Los fontaneros del poder
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Los dos han vivido en primera fila la historia de este país desde 1995, y pese a tener personalidades muy diferentes muestran algunos rasgos comunes: restan importancia a la función que han desempeñado durante años como verdaderas sombras de tres presidentes del Gobierno diferentes e insisten en que hay mucha "leyenda urbana" sobre los "secretos de Estado", e incluso sobre "historias de espías". ¿Existe una especie de "espíritu de cuerpo" entre quienes desempeñan esa función? Ambos, por separado, lo descartan. Pero al mismo tiempo no pueden evitar una ligera mueca que denota que "algo de eso hay", y al instante la mueca desaparece sin dejar marca alguna.
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Hoy son diputados, pero ambos han sido directores de gabinete de tres presidentes del Gobierno: José Enrique Serrano hizo doblete con Felipe González y con José Luis Rodríguez Zapatero, mientras que Carlos Aragonés dirigió el gabinete de José María Aznar. Sin embargo, pese a ser dos de las personas que acumulan más información "sensible" en este país, las referencias a sus personas en la web de Wikileaks apenas acumulan 14 líneas en el caso de Serrano y tres menos en el de Aragonés, aunque ninguno de los dos parece molestarse por ello.
Es más, lo consideran lógico. "El protagonismo siempre es del presidente, durante y después", explica Serrano a Público. Aragonés, con fama de intelectual, hace una reflexión muy personal: "Puedes llegar a pensar en algún momento que tienes mejor información que el presidente, pero al final llegaba a la conclusión de que era él quien sabía más que yo", comenta en una larga conversación con Público.
"Secretos de Estado hay muchos menos de los que la gente puede llegar a pensar, y de los que hay los depositarios son muy pocos individuos. Ya se sabe que secreto conocido por muchos, poco secreto es", explica Serrano, quien llegó a Moncloa en 1991 como secretario general de la vicepresidencia del Gobierno que estrenaba Narcís Serra. Dos años después fue nombrado subdirector del Gabinete del presidente del Gobierno "y es cuando ya empiezo a tener contacto directo con Felipe González".
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Aragonés también relativiza el concepto "secreto de Estado". No obstante, explica que "uno de los primeros que tuve delante fue los llamados `papeles de los GAL´, que Aznar se negó a remitir al entonces juez Garzón. Lo tuve delante pero sólo alcancé a ver la portada de la carpeta, expediente tal, número tal... no lo abrí". Insiste en que no es consciente de haber tenido entre manos ese tipo de "secretos". Pero, matiza: "Otra cosa es la información a la que tienes acceso", aunque resta importancia a esa faceta de lo que fue su trabajo. Con todo, añade una puntualización no menor: "Mi función era sobre todo política, de espías y de seguridad se encargaba Zarzalejos (Javier Zarzalejos, secretario general de la Presidencia del Gobierno, uno de los comisionados por Aznar para hablar con ETA en 1998).
La relación de Carlos Aragonés con Aznar comenzó mucho antes de llegar éste a Moncloa. De hecho, ya fue su jefe de gabinete cuando ocupó la presidencia de Castilla y León, entre 1987 y 1989. "Aznar es persona de equipos, no es muy hablador, cosa que a mi no me molesta. Era un presidente de oficina. En eso había una gran sintonía, a mí me gusta mucho el trabajo de equipo. Creo que Felipe González no lo era y, por supuesto, tampoco Zapatero, que ha sido el primer presidente 'presidencialista'", explica. A continuación relata que "durante los paseos por los jardines de Moncloa Aznar tomó decisiones de Estado. Bueno, Felipe González lo hacía en el invernadero con los bonsáis".
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Respecto al modus operandi de los gabinetes del presidente Serrano también introduce matizaciones. "Todo depende del presidente. Yo he hecho cosas diferentes con Felipe y con José Luis; es que eran diferentes", aunque declina entrar en detalles. "Mi trabajo se centraba en asesorar al presidente y en ayudar a la coordinación del Gobierno, especialmente en cuanto a la iniciativa legislativa. Nunca estuve en la coordinación con el partido, cosa que en cambio Aragonés hacía de forma habitual, según tengo entendido".
Serrano y Aragonés reconocen haberse consultado puntualmente y actualmente mantienen una relación cordial. Sin embargo, entre ambos surgió un punto de fricción con ocasión de la llegada de Zapatero a Moncloa, cuando el equipo socialista se encontró con que la base de datos de todos los ordenadores estaba borrada. "Tuvimos que pagar la factura que llegó más tarde", dice Serrano. "Toda la información pertenecía al equipo saliente", razona Aragonés.
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Cuando Felipe González llegó a Moncloa en 1982 se encontró un único papel. Estaba dentro de la caja fuerte que había en el despacho del presidente, con la puerta abierta: a mano estaba escrita la combinación del artilugio.
En ese momento surge un interrogante que abre otros muchos más. ¿Qué pasa con lo papeles que se generan en torno al ejercicio de una Presidencia del Gobierno? Ambos responden de forma prácticamente igual: se los lleva cada presidente bajo el brazo cuando sale de Moncloa; así ha ocurrido desde los tiempos de Adolfo Suárez.
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Serrano quiere dejar muy claro que "el presidente no es Administración Pública, según la ley del Gobierno", y en consecuencia, todos sus papeles son suyos. Aragonés sostiene lo mismo; otra cosa es que no haya nada regulado o legislado sobre este particular al estilo de lo que sucede con los presidentes de Estados Unidos, que crean con fondos de diversos orígenes una biblioteca pública con la documentación generada a lo largo de cada presidencia.
