "Aquella fue una guerra de obreros contra obreros. Yo no vi a ningún capitalista en el frente. La derrota de la República nos hizo a todos más esclavos", sentencia.