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Franquismo La leyenda de los hermanos Quero: una guerrilla urbana y pesadilla del franquismo
Los maquis granadinos lucharon contra la dictadura y se ganaron el favor del pueblo, que recibía el botín de sus atracos y secuestros
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madrid, Actualizado:
No fueron unos maquis al uso, pues no se echaron al monte, que en Granada es serranía. Vestían impecablemente, se paseaban por el centro de la capital, saludaban a diestro y siniestro, gastaban modales exquisitos y tenían la buena costumbre de dejar una generosa propina en los restaurantes, acompañada de una nota que rezaba: "Aquí han estado comiendo los hermanos Quero". La gratificación podía alcanzar las quinientas pesetas, un dineral para la época, como relata Nicolás Manzanares Artés en el libro Consecuencias de la tragedia española 1936-1939... y los hermanos Quero.
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Media exageración o media verdad, un peldaño más que acrecentó la leyenda de Pepe, Antonio, Pedro y Paco en la ciudad de la Alhambra, coto de una partida de guerrilleros urbanos que pasaría de boca en boca a la historia por sus intrépidas acciones y su actitud desprendida, a lo Robin Hood. Las infructuosas batidas de la policía por las intrincadas calles del Albaicín y el Sacromonte, los robos y secuestros a potentados, el reparto del botín entre amigos, familiares y personas necesitadas… Así se ganaron el favor de las gentes, dispuestas a prestarles ayuda y darles el chivatazo, lo que garantizaba su protección, aunque para ello también entregaban dinero a la CNT a cambio de su apoyo en caso de necesidad.
"A estos hechos se fueron agregando otros atribuidos por el imaginario colectivo, como el secuestro y asesinato del coronel Milans del Bosch o la muerte del inspector de policía Julio Romero Funes", relata el historiador Jorge Marco en el libro Hijos de una guerra: los hermanos Quero y la resistencia antifranquista (Comares). O sea, que en ocasiones le cargaron el muerto, si bien había sobradas razones para que se convirtiesen en unos héroes populares. "Su fuerza nunca residió en su poder operativo sino en su capacidad de generar un mito, de construir una leyenda. Esto, durante sus largos años de combate, les aseguró ayuda y apoyo excepcionales, pero al mismo tiempo, a la larga, provocó la más contundente de las reacciones por parte de la dictadura", escribe el profesor de Historia y Política en la Universidad de Bath.
Fuga de la cárcel
Antonio, Pepe y Pedro Quero Robles se alistaron en la 78º Brigada Mixta del Ejército Popular de la República y, al volver a casa tras el fin de la guerra civil, se toparon con la represión. Los dos primeros dieron con sus huesos entre rejas, pero el temor a ser fusilados o paseados por los falangistas los llevó a planear el 17 de junio de 1940 su fuga La Campana, una casa de labor habilitada como cárcel. Ambos se unieron a la partida del Yatero y luego montaron el famoso grupo que lleva su apellido, cuyos miembros no superaron la decena, aunque la muerte carretaba a unos y las ansias de libertad atraía a otros. En 1943 se unió Paco y en 1945, Pedro. "El primero era el más pequeño de los cuatro y ejercía de enlace, pero recibió tantas palizas y torturas que no aguantó más y decidió unirse a ellos", detalla Marco, quien destaca que en Andalucía muchos como él no habían ido a la guerra, pero el hostigamiento los echó al monte.
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"La vida —y la muerte— de los hermanos Quero es un argumento de una película brutal. Los cuatro guerrilleros granadinos que tuvieron en jaque a las autoridades de la ciudad a lo largo de los años cuarenta podrían ser perfectamente los protagonistas de un argumento de Hollywood si hubiesen nacido en Chicago o en Nueva Orleáns. Sus aventuras, sus peripecias, sus atracos espectaculares, su resistencia para continuar una guerra civil que ya había tocado a su fin han pervivido en la memoria mítica de los granadinos a lo largo de las décadas", escribió el músico y periodista Jesús Arias en un texto que recoge el libreto del disco de Lagartija Nick Crimen, sabotaje y creación, extracto de un artículo publicado en el diario Granada Hoy.
