Este artículo se publicó hace 3 años.
La estrategia de Vox, entre el 'lepenismo' y la 'orbanización'
La formación de extrema derecha sigue sin ser predominante entre las clases populares y sí es más votado entre la clase alta o media alta. En este contexto, analizamos cuáles son las estrategias del partido
Roger Suso
Barcelona-Actualizado a
La orientación de Vox, tanto en Catalunya como en el resto del Estado, es motivo de debate. ¿Cuáles son sus influencias? ¿Hacia qué modelo va? Desde Público hablamos con expertos en extrema derecha y conocedores del fenómeno para valorar la estrategia y el rumbo de la formación. En las pasadas elecciones al Parlament de Catalunya, Vox obtuvo buenos resultados en parte del cinturón obrero de Barcelona, en la zona alta de la capital catalana, en el Camp de Tarragona, en el Valle de Aran, en parte del Alt Empordà (Girona) y en zonas con fuerte presencia del Ejército, la Guardia Civil o de actividad de las guerrillas dedicadas a arrancar los lazos amarillos. Con 11 diputados y el 7,7% de votos, la candidatura de Ignacio Garriga se convirtió, partiendo de cero, en la cuarta fuerza política en Catalunya.
Para empezar, Sergio Gracia, investigador especializado en la ultraderecha y director del medio de análisis y estudio sobre extrema derecha Cinved, resalta un rasgo importante que caracteriza a Vox en Catalunya, distinto al Vox estatal: su composición como partido político aquí viene determinada por la herencia de Plataforma per Catalunya (PxC), que en 2019 cesó su actividad para incardinarse en Vox, adquiriendo con ello el discurso islamófobo y antiinmigración de la era Anglada. "Por supuesto el proceso independentista ha sido uno de los caballos de batalla del partido de Abascal", afirma Gracia. La explicación dominante sostiene que Vox surge y crece a causa y gracias a la cuestión catalana: el independentismo despertó a la derecha radical. Otros argumentan que el fascismo de hoy ha utilizado la lucha contra el independentismo para blanquearse y legitimarse ante la sociedad española.
En Catalunya, "Vox ha instrumentalizado los símbolos autonómicos, algo que no ha realizado en el resto de comunidades autónomas", sostiene Gracia. "Al final recurrieron a la defenestrada senyera para sus mítines en campaña", expone el experto cordobés. Éste es un posicionamiento que, como ha explicado el fotoperiodista barcelonés Jordi Borràs en varios artículos en Crític, bebe principalmente del concepto del catalanismo hispánico que impulsaron en los años noventa grupos como, por ejemplo, el Movimiento Patriótico Catalán, para redescubrir y reinterpretar la catalanidad como algo únicamente español.
Para Daniel V. Guisado, politólogo y analista de la Universidad Carlos III de Madrid, Vox actualmente "no presenta significativas diferencias entre Catalunya y el resto del país". "Su trayectoria de crecimiento se ve profundamente acotada. El conflicto territorial no es tan intenso como hace años, y ya hay muchos partidos que bailan en esta pista de baile", afirma Guisado.
Poco votante de clase trabajadora
Herencia de PxC, unos momentos con mayor fuerza y otros con menos, la lepenización de Vox es una asunción que siempre ha existido. En este caso, se trataría de la posibilidad de que el partido, como ha hecho Marine Le Pen en Francia, estuviera por la tarea de penetrar y lograr votos entre la clase trabajadora, en una apuesta clara por el llamado "chovinismo del bienestar", la idea de un estado del bienestar que priorice a los autóctonos y restrinja las prestaciones a los ciudadanos de origen extranjero.
Recientemente, ha planeado también la posibilidad de una orbanización del partido, a imagen y semejanza del Fidesz húngaro de Viktor Orbán, y convertir a Vox en la fuerza hegemónica de la derecha y del conservadurismo al considerar que el giro obrerista ya no es suficiente para ganar. "Es cierto que Vox ha llevado a cabo pruebas de nuevas tácticas políticas. La campaña de Madrid es un ejemplo", sostiene Guisado. Con la hegemonía de Isabel Díaz Ayuso, la banalización de la libertad post-confinamiento con un discurso de gran calado sobre las cañas y las tapas, la campaña de Vox estuvo "más anclada al eje securitario y nativista, y la crítica" multicultural".