"Es un asunto muy delicado porque entre esa documentación hay papeles, con y sin membrete, con y sin nombres y firmas, que se hacen bajo el principio de la confidencialidad. Y sobre asuntos muy diversos", razona uno de ellos. En esa línea, los dos renuncian a escribir públicamente sus experiencias. "La información a la que he tenido acceso no es mía", afirma categórico Aragonés. A lo sumo "lo que sí hace un buen jefe de gabinete es facilitar papeles a historiadores que saben trabajarlos", apostilla. Uno de ellos reflexiona: "Lo verdaderamente interesante sería que esa documentación pudiese consultarse por profesionales conscientes de lo que tienen entre manos".
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"Puedes llegar a pensar en algún momento que tienes mejor información que el presidente, pero al final llegaba a la conclusión de que era él quien sabía más que yo"Otra de las leyendas que ambos insisten en desmontar es aquella que les identifica con los guardianes que abren y cierran el acceso al presidente de turno. "Quien filtra las llamadas son las secretarias personales", acaban reconociendo los dos. Serrano aporta otra consideración: "No es verdad que el director de gabinete posea toda la información y la vaya dosificando a su presidente. No. El presidente tiene sus propios canales y su propio espacio, debe ser así. Yo hay muchas cosas de las que no me enteré hasta pasado un tiempo o porque me las comunicaba el presidente", explica al tiempo que toma en la mano su teléfono, se lo acerca a la oreja y concluye: "Y por aquí les llega de todo, por supuesto". El papel atribuido a las secretarias personales de los presidentes es clave, coinciden los dos, aunque uno apostilla que "no todos los casos son iguales".
En el terreno de las anécdotas se muestran un tanto "olvidadizos". No obstante, Aragonés ofrece, entre sonrisas, un comentario sobre la boda de la hija de Aznar, en septiembre de 2002: "¡Bueno, bueno!... Sobre la mesa se acumulaban tarjetones con textos como "aún no me llegó la invitación, pero vaya por delante mi regalo. ¡Claro!, es que había que estar", recalca con otra sonrisa.
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Serrano relata que, en 1996, fue Miguel Ángel Rodríguez quien le llamó para pedirle un encuentro "porque voy a ser el jefe de gabinete". "Nos vimos y me pidió que le relatase cómo era un día de mi trabajo. A los 15 días comimos en el restaurante Horno de Santa Teresa, y me comentó que le había dicho a Aznar que no se veía en mi puesto. Unos días antes de la investidura tuve la última reunión con él y con Zarzalejos.
Aragonés no apareció:"El día de autos estuve enseñándole a Aznar todo el complejo durante tres horas, pero previamente atendí a Ana Botella que llegó antes a Moncloa para esperar allí a su marido. Claro, en 2011 con Rajoy el paseo no hizo falta, porque ya se conocía el patio".
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En el "tránsito" de 2004 fue el propio Serrano quien llamó a Aragonés. "Me dijo que hablase con Zarzalejos, y había una razón: él era diputado electo y quedaba muy feo que un miembro del Parlamento fuera quien recibiese al nuevo presidente en Moncloa. En 2011 pasó algo parecido porque yo también había sido elegido diputado, pero bueno, le saludé y me retiré". Sobre estos procedimientos Aragonés se muestra mucho más frío y se limita a decir que "en esos momentos no hay traspaso de papeles".
El único momento de la conversación en el que Carlos Aragonés muestra cierta incomodidad es al recordar lo sucedido tras los atentados del 11-M. Su reflexión, tras indicar que no estuvo en la primera línea de los acontecimientos, se orienta a considerar que las decisiones tomadas estaban condicionadas por la presión de las circunstancias. "Creo que con la perspectiva del tiempo no sería igual", acierta a decir.
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Sobre recuerdos desagradables, Serrano y Aragonés coinciden en señalar que los muertos en atentados fueron los momentos que más afectaron a los respectivos presidentes, y por lo tanto a ellos mismos.
Los muertos en atentados fueron los momentos que más afectaron a los respectivos presidentes Y en relación al trabajo del día a día ambos confiesan que la frustración llegaba cuando no culminaba un proyecto concreto, "sobre todo si estabas muy identificado con él", remarca Serrano. Por el contrario, la cara positiva, "era cuando constatabas que había salido bien un debate parlamentario o una gestión que te había encomendado el presidente", añade. Aragonés resalta como buenos recuerdos "los encuentros en un parador con mi equipo para hacer estrategias en una pizarra. Creo que tuve el mejor gabinete, con Alfredo Timermans, Gabriel Elorriaga y Baudilio Tomé, entre otros".
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¿Poderes fácticos? No los reconocen formalmente, claro, y menos sus presiones. Uno de ellos sugiere que las presiones importantes, de haberlas, las digería directamente el presidente de turno. En este aspecto, Aragonés echa mano de su memoria: "¡Lo que más recuerdo es la adulación que observé durante esos años!". Y añade: "Más que miedo lo que había era muchas reservas a lo que podía publicar el BOE. Y, claro, el presidente del Gobierno es consciente de ese poder que tiene y que transmite".
No existe una "hermandad" de jefes de los gabinetes de los sucesivos presidentes del Gobierno. Tampoco a nivel internacional, aunque Serrano dice que envió a su segundo, Enrique Guerrero, a unas reuniones de jefes de gabinete de presidentes de ejecutivos que organizaba la OCDE.
Pero algo sí ha habido, según relata el propio José Enrique Serrano. En 2010 Bernardino de León, siendo secretario general de la Presidencia del Gobierno, organizó una comida a la que asistieron Alberto Aza, jefe de gabinete con Suárez, Matías Rodríguez Inciarte, ministro de la Presidencia que ejerció como director de gabinete de Calvo Sotelo, el propio Serrano "y un par más que no recuerdo, aunque no sé porque no estuvo Aragonés. Bueno, fue una comida de anécdotas. Nada más", concluye.