El código postal marca —en ocasiones de manera dramática— las posibilidades de vida de la gente en entornos urbanos transformados en una jungla de asfalto —tomada la expresión de la película de 1950 protagonizada por Sterling Hayden y Marylin Monroe—.
La pobreza es igual que una pescadilla que se muerde la cola. Superarla requiere de esfuerzos más allá de la escala local. Deben estar coordinados entre administraciones, transversales, ser persistentes en el tiempo y completarse con operaciones estructurales de redistribución de riqueza, desde el trabajo con los salarios hasta la implantación de servicios públicos básicos.
Los párrafos anteriores son un resumen, elaborado por Público, de las respuestas que el geógrafo Oriol Nel·lo, especialista en estudios urbanos, aporta a esta pregunta: ¿son las desigualdades en las zonas urbanas del país tan solo un mero reflejo de la desigualdad sistémica o al mismo tiempo condicionan esa evidente desigualdad?
A Nel·lo, quien combina el enfoque teórico desde la Universidad Autónoma de Barcelona con la experiencia sobre el terreno —fue secretario para la Planificación Territorial del Gobierno de la Generalitat de Catalunya (2003-2011), desde donde impulsó la ley de barrios de 2004—, y sus colaboradores les parece así que "efectivamente el lugar de residencia, el código postal, no solo refleja la desigualdad, sino que contribuye a mantenerla y a reproducirla: es lo que denominamos el efecto barrio".
Nel·lo ha coordinado el muy recomendable volumen titulado de ese mismo modo, Efecto barrio. Segregación residencial, desigualdad social y políticas urbanas en las grandes ciudades ibéricas (Tirant editorial). En él diferentes expertas y expertos analizan en profundidad el fenómeno.
El geógrafo puntualiza antes de continuar con la exposición de su pensamiento, en una videollamada con Público, que la literatura científica no es "pacífica" y que "hay diversas escuelas de pensamiento".
Después explica su punto de vista: "¿En qué sentido se reproduce la desigualdad? En el sentido de que para aquel que se encuentra en situación de vulnerabilidad, esa vulnerabilidad no depende sólo de su bajo nivel de ingresos, sino que depende también del entorno en el que se encuentra".
Nel·lo enumera como factores "la calidad de las escuelas de su área, el tiempo que tiene que emplear en los desplazamientos, la salubridad de su entorno..." y remacha: "Por eso pensamos que el entorno tiene una incidencia clara en el mantenimiento y la reproducción de la desigualdad".
Sevilla —uno de los casos de estudio en Efecto barrio— es, entre las ciudades andaluzas, "la que presenta una mayor desigualdad urbana, con unas rentas cuatro veces más altas en los barrios más ricos que en los más pobres", recoge el V informe del Observatorio de Desigualdad de Andalucía.
"En esto –se añade en el trabajo– se parece a las ciudades europeas que, cuanto más grandes son en tamaño y en riqueza, más desigualdades internas padecen. Las grandes diferencias en bienestar en el caso del municipio de Sevilla no se deben, no obstante, a la existencia de sectores urbanos, dentro de su propio municipio, donde se concentre de un modo especial la riqueza, como ocurre en Barcelona, Madrid y Málaga, sino ante todo a la presencia de los barrios más desfavorecidos de toda España".
"La distribución de la mortalidad sigue un patrón de desigualdad social"
La desigualdad no es solo una cuestión de renta, de educación, de cultura, sino que tiene efectos muy profundos. "La diferencia entre la zona con más esperanza de vida de Sevilla, que es Santa Clara, y el Polígono Sur es de 8,8 años. La distribución de la mortalidad sigue un patrón de desigualdad social, es decir, las mayores desigualdades en parámetros de salud se corresponden con zonas de mayor desigualdad social", recoge el Observatorio.
Ante esta situación, los diputados andaluces de Sumar trabajan, de la mano de las organizaciones vecinales, en la elaboración de una ley que lleve a la creación de un fondo. Estaría vinculado a los presupuestos generales, con lo que los barrios vulnerables del Estado podrían, de aprobarse, tener acceso a una financiación anual.
Políticas urbanas y políticas estructurales
La experiencia de Nel·lo y el tiempo dedicado a pensar sobre estos asuntos le llevan a afirmar que se necesitan dos enfoques. Por un lado, el de las políticas estructurales, "aquellas que tienen relación con la distribución general de la rentas. Es decir las políticas que inciden en las relaciones laborales, en la fiscalidad..."
Y por otro, "podemos pensar —afirma Nel·lo— también específicamente en la ciudad: en las áreas urbanas donde se concentra la mayor vulnerabilidad podemos hacer actuaciones específicas, políticas urbanas".
Analiza el geógrafo: "Las desigualdades son consustanciales a nuestro sistema económico y la segregación residencial con los problemas que comporta es un corolario de esta desigualdad. Las políticas para tratar las causas y los efectos de la segregación no pueden ser coyunturales, deben ser estructurales".