Su primer gran golpe fue contra el Ejército franquista, en un intento de socavar el prestigio de las autoridades y de mostrar las costuras y flaquezas del régimen. Todavía soñaban con una victoria aliada en la Segunda Guerra Mundial y un vuelco en la situación política en España. Así, el 20 de agosto de 1941 secuestraron al coronel de intendencia retirado Eduardo Entrala, si bien había otro motivo de peso a la hora de elegir a un militar octogenario. El Parque de Intendencia de la ciudad, dirigido por su hijo Emilio, había publicado una convocatoria para el suministro de los depósitos militares de Málaga, Granada y Almería, por lo que los ofertantes debían depositar el 5% del importe en su caja. Tras el rapto, exigieron al director medio millón de pesetas por liberar a su padre, una fortuna en la época. Tras pagar el rescate y hallar al anciano en una cueva, la Falange montó en cólera porque los huidos, quienes actuaban en los campos y serranías, ahora habían dejado su huella en la capital.
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"Los hermanos Quero hicieron su carta de presentación en Granada. A partir de aquel momento se convirtieron en una verdadera pesadilla para las autoridades, las cuales, lentamente, empezaron a comprender que bajo la piedra de las cuevas latía un enorme sentimiento de resistencia", escribe Marco en una apasionante biografía profusamente documentada, donde describe las diferentes versiones de los hechos, que difieren en función de los historiadores, de los testigos y de las narraciones populares. Es el caso del secuestro del banquero Manuel Rodríguez-Acosta, a quien retuvieron en su casa y cuya liberación les proporcionó 250.000 pesetas. Manzanares Artes relata en su libro que la familia les sirvió vino y jamón mientras esperaban por el dinero, hasta el punto de que alguien comentó: "¿Y a estos hombres les llaman bandidos? Pues vaya bandidos estupendos".
El autor de Hijos de una guerra, en cambio, desmiente el chascarrillo, aunque ya forma parte del imaginario popular, como las propinas de cien duros. Por si no bastase ese botín —en un principio, habían pedido el doble, pero el banquero los convenció de que era imposible reunir tal cantidad en poco tiempo—, ese mismo día raptaron al comerciante Andrés Sánchez Montes en plena Gran Vía, lo que les reportó otras 225.000 pesetas. Casi medio millón, si bien podrían haberse embolsado más dinero, si nos atenemos al dicho popular granadino: "Tienes más dinero que los Rodríguez Acosta".
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En todo caso, la familia no lo pasó mal y, con el paso de los años, lo recordaba como una anécdota. "Miguel, sobrino del secuestrado, rememora que para su tío fue una aventura, no un suceso peligroso, pues estaba seguro de que no le iban a hacer daño. De hecho, le sorprendió el trato tan educado que habían tenido con él", explica a Público el director José Sánchez-Montes, quien está rodando el documental La última bala. "Es más, se rumoreaba que los Acosta ofrecieron dinero a los Quero para que huyesen de Granada, en un intento de que se fuesen de la ciudad para estar en paz".
La idea de un filme sobre los legendarios guerrilleros surgió cuando el cantaor Enrique Morente le dijo: "Un día habrá que hablar de los Quero". Sánchez-Montes, coproductor de La isla mínima, había dirigido Omega y en aquel momento pergeñaba Morente sueña la Alhambra. Doce años después, cuando Lagartija Nick publicó el disco Crimen, sabotaje y creación, se encontró con una canción que le empujaría definitivamente a embarcarse en el proyecto: La leyenda de los hermanos Quero. Inspirado por el corte que rinde homenaje a los caídos, habló con el líder de la banda, Antonio Arias, y ambos se pusieron manos a la obra. "Daría para una ficción muy potente, porque hay películas americanas de acción con elementos menos interesantes que los que aportan ellos. Podría hacerse un western andaluz, pero opté por un híbrido de documental y animación, porque hay muchas historias que no se pueden contar sólo con bustos parlantes y mentes sesudas".
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Da la cara Bernardo, el hermano menor de los Quero, quien relata las represalias sufridas por su familia. Cuando era un crío, lo encerraron en un orfanato y le cambiaron el nombre para que los suyos no pudiesen localizarlo y pensasen que había muerto, aunque logró fugarse. "Conserva la rabia de todo lo que pasó y el sentimiento de injusticia. Lo cuenta desde las vísceras, pero quiere que se busque la verdad. Fueron sojuzgados durante años, incluso tras la muerte de los maquis. Era tal el nivel de perversión que el cura acusaba a su madre en la iglesia de que sus hijos hubiesen salido así. Hasta en sus lápidas figuraba otra identidad, para que nadie las destrozase", asegura Sánchez-Montes.
