Este artículo se publicó hace 4 años.
Cuando el emérito apoyaba la dictadura franquista frente a las campañas "antiespañolas"
Se cumplen 50 años del acto propagandístico en Plaza de Oriente, utilizado por el régimen para tratar de contrarrestar las críticas internacionales por el Proceso de Burgos. El entonces príncipe Juan Carlos acompañó a Franco en el balcón. Pocos días después, el dictador reivindicó que estaba "asegurada hacia el futuro la continuidad del régimen".
Bilbao-Actualizado a
Hacía frío, pero dentro del helicóptero nada de eso se sentía. Debajo, en un Madrid invernal y prenavideño de 1970, la Plaza de Oriente, foco tradicional de la apología franquista, empezaba a poblarse de manifestantes. No había gritos ni pancartas a favor de la democracia, sino precisamente lo contrario: allí se aplaudía la continuidad del régimen. Juan Carlos de Borbón, príncipe heredero, miró desde arriba. Luego aterrizó, se reunió con Franco y salió al balcón con él para demostrar que la dictadura tenía su inquebrantable apoyo.
La foto se registró hace hoy 50 años. No fue una foto más para la dictadura, que la premió como la mejor imagen de 1970. En ella está Francisco Franco con los brazos abiertos, dejándose aclamar. Justo detrás se ve a Juan Carlos. También aparece la princesa Sofía. A esa misma hora y a 250 kilómetros de distancia, unos militares valoraban si ordenaban matar o no a un grupo de jóvenes relacionados con ETA. Era el Proceso de Burgos.
Medio siglo ha pasado de aquel juicio, de las campañas de presión internacional para frenar las penas de muerte y, también, de la imagen en la que el entonces príncipe y ahora rey emérito aparece apoyando al régimen ante los fuertes cuestionamientos que recibía por grupos opositores, representantes eclesiásticos y Gobiernos de todo color. El clamor mundial buscaba evitar que la dictadura decretara la pena de muerte para los acusados.
Juan Carlos ya era entonces el heredero elegido por Franco. El día 8 de diciembre, coincidiendo con la Festividad de la Patrona de Infantería –y con el juicio en Burgos ya en marcha–, el príncipe acudió a la escuela de Aplicación y Tiro de Infantería de Madrid, donde pronunció un discurso en el que defendió que el Ejército franquista esta "por encima de intereses mezquinos o bastardos" y que era garante de la "justicia, el orden y la libertad".
En aquel contexto, los medios de prensa del régimen daban cobertura diaria a las distintas actividades que realizaba el príncipe, al tiempo que realzaban las declaraciones de apoyo y fidelidad que formulaban distintos cargos de la dictadura franquista. De esa manera, la imagen de Juan Carlos de Borbón como futuro heredero del dictador era reforzada por la prensa de la época.
Mientras tanto, las movilizaciones por el Proceso de Burgos se recrudecían. El 14 de diciembre el dictador ordenó el estado de excepción en toda España, pero ni siquiera así logró frenar el clamor popular contra la pena de muerte. En ese contexto, la dictadura puso en marcha una operación para tratar de demostrar que no estaba tan sola como parecía.
Era un momento muy especial. "Había una respuesta interna fuerte frente al régimen, mientras que a nivel internacional estaba desacreditado", destaca Julián Sanz, profesor de Historia Contemporánea de la Universidad de Valencia. "Ante el incremento de la represión, la dictadura buscó escenificar que tenía cierto apoyo de la población para dotarse de una supuesta legitimidad popular, tal como ya había ocurrido en los momentos de mayor aislamiento a nivel internacional", subraya.
Franco le esperaba
Así llegó el día 17 de diciembre, con Juan Carlos realizando prácticas de piloto a bordo de un helicóptero que sobrevolaba Madrid. El entonces príncipe aterrizó en la Plaza de la Armería del Palacio Real, donde le esperaba Franco. Según trascendió al día siguiente, ambos estuvieron reunidos antes de salir al balcón principal del edificio. El reloj marcaba las 13.50 y el principal acto de la operación propagandística contra el "desprestigio" del régimen estaba a punto de comenzar.