"Por lo tanto —continúa— la idea de los planes de choque de las intervenciones puntuales, no conseguirán resolver los problemas. ¿Por qué? Porque nuestros barrios, las áreas urbanas se han configurado por el trabajo de generaciones. Y modificar esta situación es también el trabajo de generaciones. Por lo tanto hay que perseverar, mantener [los planes] de una forma estable, si verdaderamente se quiere luchar contra las desigualdades en la ciudad".
"Hay que tener en cuenta además —dice— que cuando hacemos políticas urbanas, muy a menudo, remamos a contracorriente: aquello que tú vas mejorando en términos de entorno, por otra parte, puede ir empeorando en términos de desigualdad por razón de la evolución del mercado de trabajo o por otras razones. Por lo tanto la capacidad de las políticas urbanas es elevada, pero tiene sus limitaciones. Y por lo tanto hay que hacer al mismo tiempo políticas urbanas y políticas estructurales".
"¿Cómo podemos hacerlas? ¿Con qué finalidad?", plantea Nel·lo. "Con la finalidad —responde— de mejorar las condiciones de vida, y en segundo lugar, de menoscabar las causas de la segregación". "Si tendemos a igualar las condiciones de vida entre todos los barrios de la ciudad, la tendencia a la segregación lógicamente será menor".
El cómo y el valor de la experiencia
¿Cómo se puede hacer? "En primer lugar —expone el geógrafo— resolviendo los déficits urbanísticos, de espacio público, de accesibilidad, etcétera. Muchos de los barrios más vulnerables en España todavía sufren pesados déficits urbanísticos, algunos muy graves. En segundo lugar, interviniendo en la vivienda, sobre el parque construido, sobre los elementos comunes de la edificación (los ascensores, los bajantes, las fachadas, las cubiertas), es decir, la base, la estructura esencial. Y en tercer lugar podemos intervenir sobre el espacio público, las zonas verdes, etcétera".
Sin embargo, no es suficiente. "Esto —cuenta Nel·lo— fue el origen de nuestras políticas de rehabilitación, pero pronto nos dimos cuenta de que actuando solamente sobre los elementos físicos de los barrios no conseguíamos incidir de manera clara ni de manera completa en las condiciones de vida".
"Las actuaciones físicas había que integrarlas con actuaciones de carácter social"
"Por lo tanto —prosigue—, hacía falta intervenir sobre todos los elementos que configuran la vida de los barrios. Las actuaciones físicas había que integrarlas con actuaciones de carácter social, con actuaciones de carácter de género, con actuaciones ambientales, con actuaciones también en el campo de la educación y de la salud, que son fundamentales. Y así la cuestión es: vamos a ver cómo intervenimos de una manera transversal en las políticas de barrios".
Nel·lo abrocha el análisis de este modo: "Resulta necesario que las políticas de rehabilitación de barrios sean impulsadas a través de mecanismos de cooperación entre administraciones. ¿Por qué? Porque los municipios en los que se concentra la población más vulnerable acaban siendo también aquellos que tienen menores recursos per cápita para hacer frente a los problemas. Esto es una paradoja, pero es una realidad: aquellos que menos tienen acaban concentrándose por razón de los precios allí donde hay menos servicios".
"Y —prosigue— cuando uno se pregunta qué hacen los ayuntamientos, por las razones por las que no proveen más servicios, se encuentran entonces con la realidad de que la base fiscal de estos municipios es más baja que la base fiscal de otros y por lo tanto las capacidades de estos municipios de llevar a cabo políticas de rehabilitación por ellos mismos es imposible".
Vuelve así al principio Nel·lo: "Se necesita, pues, un mecanismo de redistribución, de consolidación fiscal a una escala más alta, que puede ser a una escala metropolitana, la escala regional, las competencias en este ámbito son de las Comunidades Autónomas. Por lo tanto, digamos, lo obvio sería que cada Comunidad Autónoma estableciera su Plan de Barrios".
"Ahora bien, —remacha— el Estado no puede eludir sus responsabilidades sobre unos espacios donde se concentran muchos problemas. Por lo tanto, la ley de barrios estatal, a mi entender, debería tener un carácter habilitante. ¿Qué quiere decir esto? Que debería ofrecer un marco y unos recursos a las comunidades autónomas para llevar a cabo los planes de barrios. Estas quedarían así emplazadas, si lo queremos decir así, con un efecto similar al que han tenido los programas europeos, a llevar a cabo los proyectos".
El geógrafo cierra sus reflexiones con una cuestión fundamental. No sirven los proyectos de laboratorio ni las imposiciones: los vecinos tienen que jugar su papel. "Necesitamos —afirma— la implicación de los vecinos. Las prácticas de rehabilitación no pueden tener por destinatario a la población de los barrios. Han de tener por protagonista a la población de los barrios. Solo así tendrán éxito".
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