"Un verdadero calvario que escuece entre los nietos y bisnietos, todavía dolidos y empeñados en reivindicar la memoria de sus antepasados", afirma el fundador de la productora Ático Siete y codirector de Sacromonte Films, quien recuerda que se especula con que una hermana de los guerrilleros pudo haber sido envenenada, aunque nunca se pudo probar tal extremo. "La velocidad a la que se mueve la Historia hace que se pierdan hitos trascendentales como el de los hermanos Quero, cuya gesta no sólo no ha sido reconocida, sino también olvidada. Hay chavales en Granada que no tienen ni idea y, si se lo cuentas, no se lo creen".
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Él, que de crío escuchaba en casa como "campaban por sus respetos" en pleno centro de la urbe, ha creído que ya es hora de difundir su gesta con imágenes. "Realmente, aquello no era tan cierto, porque se movían con mucha destreza y agilidad, pero estaban muy acosados y había muchos delatores. La Guardia Civil controlaba casas y gentes, a las que extorsionaban y amenazaban, lo que los obligaba a estarse escondiendo continuamente. Ahora bien, para Franco eran una pesadilla, porque pese a la resistencia del Albaicín el golpe el golpe triunfó inmediatamente en Granada, por lo que aquellas acciones de un grupo de chavales suponían un quebradero de cabeza para la dictadura".
Muerte y suicidio de los guerrilleros
Los hermanos Quero se prometieron que, si se veían acorralados y sin escapatoria posible, se suicidarían en vez de ser detenidos. La muerte fue tempranera y se llevó a Pepe con veintinueve años cuando el 6 de noviembre de 1944 intentó secuestrar al propietario de los Almacenes Contreras. El líder de la partida se fio de su hijo y fue acribillado a tiros por la espalda, mientras que Paco huyó bajo un aguacero de escopetazos. El industrial Francisco Contreras no fue elegido al azar, pues había donado quinientas pesetas a Julio Romero Funes, un alto cargo de la policía granadina, feroz represor y cabecilla de dos escuadras negras. Aunque se atribuyó su muerte a las balas de los Quero, en realidad falleció durante un tiroteo cuando fue a dar caza en un prostíbulo a varios miembros del grupo de Antonio Velázquez Murillo. Al propio Funes, en cambio, algunos autores lo relacionan con el arresto y la ejecución de Federico García Lorca.
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El 12 de julio de 1945, la Guardia Civil tendió una emboscada en el Sacromonte a Paco y a Pedro, quien se resguardó en una antigua mina y, cercado, se resistió todo lo que pudo. Los agentes llevaron hasta allí a la mujer de Paco, la bailaora Teresa Maya, para que mediase, aunque su obligada presencia suponía un chantaje emocional. Ella pensó que iba a hablar con su marido, pero escuchó la voz de Pedro, quien le pidió un cigarrillo. Luego se escuchó el tiro de una pistola Astra. "Tenían un fuerte sentido del orgullo y si los arrestaban se temían lo peor, debido a la repercusión que habían alcanzado", justifica Marco. Como los guardias no se fiaban de que Pedro se hubiese suicidado, obligaron a bajar a su cuñada con una cuerda, atar el cadáver y sacarlo del agujero.
Paco, quien ese día perdió un ojo, fue acribillado el 30 de marzo de 1946 tras una huida a tiro limpio por el centro de Granada. Tenía veinticuatro años y, tendido en el suelo, siguió recibiendo disparos y golpes, hasta el punto de que su rostró quedó desfigurado. Un año después, Miguel Contreras y Fermín Castillo, los encargados de la CNT de mantener el contacto con los grupos guerrilleros, delataron a Antonio. Atrincherado en un piso del Camino de Ronda, resistió dos días y medio, hasta que apretó el gatillo por última vez. Era el 24 de mayo de 1947 y la policía difundió que había sido abatido, pero él cumplió su promesa. "Los Quero encarnaron los deseos más ocultos de una población aterrorizada. De algún modo, el suicidio de Antonio y el resto de miembros de su grupo estaba cargado de un significado último y extremo: la libertad", escribe el historiador en su libro.
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Sin embargo, "las autoridades no podían permitir una victoria simbólica de ese calibre", por lo que ocultaron la verdadera causa de su muerte. Él no fue capaz de aniquilar a la dictadura, aunque la dictadura tampoco lo iba a liquidar a él. "Se sabían abocados a la muerte. Eran famosos por ir muy bien vestidos y ser exquisitos en el trato con la gente… Hasta que tenían que enfrentarse a tiros con los guardias", escribió Jesús Arias en Hermanos Quero, el retorno de una leyenda. "Lucharon solos. Se negaron a morir ante un pelotón de fusilamiento. No fueron los bandidos que voceó el Régimen para relegarlos al olvido, a la anécdota, sino la esperanza de los humillados, el orgullo de los vencidos. Su ruido fue por una causa. Su valentía los lanza al futuro".