Pese a una cierta retórica y gestos obreristas, consumada con la creación del sindicato anticomunista Solidaridad, inspirado en la federación sindical polaca de raíces cristianas, "es rotundamente falso que la clase trabajadora vote a Vox. En otros países los partidos de derecha radical sí que han logrado importantes apoyos entre las clases más humildes, pero no es el caso de España", argumenta Guisado. "Por supuesto que habrá gente trabajadora que vota a Vox, pero en términos estadísticos esto es más una anécdota que una generalización".
Para Guisado, el partido de Abascal "es económicamente de derechas y moralmente conservador. En este sentido, se asemeja mucho más a partidos del este que a partidos radicales del norte de Europa". No hay, por ahora, ningún giro chovinista o lepenista en Vox. De hecho, como todos los principales partidos de derecha radical de Europa, promueve rebajas de impuestos, pero al contrario de lo que suele predicarse, no para las clases populares, sino para empresarios y rentas altas. Gracia afirma que el partido ha decidido abrazar las políticas de Orbán, como el cierre de fronteras, la construcción de muros en Ceuta y Melilla o la defensa férrea de la familia clásica.
Importación de fórmulas
¿Podría hablarse de una salvinización de Vox? Para Alba Sidera, periodista especializada en extrema derecha y corresponsal en Roma, no. Según explica Sidera es un término "problemático" porque actualmente Matteo Salvini (admirador público de Orbán), en pleno escenario de competición con el partido posfascista de Giorgia Meloni (los Hermanos de Italia), realiza equilibrios a tres bandas. Entre el querer contentar al corriente de Giancarlo Giorgetti y Luca Zaia, muy ligados a los empresarios del norte de Italia, que quieren una Liga moderada y cercana a la CDU alemana; conciliar con la corriente ultraconservadora, católica e identitaria que se refleja en Orbán y Bolsonaro; y avenirse con aquellos partidarios que le reclaman un regreso al Salvini estridente y populista, abiertamente racista y capaz de unir, al estilo Le Pen (o Mussolini), a los "patriotas de izquierdas y de derechas".
Adicionalmente a esto, entre la posible lepenización u orbanización de Vox, Guillermo Fernández-Vázquez, investigador de la Universidad Complutense de Madrid, habla en la revista La U, de lo que llama la venezuelización de Vox, es decir, del endurecimiento de su estrategia de oposición al gobierno de Sánchez con la adopción de un relato de estar viviendo en una dictadura, con un lenguaje neocon muy cercano al que usa la oposición en Venezuela. Así es como los voxistas hablan de "gobierno totalitario", "socialcomunismo", "gulag", "bolivarismo", "barrios seguros" o "aplicar el 155".
Ese marco parece consolidado. "Ahora toca abonar el terreno vendiendo un presente desolador", opina Gracia. El problema es que Vox "trata de importar fórmulas ganadoras de otros países que en España pueden no encajar". "La sensación es que Vox no sabe lo que quiere ser de mayor", concluye Guisado. Sea como fuere, lepenización, orbanización, venezolización, salvinización o trumpismo, seguramente ni todo, ni nada, sino algo de cada y equilibrios. Vox ha construido un discurso propio que le aleja del franquismo del bunker (a pesar de ciertas interferencias) y lo conecta intelectual y políticamente a la derecha de los años treinta de José Calvo Sotelo, Renovación Española.
La otra gran pata del cuerpo ideológico de Vox está en el gustavobuenismo, que aboga con furor, a rebufo del bestseller de Elvira Roca Barea Imperiofobia, por la reivindicación del Imperio Español, y, concretamente, de un imperio opuesto al mundo anglosajón y protestante. De hecho, Garriga, para referirse a los países latinoamericanos y a las comunidades hispanohablantes, fue de los primeros en aludir públicamente en sede parlamentaria al concepto, de creación propia, de "Iberosfera", para crear eventualmente un espacio de contrapeso y proyección de España al margen de la Unión Europea y batallar culturalmente el Foro de Sao Paulo y el Grupo de Puebla. Si Vox tiene un rumbo claro es el de ondear la bandera para salvaguardar la unidad de España. Y aquí, por la renovación española, más allá de la foto de Colón, siempre encuentra aliados.
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