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El libro ´Camino hacia la tierra olvidada´ señala que en la actualidad la zona del norte de Marruecos alberga más de 250 asesinados por el golpe militar y la posterior represión que duró hasta el año 1945. Un noventa por ciento de las víctimas corresponden a españoles residentes en la época. El resto, son población local de origen árabe que murieron defendiendo los principios de aquella Segunda República que comenzaba a desmoronarse.
La obra se convierte en una de las primeras monografías del conflicto dentro del Protectorado Español de Marruecos, del que solo se habían realizado trabajos parciales. El libro “aporta testimonios de testigos directos de los hechos hasta ahora desconocidos, como por ejemplo el de Francisco Lara Campoy, un republicano exiliado en Francia que pasó por el campo de concentración del Mogote en Tetuán, uno de los primeros en abrirse al inicio de la guerra o una serie de documentos inéditos, como por ejemplo varios del Alto Comisariado de España en Marruecos (máxima autoridad colonial), que se encuentran depositados en el Archivo General de la Administración en Alcalá de Henares, y que arrojan luz sobre zonas oscuras de la historia del Protectorado y sobre quienes vivieron y trabajaron en él”.
El inicio del golpe durante la tarde del 17 de julio
Ramos destaca la importancia que tuvo esta zona estratégica del Norte de África en el inicio del enfrentamiento civil, ya que fue precisamente allí donde el 17 de julio de 1936 comenzó el golpe de estado contra la República. “Allí se encontraban destacadas tropas experimentadas del ejército español, cuyo control era esencial para los conspiradores golpistas. Aparte, era un lugar apartado, lejos del control del gobierno de Madrid y bajo jurisdicción fundamentalmente militar, donde la autoridad civil era muy débil, y por lo tanto un terreno donde los golpistas podían conspirar con casi total impunidad”. Fue tal la importancia que tenía para el futuro dictador Francisco Franco aquel enclave en Marruecos que siempre lo denominó como el “sillar de la victoria”, apuntan los investigadores.
La elaboración de este libro no ha sido una tarea fácil para sus autores, ya que una de la barreras ha sido la casi imposibilidad de acceso a las fuentes. Tanto Ramos como Reina destacan que “España no tuvo hasta 1985 una Ley de Archivos, y aún así es una norma muy incompleta, que no garantiza ni la conservación total de la documentación ni su acceso al público”. En el caso del Protectorado la norma se debilita aún mas, al estar fuera del marco europeo. “Tras la independencia del país en 1956, los archivos de la administración española se trasladaron a la Península, perdiéndose por el camino mucha documentación”. La información relativa al Protectorado solo es accesible a través del Archivo General de la Administración.
Feria señala que “los papeles son interesantísimos y sirve para derrumbar muchos mitos construidos desde 1939 alrededor del golpe de estado y del papel de sus promotores”. Entre los documentos más destacados señala las cartas de Alto Comisario Juan Beigbeder. “Muchos lectores lo recuerdan como personaje de la teleserie ‘El tiempo entre costuras’ que desmienten su carácter aliadófilo y demuestran su cercanía al III Reich. Y todavía queda en dicho archivo numerosa documentación pendiente de estudio”, señala Ramos.
Más de 250 asesinados en las fosas de Larache y Tetuán
El investigación de Ramos y Feria revela como en la zona de Larache y Tetuán están de momento las únicas fosas localizadas en el antiguo Protectorado Español en Marruecos, aunque en estas fosas no sólo fueron enterrados los fusilados de dichas localidades, sino también de otros lugares del protectorado como Xauen, municipio de gran afluencia turística en Marruecos y Alcazarquivir e incluso de Ceuta.
Los autores han tomado como base los datos ofrecidos por el investigador Francisco Sánchez Montoya, hasta ahora el único historiador en ofrecer cifras concretas y un listado de fallecidos. Los datos aportados concluyen que “las víctimas fueron incluso superiores a las adelantadas por el citado autor, ya que hemos encontrado los nombres y apellidos de más de 250 asesinados durante la Guerra Civil y la posguerra en el territorio del Protectorado (sin incluir Ceuta y Melilla)”.
El 90% de las víctimas fueron españolas, el resto musulmanes que o bien pertenecían a logias masónicas o se opusieron al golpe de estado y defendieron la II República. También hay que señalar que se resistieron al reclutamiento muchos jóvenes de clases populares, que provocaron la ira de las tropas golpistas formadas por marroquíes. Reina apunta que “entre las víctimas españolas aparecen numerosos apellidos judíos realizándose sobre todo los fusilamientos contra judíos militantes de partidos de izquierda, masones o personalidades comprometidas con el gobierno republicano”.
Aún quedan fosas comunes de las que se no se saben ni el nombre ni los apellidos de las víctimas. Ramos sentencia que la única información que existe es un listado de municipios donde se sabe que hubo fusilamientos. Se trata de Arcila, Xauen, Alcazarquivir, Rincón, Alhucemas, Nador, Castillejos, Río Martín, Bab Tazza o Targuist.
