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La historia del árbol que se convirtió en objeto de lucha vecinal en Sevilla

"El ficus de San Jacinto se queda: vivo o muerto", proclama la Mesa del Árbol. 

El ficus de San Jacinto, cuando fue talado.
El ficus de San Jacinto, cuando fue talado. Europa Press

El ficus de la calle San Jacinto, en el barrio de Triana, Sevilla, hoy moribundo, se ha convertido en un símbolo y objeto de la lucha vecinal en defensa del arbolado urbano. En un momento de crisis climática, de fuerte debate sobre la mejor manera de afrontarla, sobre todo, en lugares especialmente afectados por el calor, como en el valle del Guadalquivir, la tala del ficus centenario ha servido para que en la ciudad la lucha vecinal para mantener los árboles, claves para la vida en las urbes del sur, se organice en torno a una plataforma llamada Mesa Ciudadana del Árbol.

Esta semana, un centenar de personas se congregaron en la Plaza Nueva, delante del Ayuntamiento, en un encuentro en el que, además de exigir la conservación del ficus, expusieron los asuntos de fondo, a los que se enfrentan ciudadanos y urbanistas en estos tiempos. La lucha que empezó con el ficus ahora, en efecto, se extiende a otros asuntos, como la denuncia de las talas de decenas de árboles para construir la nueva línea de metro en Sevilla.

"Nuestra generación dejará arruinado nuestro planeta si no rectificamos a tiempo. Todos seremos culpables. Nuestra civilización es la más destructiva de la Historia. Es hora de rectificar de forma inteligente. Desde aquí pedimos a nuestros representantes que revisen sus decisiones. En ese escenario estamos", escriben esta semana en un manifiesto los miembros de la plataforma.

"El ficus de Triana, que eleva, implorante, sus muñones hacia el cielo parece ser la Madre Tierra misma que implora también una nueva vida, que exige una reflexión para que la puedan habitar nuestros descendientes cuando la dejemos. No tenemos un Planeta B y ni los más ricos que la habitan pueden crear otro. En consecuencia, pedimos la vegetalización urgente de todos los barrios y alrededores de Sevilla. Debemos llenarla con miles de árboles", recoge el manifiesto.

"En las ciudades —expone la ONG conservacionista Greenpeace— se da el fenómeno conocido como isla de calor urbana. El asfalto y el hormigón absorben el calor durante el día y lo liberan por la noche, lo que impide que el ambiente se refresque y que se pueda descansar y recuperarse. Cuando esta situación se repite varios días seguidos, se puede entrar en una peligrosa espiral de calor y puede afectar a la salud física y mental. En Europa, más del 4% de la mortalidad estival en ciudades es atribuible a esas islas de calor urbanas".

La semana pasada, Podemos-IU logró que una moción fuese aprobada con la abstención del PP, que gobierna la ciudad. En ella, se recoge una moratoria de seis meses para ver si el árbol, al que los técnicos municipales dieron por desahuciado, puede revitalizarse. Ese texto, que no es vinculante para el Ayuntamiento, establece también un jardín, una especie de museo, si finalmente se certifica su muerte: "El ficus de San Jacinto se queda, vivo o muerto", proclamó la plataforma.

La poda

El ecólogo y profesor de la Universidad de Sevilla, el catedrático de Ecología de la Universidad de Sevilla, Jesús Castillo, también participó en la concentración de esta semana en Plaza Nueva. Allí expuso que "las raíces de un árbol respiran y la parte de arriba es la que le da de comer". Lo que sucede, según su hipótesis, con el ficus, es que, en palabras llanas, "ahora come muy poco".

"Era cuestión de tiempo que se muriese, a no ser que la mayoría de las raíces mueran y con las pocas hojas que pueda tener, pueda alimentar esas raíces y sobrevivir. Esto lo vemos con el ficus de San jacinto y con otros muchos árboles que podan prematuramente", dijo.

El ficus "se sabe que fue plantado en la esquina de la parroquia de San Jacinto en 1913 por un fraile dominico que lo trajo de Puerto Rico", afirma a Público David López, de la Mesa del Árbol.

108 años después, en 2021, la parroquia considera que las raíces del árbol dañan la estructura del templo y acompaña sus tesis con un informe técnico. Luego, solicita al Ayuntamiento, entonces gobernado por el PSOE, la tala del árbol. El consistorio accedió y en agosto de 2022 se procedió a ello.

Sin embargo, las denuncias ecologistas y de las asociaciones y colectivos consiguieron que un juzgado la paralizara, con lo que se quedó a medias. Empero, la copa ya estaba cortada y del ficus solo queda hoy el tronco principal y los "muñones" de los que habla la Mesa del Árbol.

Algunas hojas y ramas pequeñas aquí y allí han crecido también. Sin embargo, los técnicos del ayuntamiento consideran que esa poda provocó su colapso. La edil de parques y jardines, Evelia Rincón (PP), ha manifestado esta semana que no tiene interés en acelerar la tala y que han tratado de recuperarlo. 

Para la portavoz de Podemos-IU en el Ayuntamiento, Susana Hornillo, "la conservación del ficus es solo el comienzo de una nueva conciencia ciudadana comprometida con su patrimonio verde. Trabajaremos por una Sevilla que cuide y procure bienestar para su gente ante el cambio climático y la contaminación. No hay otro camino".

El dilema: burbuja insostenible o ciudad agradable

El dilema para el ecólogo Castillo es el siguiente: habitar en una burbuja insostenible o en una ciudad agradable. Sus tesis las expuso en un artículo reciente en el periódico "tabernario" de Sevilla, El Topo y se pueden consultar aquí.

En resumen, lo que defiende Castillo es un giro de guión en las políticas urbanas. "Este ayuntamiento, da igual el PSOE que el PP, gestiona el arbolado urbano, el mantenimiento de los árboles, con unasubcontrata. Está privatizado y los árboles se cuidan en función de los beneficios de las contratas. Ahí ya partimos de un modelo erróneo en la gestión del arbolado"​, expuso esta semana en Plaza Nueva.

"En Sevilla empiezo a ver esta gran burbuja. PP y PSOE nos conducen a la gran burbuja: sálvese quien pueda, si tienes dinero, coche, aire y centro comercial. Esto es una relación dialéctica. El arbolado urbano tiene que ver con todo esto: aparte de captar CO2, [también recoge] las partículas de los coches, que se quedan pegas en las hojas y no las respiramos".

"Nos jugamos un modelo gran burbuja o uno agradable en el que vivir. Hemos visto muchas películas distópicas, por ejemplo, Mad Max. Un planeta desierto. Aquí en Sevilla, tenemos una bandera que podemos coger como utopía: el cinturón verde de Sevilla", propone Castillo.

"En plena crisis ecológica global —escribe Castillo en El Topo— y en los albores del final del diesel barato, los coches deben dejar paso a calles totalmente arboladas que desde los barrios conduzcan a una periferia boscosa y agroecológica en la que se disfrute de la práctica de deportes y artes. Una periferia verde en la que el ocio no vaya unido al aire acondicionado y al poder adquisitivo. Un territorio que no esté en manos de inmobiliarias a la espera del próximo pelotazo urbanístico".

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