La Galicia que no aplaude a Juan Carlos
"Dudo yo mucho que de verdad estén informados de lo que ha hecho, porque si no, no se entienden los aplausos", afirma el propietario de una cafetería frente a la playa de Silgar.
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sanxenxo, Actualizado:
Lo real no siempre es real, y la culpa de esa aparente contradicción la tiene la realeza que no está en la realidad. Y lo que ayer vieron los gallegos y los españoles en el náutico de Sanxenxo puede llevarles a un equívoco similar al que debió hacer pensar a Juan Carlos de Borbón que en Galicia se le anima a volver. Como si la localidad pontevedresa y por extensión la comunidad entera estuvieran repletas de monárquicos deseosos de verle regatear.
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"Más que partidarios de la monarquía, lo que hay son juancarlistas", asegura el propietario de una cafetería frente a la playa de Silgar, la más concurrida del municipio y sobre la que se levantan los edificios de apartamentos que se atiborran de turistas en verano.
"Dudo yo mucho que de verdad estén informados de lo que ha hecho, porque si no, no se entienden los aplausos", añade, tras ver el viernes por la mañana por televisión la llegada del ex jefe del Estado al club que preside su amigo Pedro Campos. El medio centenar de personas que le esperaban en el muelle le regalaron más de cuatro minutos de vítores y ovaciones, emitidas en directo por radio, internet, redes sociales y televisión.
En Sanxenxo -17.365 empadronados pero más de 100.000 habitantes en verano- gobierna Telmo Martín, del Partido Popular. Pero la división entre derecha e izquierda parece casi perfecta. En las generales del 2019, la suma de PSOE, Unidas Podemos y Bloque Nacionalista Galego (BNG) ganó por un sólo voto -4.225 sufragios- a la de PP y Vox -4.224-.
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"Aquí el debate entre república y monarquía lo gana la república, pero no estamos hablando de eso, sino de un corrupto que huyó por cobardía y que no volvió hasta que se archivaron las investigaciones sobre él y cuando supo que contaba con alguien que iba a arroparle", asegura Sandra Fernández Agraso, portavoz municipal del BNG.
La edil nacionalista añade que en la villa "hay muchos monárquicos indignados" con Juan Carlos de Borbón y con las formas y el fondo de la visita, que "Sanxenxo no es sólo la playa de Silgar" y que a la mayoría de habitantes del resto de parroquias, el que venga o deje de venir "les tiene sin cuidado".
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La imagen del pueblo este viernes parecía confirmarlo. A la hora de comer en las terrazas que rodean el náutico había más periodistas y regatistas que vecinos y turistas. Lo del medio centenar de irreductibles que jalearon al monarca fue un espectáculo para los medios, sí, pero nada más que eso.
Lo que sí preocupa a Fernández Agraso es que Sanxenxo, gracias al rey, o más bien por su culpa, pueda sufrir cierto proceso de marbellización, que el supuesto recibimiento glorioso al emérito, tan presunto como los delitos por los que se investigaba y que no tienen relevancia penal porque habrían prescrito o porque su figura era inviolable, sirva de efecto llamada y que decida repetir, como ya ha insinuado.
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El alcalde parece encantado con esa posibilidad, y hasta llegó a decirle al rey este viernes que Sanxenxo estaba "en deuda" con él por el atractivo comercial que supone que eligiera la localidad como su lugar habitual de regateo y diversión náutica. "Eso no hay dinero en el mundo que lo pague", sostuvo Martín.
El nuevo presidente de la Xunta, Alfonso Rueda, también llegó a decir que la visita servía para "poner a Galicia en el mapa". Pero la portavoz del BNG en Sanxenxo rechaza ese argumento y advierte de que el municipio ya había modelado su imagen como destino turístico cómodo, agradable y garantía de confortable privacidad para celebrities mucho antes de que Juan Carlos apareciera por aquí. "No nos hace ninguna falta, todo lo contrario", sostiene.
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En el resto de Galicia, pese a la enorme expectativa y cobertura mediática, la visita del emérito tampoco levantó entusiasmo, ni demasiados debates, ni supuso ninguna rehabilitación de la dañada figura del monarca. Por no haber ni siquiera hubo manifestaciones ni protestas como las que suelen acompañar a las visitas galaicas de su hijo, Felipe VI, muchas de ellas bajo el lema "Galiza non ten rei".
La comunidad es la segunda de España con las pensiones y los salarios más bajos, con cerca de 600.000 personas viviendo bajo el umbral de la pobreza. De ellas más de 130.000 son niños y niñas. Los sistemas públicos de sanidad, educación y cuidados están prácticamente desmontados tras trece años de gobiernos de Alberto Núñez Feijóo. Y la tasa de paro entre los menores de 24 años en edad de trabajar supera el 27%.
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Probablemente, sucede que las preocupaciones ciudadanas están demasiado alejadas de la hoja de ruta de regatas de un tipo que ha decidido no pagar impuestos en su país para establecerse en un Estado autocrático que ejerce la violencia machista institucional, que es capaz de gastar 97.000 euros en un vuelo en avión privado sin ruborizarse y de endosar al presupuesto público los gastos del operativo necesario para garantizar la seguridad de un ex jefe del Estado, todo para pasar dos días de ocio en las rías baixas y que sus amigos le rían las gracias.
Que medio centenar de personas aplaudan y vitoreen eso tiene un indudable interés informativo, pero no deja de ser un ejemplo de que lo real, aunque parezca una contradicción, pocas veces tiene que ver con la realidad.