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Felipe González, una figura polémica 40 años después de su llegada al poder

El PSOE ha organizado este sábado en Sevilla un acto para conmemorar el 40 aniversario de la victoria electoral de 1982.

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Felipe González, María Jesús Montero y Santos Cerdán, durante la inauguración de la exposición ‘40 años de democracia, 40 años de progreso. 1982-2022'. — Alejandro Martín Vélez / Europa Press

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Poca gente como el expresidente del Gobierno Felipe González (1982-1996), el primero del PSOE, ha causado mayor fascinación y mayores críticas en la España contemporánea, entre los suyos y entre los demás. Su legado y su obra en los años de mando es objeto de estudio, de análisis y de crítica, desde posiciones antagónicas, muchas veces. Y también lo son sus actos e ideas posteriores, que han generado amplias polémicas, severas críticas y en numerosas ocasiones incomodidad, malestar, incomprensión y enfado incluso y sobre todo en su propio partido.

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González, que este fin de semana acude a Sevilla junto al presidente Pedro Sánchez a un acto que ha organizado el PSOE para conmemorar el 40 aniversario de la primera victoria electoral socialista, cuando obtuvieron unos históricos 202 escaños, es un hombre poliédrico de mil caras, al que la izquierda no tuvo en su momento ni tampoco le tiene hoy en gran estima.

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El expresidente, en su tiempo de Gobierno, ya se las tuvo tiesas con el PCE y con IU: recordados son sus conflictos con Julio Anguita, líder de IU hoy fallecido, a cuenta de muchos asuntos, pero uno capital: Maastricht y la Europa de las corporaciones y la burocracia que se ha construido.

También tuvo González relaciones tirantes con las centrales sindicales, grandes aliadas en origen, pero que fueron desvinculándose e independizándose. CCOO y UGT le hicieron varias huelgas generales: una de ellas, la de 1988 (en protesta por una reforma laboral que abarataba el despido y fomentaba la temporalidad)  logró paralizar el país prácticamente entero.

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El expresidente del Gobierno Felipe González durante la presentación de su archivo sonoro en el Ateneo de Madrid. — Eduardo Parra / EUROPA PRESS

Para la izquierda, hoy, no es un hombre ejemplar y, ni su gestión ni sus actos posteriores le han permitido envejecer con dignidad. Se recuerdan de manera recurrente sus episodios más oscuros, que los tiene, de hecho. Entre ellos, los GAL, la condena de su cúpula de Interior, los casos de corrupción, la compatibilidad de un puesto en el consejo de Gas Natural mientras presidía a la vez el patronato del parque de Doñana; su cariño hacia Juan Carlos I, el rey emérito, envuelto en una nube de escándalos; algunos discutibles guiños a dictadores  y militares; su veleidad con las leyes de memoria; sus vaivenes ideológicos, hacia tesis capitalistas y un largo etcétera.

Para comprender su obra y aspiraciones de Gobierno, en el que entró siete años después de la muerte del dictador, desde un punto de vista más amable y más cercano a las posiciones políticas de sus protagonistas, es de referencia el libro de la periodista hoy fallecida María Antonia Iglesias, llamado La Memoria Recuperada: Lo que nunca han contado Felipe González y los dirigentes socialistas.

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Incomodidad en sus filas

En el PSOE, gestionar su legado (ya lo dijo él mismo, "todo expresidente es un jarrón chino grande en un apartamento pequeño") y sus opiniones ha sido, es y será una tarea muy complicada que ha pasado por varias fases.

En Andalucía, durante los años de Gobierno de Manuel Chaves, la influencia de González fue muy relevante. Un ejemplo: la creación de una macroconsejería que vinculaba el mundo de la ciencia, la universidad y la empresa lleva su sello. No sirvió al objetivo, a la postre: generar un tejido productivo lo suficientemente innovador que contribuyera a cerrar la brecha de desigualdad de la Comunidad con el resto del país, que aún sigue siendo la misma.

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Los socialistas, desde hace unos años, no saben cómo y dónde ubicarlo y cómo gestionarlo. Sobre todo, el cambio de percepción en las filas del PSOE proviene de su apuesta por el entendimiento con el PP (también sus posiciones sobre Catalunya y contra Pablo Iglesias y Podemos) en la época de la guerra entre sanchistas y susanistas, tras la irrupción de Podemos.

Esa guerra entre Sánchez y Díaz, decantada con claridad a favor del primero, escondía otras batallas. Entre ellas, la necesidad que tenía Mariano Rajoy (PP) de una abstención del PSOE, a la que Sánchez se negó, para seguir gobernando. Entonces el expresidente González se implicó a favor de la abstención al PP, que una gestora del PSOE aplicó tras defenestrar a Sánchez. Luego, en las primarias posteriores, González apoyó a Díaz y la militancia votó mayoritariamente a Sánchez, quien hoy gobierna con Unidas Podemos. Este sábado, ambos van a compartir acto en Sevilla.

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El último episodio de la incomodidad e incomprensión que González causa en su partido ha sido un acto en Toledo, finalmente truncado, al que se filtró que podría acudir Juanma Moreno, hoy presidente de la Junta de Andalucía, el primero del PP. La derecha ha pasado de vilipendiarlo en sus años de Gobierno a elogiarlo públicamente en numerosas ocasiones. Recientemente, por ejemplo, González ha compartido escenario con el expresidente Rajoy.

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