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José Luis García Rúa, libertario “pordiosero social”

La escuela obrera de la calle Cura Sama

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José Luis García Rúa, el primero de mayo de 2013 en Granada. / CNT

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“Durante el estado de excepción de 1970 me llevaron a comisaría y allí estaba Ramos. No llegó a pegarme nunca; lo más que hizo fue ponerme el puño en la cara, sin atreverse a descargar, con lo que yo sentía los pelos de sus nudillos. Pero me dijo: ‘Es usted un pordiosero social’. Me dio mucho que pensar y me dije: ‘Coño, tiene razón este hombre”. La ironía doliente define bien al libertario, filósofo, filólogo clásico, maestro de la antipedagogía y secretario general de la Confederación Nacional del Trabajo, José Luis García Rúa (Gijón, 1923).

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Recuerda García Rúa las conversaciones de barracón con destacados socialistas, comunistas, republicanos y, especialmente, con un anarquista al que Franco había fusilado en Gijón; un chaval de las Juventudes Libertarias que sobrevivió a las ametralladoras y a la caída por el acantilado al que arrojaban los cuerpos porque cayó sobre un montón de cadáveres. “Aquellos debates me dieron muchísima luz y quizás fue allí donde comencé a tener alguna tendencia política”.

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Jose Luis García Rúa (centro), en la charla 'Más de 100 años de anarcosindicalismo' en Candás. / CNT

La escuela obrera de la calle Cura Sama

En 1958, la familia García Wiedemann volvió a Gijón “con una mano delante y otra detrás”, confesaba José Luis en sus memorias. En el Ateneo Jovellanos, el filólogo comienza a relacionarse con el grupo de teatro ‘La Máscara’ al que propone crear una escuela obrera. “Estaba convencido de que la clase obrera carecía de medios auténticos de ilustración”. Con tres requisitos para el alumnado -que supiera leer y escribir, que tuviera una edad prudente, no menos de 10 años, y que llevara una banqueta- nació, sin sillas, la Academia Obrera de la calle Cura Sama.

En 1969 fundó las Comunas Revolucionarias de Acción Socialista (CRAS) de las que se separó cuando un grupo se declaró organización marxista para afiliarse definitivamente a la CNT. García Rúa era un indeseable –“un hombre de dudosa conducta”, según su informe policial- que daba tumbos académicos, expulsión tras expulsión, entre Oviedo, la Universidad Laboral de Córdoba, o la Universidad de Jaén. Hasta que, muerto el dictador, le concedieron plaza en la facultad de Filosofía de la Universidad de Granada. “Y allí me jubilaron con 65 años y 65.000 pesetas. Pero me hicieron profesor emérito y lo fui hasta 2003”.

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