Hubo una serie incontable de gritos tales como "Arriba España", "Viva Franco", "Viva el príncipe" o "la ETA al paredón"
"Españoles: no encuentro palabras para corresponder a esta afirmación de unidad de la patria y del destino de nuestra nación. Porque tenemos un Estado de derecho, porque tenemos hecha nuestra Constitución y Leyes Institucionales, tenemos solución para todos los problemas. Gracias por esa vigilancia constante, por esta explosión de fe y entusiasmo, secundada por el pueblo, el pueblo verdadero con fe en los destinos de la patria", dijo Franco desde el balcón. Según relata la prensa de la época hubo una serie incontable de gritos tales como "Arriba España", "Viva Franco", "Viva el príncipe" o "la ETA al paredón", un inconfundible deseo respecto al juicio-farsa que en ese preciso instante se celebraba en Burgos.
"En aquel momento, Juan Carlos significaba para la dictadura una apuesta de futuro: la mayor preocupación del aparato franquista era que se desmontara el régimen o no pudiera prolongarse", destaca Sanz. En esa línea, remarca que el príncipe heredero era "una garantía de continuidad" para la dictadura. De ahí los vítores "a los príncipes de España" que también se escucharon en Plaza de Oriente. "Una enorme multitud aclama a Franco y al Príncipe Don Juan Carlos", titulaba al día siguiente La Vanguardia Española.
El ahora rey emérito nunca se pronunció de forma crítica sobre esas muestras de respaldo a la dictadura, realizadas incluso en momentos tan graves como los registrados en aquel diciembre de 1970. "Juan Carlos nunca ha ocultado su simpatía personal por Franco. Siempre ha hablado bien del dictador, tanto a nivel político como, sobre todo, personal", afirma Sanz.
"Aquí hay algo que todo el mundo sabe y nadie niega, pero se minimiza: Juan Carlos es el heredero directo de Franco a título de rey, mientras que la restauración dinástica, que se prolonga hasta hoy, tiene lugar en el marco de una dictadura", señala por su parte Juan Andrade, doctor en Historia Contemporánea y profesor de la Universidad de Extremadura.
Sanz añade otra valoración sobre este punto: a su juicio, si el exmonarca "hubiese planteado una visión justificativa, al estilo de 'me vi obligado', seguramente se la habrían comprado en algunos sectores de opinión". "Sin embargo, nunca tuvo interés en hacerlo, ni tampoco ha mostrado ni el más mínimo remordimiento o conciencia crítica. Su objetivo era llegar al trono", apuntó.
En aquel diciembre de 1970, Franco dejó claro que confiaba plenamente en su sucesor. En el discurso de fin de año –pronunciado el 30 de diciembre–, el dictador afirmó que "la adhesión que las Cortes españolas prestaron a la designación del Príncipe de España representó ciertamente un hecho histórico cuyos benéficos efectos sólo a lo largo de los años en el transcurso del tiempo (sic) se dejarán sentir".
"Continuidad asegurada"
El jefe de la dictadura transmitió entonces un mensaje rotundo: el respaldo obtenido por el príncipe Juan Carlos "significa que está asegurada hacia el futuro la continuidad del régimen, siempre que los españoles adquieran clara conciencia de que la paz, la seguridad y la libertad sólo son posibles dentro del marco de leyes que nosotros mismos nos hemos dado y que tenemos el honor de salvaguardar".
Fue precisamente ese 30 de diciembre cuando Franco acabó cediendo ante la presión internacional. Ese día, el dictador decidió finalmente conmutar las penas de muerte dictadas por el tribunal militar contra seis militantes de ETA. "En la conmutación de penas de muerte –aparte de la presión externa– también tuvo mucho que ver la presión dentro de España: al régimen le preocupaba mucho que la oposición fuera capaz de movilizarse ya no solo por conflictos obreros o estudiantiles, sino para oponerse a la represión, era algo que inquietaba al régimen", señala Sanz. En aquel contexto, Juan Carlos de Borbón encarnaba la esperanza de "continuidad" de la agónica dictadura.
Comentarios de nuestros suscriptores/as
¿Quieres comentar?Para ver los comentarios de nuestros suscriptores y suscriptoras, primero tienes que iniciar sesión o registrarte.