El deterioro del Cementerio Español
Si hablamos de los vestigios de la presencia de los españoles en Marruecos no puede pasar desapercibida la mayor parte de los cementerios del antiguo protectorado que quedaron abandonados tras al independencia del país. El más conocido es el Cementerio Español de Tetuán. El camposanto se encuentra en un estado lamentable de abandono en su parte civil. En una de sus esquinas se ubica la la fosa común donde se hallan enterradas las víctimas de la represión franquista.
Feria señala la voluntad de los guardas marroquíes del cementerio sin capacidad para organizar sus archivos con “documentos apilados en sacos de plástico a merced de la humedad y los parásitos”.
El antiguo campo de concentración del Mogote, situado en las afueras de Tetuán fue, junto con el campo de Zeluán (cerca de Melilla) el primero de los que organiza el bando golpista. Este centro de hacinamiento fue construido según el modelo de los “konzentrationslager” nazis, debido al calor, los trabajos forzados, las torturas, la falta de alimentación y los fusilamientos arbitrarios, se convirtió en un verdadero infierno donde los presos morían en masa. “Hoy en el lugar no queda nada. Ni restos visibles, ni una señal que informe de lo que allí ocurrió”, afirma Feria.
El caso de Francisco Lara Campoy
El caso de Francisco Lara Campoy, fallecido en el año 2009, no es un testimonio más. Para los investigadores resultó un aporte fundamental a los documentos prácticamente inexistentes de la actividad del campo de concentración del Mogote, donde estuvo preso con apenas veinte años.
Lara Campoy consiguió durante su juventud entrar como aprendiz en el aeródromo de Sania Ramel, en Tetuán. Más tarde pasaría a la compañía de autobuses de La Valenciana donde le sorprendería el golpe militar.
Campoy recordaba a sus 94 años que “en el Centro Obrero Español de Tetuán seguíamos con interés los acontecimientos que habían soliviantado la vida tetuaní, que se sucedían a velocidad de vértigo. El 17 de Julio de 1936, uno de los dirigentes de dicho Centro, Sr. Ballesteros, reunió a los jóvenes que nos encontrábamos en el Centro, pidiendo voluntarios para vigilar en Tetuán los movimientos de tropas”. Los jóvenes del Protectorado sabían que algo estaba a punto de ocurrir.
Sin tener cumplido los veinte años de edad, Francisco estaba en aquel centro Obrero bajo la mirada de moros regulares que detuvieron a las personas que se encontraban en aquel espacio social.
Sus vivencias ya detenido retratan episodios aterradores. “Recuerdo que por las noches pasaban lista y al oír cada cual su nombre tenía que decir presente. Una noche el sargento que pasaba lista me dijo ¡bueno, tú no te vayas, que tengo que verte después! Cuando ya todos se habían acostado, se presentó diciéndome coge una manta y andando, me trasladaron a otro cuartel, para luego trasladarme al campo de concentración de El Mogote”.
Había pasado más de un mes desde el inicio de la guerra cuando Francisco llegó al primitivo campo de concentración de Tetuán. “Los falangistas de Tetuán venían todos los días de madrugada con una camioneta y una lista de nombres, que se llevaban y los mataban en cualquier lugar. Los cadáveres los cargaban en unas camionetas y los trasladaban al cementerio en plena alcazaba marroquí”.
Era tal el espanto de aquel espectáculo que provocó incluso protestas de la población marroquí, corriendo el rumor de que el Jalifa, representante del Sultán de Marruecos en el protectorado, intervino ante las autoridades militares para que aquellos hechos no se repitieran. “No cabe duda que aquello debió influir para que, meses después desmontaran el campo de concentración y nos trasladaran a un penal llamado García Aldave, en Ceuta, pues en el Hacho, siniestra fortaleza, no cabían ya más detenidos”, aclaraba Francisco.
Campoy que pasó el resto de su vida en Francia nunca paso ni un solo día sin pensar en aquellos terribles meses donde declara que tenía que cantar el “cara el sol, con el brazo extendido a estilo de falange, mientras los guardias nos vigilaban por detrás, agudizando el oído para sino se cantaba nos dieran un latigazo en la espalda”.
Este joven tuvo que seguir viviendo los horrores de la guerra trasladado a la península donde continuaba la contienda. “Como yo era militar, al obtener la libertad tenía que reintegrarme a mi batallón, que en principio era el de Cazadores de Ceriñola número 42. Por tren nos enviaron desde Tetuán a Ceuta y de Ceuta a Algeciras, rumbo a Sevilla y de Sevilla a Plasencia”. La historia de Campoy fue uno los testimonios fundamentales para Ramos y Feria a la hora de esclarecer parte de aquel episodio de la Guerra Civil española en Marruecos.
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