De represaliados a héroes
"Se convirtieron en unos héroes, porque engarzaban muy bien con la mitología popular. Eran más carnales, en contraste con el PCE, que a veces tenía dificultades para entroncar con el mundo campesino por su retórica densa. Porque no eran gentes del llano, sino que vivían aisladas en las montañas y estaban menos ideologizadas", explica Marco, quien subraya que el campesino se politiza de una manera distinta a la del urbanita. "Digiere las ideologías para adaptarse a su imaginario colectivo. Y los Quero hablaban su lenguaje y eran miembros de su propia comunidad".
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Al principio, los miembros de la partida actuaban en el campo, pero no se sentían cómodos, porque no era su terreno natural, por lo que regresaron a Granada. "Entonces los militares y policías barren el Albaicín y el barrio queda quemado para ellos. A partir de ahí, se van a vivir al centro, en el entorno de la catedral. Allí alquilan dos puestos de frutería y los tapian para construir sendos refugios, con camas incluidas, mientras que en la parte delantera una mujer seguía vendiendo fruta", explica el historiador, quien matiza que también se escondieron en casas de amigos y familiares, así como en las cuevas del Sacromonte.
Así, los hermanos Quero se convirtieron en un mito viviente del pueblo, un destino que no podía imaginarse su padre, un próspero carnicero del Albaicín. "No era una persona significada políticamente, pero cuando cae Granada tres de sus hijos se pasan con sus mujeres e hijos a la zona roja y en Murcia se alistan en el Ejército republicano. Entonces su progenitor es represaliado y le quitan la concesión de carnes de la Fábrica de pólvora de El Fargue, por lo que se ve obligado a montar un matadero clandestino en su casa para poder sobrevivir", recuerda Marco.
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Respecto a la ideología de los Quero y su partida, pese a que algún integrante procedía del Partido Sindicalista, eran sobre todo antifascistas y perseguidos, no anarquistas, si bien algunos autores defienden esa tesis. Sin embargo, buena parte de ellos no tenían filiación política y otros militaban en el PCE o en el PSOE. "El núcleo del grupo era la familia y la amistad. Estaba compuesto por cuatro hermanos y algunos primos, amigos y vecinos que conocían de antes de la guerra. Pese a ser una partida tan pequeña, alcanzó una gran repercusión, hasta el punto de que Franco tenía en su despacho seis informes sobre la guerrilla antifranquista y dos se referían a los hermanos Quero", explica el historiador. El maquis urbano fue casi testimonial: hubo combatientes en Madrid, Barcelona, Málaga y, en menor medida, en Valencia, Bilbao y León, aunque su actividad fue efímera. Granada, en cambio, fue una referencia por las acciones de los hermanos.
Cuando regresaron a su ciudad tras la guerra, se vieron obligados a vivir como unos proscritos. Cometieron atracos y secuestros, pero repartieron el dinero entre quienes lo necesitaban, un contrapeso a la propaganda del régimen, que los catalogaba de bandoleros. "Estando vivos, se forjó una leyenda en torno a los hermanos Quero que ha continuado hasta la actualidad", concluye el profesor de Historia y Política en la Universidad de Bath. "De hecho, lo que les hizo muy poderosos no fue su capacidad militar, sino la capacidad de construir mitos contra la dictadura. Y precisamente el mito fue la herramienta de los pobres y de los débiles contra la opresión. Un símbolo que les permitió percutir contra el franquismo".
Entrevista a Antonio Arias, líder de Lagartija Nick
"Franco llevó a cabo un exterminio político y cultural"
Lagartija Nick homenajeó a los guerrilleros en La leyenda de los hermanos Quero. Su líder, Antonio Arias, ahonda en la intrahistoria familiar del flamenco y de la represión sufrida por las bailaoras Teresa Maya y Gracita del Sacromonte. "Con la persecución y muerte de los maquis, se acabó el cante. Y si sus mujeres —figuras capitales del arte y de la dignificación— no tuviesen que huir y se hubieran quedado en su tierra, Granada hubiese despertado como entidad flamenca mucho antes".
El prolífico e iluminado músico explica que sus lazos con los Quero las convirtieron en objeto de la represión. "Paco estaba casado con la bailaora Teresa Maya, la Tere, una figura tremenda. En Nueva York estrenaba El amor brujo y en Granada le daban palizas. Hablamos de un exterminio no sólo político contra una familia que se rebela, sino también cultural. El franquismo quiso matarlos artísticamente a hostias".