València
El flirteo con la posibilidad de un llamamiento anticipado a las urnas venía de lejos. El entorno de Presidencia había sopesado el uso de esta prerrogativa estatutaria a lo largo del último año pero el globo sonda siempre acababa pinchando. Hasta ayer. El president de la Generalitat Valenciana, Ximo Puig, anunciaba después de un Consell extraordinario el avance de las elecciones autonómicas valencianas.
Su principal justificación: la singularización del calendario electoral propio con el objetivo, dijo, de avanzar en el autogobierno y visibilizar el “problema valenciano” a escala estatal. Un argumento, sin embargo, que choca paradójicamente con la fecha elegida: el 28 de abril, el mismo día de los comicios estatales. ¿Se está quedando Puig con nosotros? ¿La operación singulariza o españoliza aún más la cita electoral valenciana?
Las voces consultadas para este artículo no dudan de la contaminación que se producirá por la dinámica política estatal. Más aún atendiendo a la incuestionable tradición sucursalista en el comportamiento del electorado valenciano, donde el fenómeno del voto dual podría quedar esta vez más diluido que nunca. Para Andrés Boix Palop, profesor de derecho público de la Universitat de València, es justo lo que busca Puig: ante unas perspectivas electorales en clave valenciana que para el PSPV-PSOE no eran malas pero tampoco particularmente buenas, el president se entrega a la inercia del voto estatal, aprovechando el viento a favor que las encuestas le dan a Pedro Sánchez.
A pesar de la imagen de gobierno cohesionado, las tensiones entre cargos medios se han hecho presentes a lo largo de la legislatura
Pero además de este efecto, el anuncio de ayer también tiene una lectura claramente interna en relación a sus socios de gobierno, Compromís, el único partido estrictamente valenciano que se presenta a las elecciones. La coalición quería jugar sus cartas el 26 de mayo, aprovechándose de la fuerte implantación municipal para afrontar también la partida autonómica. “La decisión del PSPV-PSOE y de Puig demuestra que su prioridad, antes incluso de conservar el gobierno del Botànic, es tratar de destrozar a su rival potencialmente más peligroso”, razona Boix. La formación valencianista, contraria al adelanto, escenificó ayer su desagrado a través de una comparecencia de la vicepresidenta Mónica Oltra, visiblemente dolida. Oltra argumentó que el gobierno del Botànic había tomado 5.746 decisiones por unanimidad a favor del pueblo valenciano pero que la de ayer había sido la única decisión tomada sin esa unanimidad, imponiéndose el voto de calidad del president.
Para Quico Miralles, politólogo y consultor, se trata de un movimiento táctico y partidista ante una cita electoral atomizada y polarizada. “Puig juega al doble o nada. El PSPV-PSOE teme estar en minoría en el Consell. Se juegan el Botànic a cambio de poder gobernar con cierta comodidad y sin la presiones que han recibido esta legislatura por parte de sus socios”, sostiene. De hecho, a pesar de la imagen de gobierno cohesionado, las tensiones entre cargos medios se han hecho presentes a lo largo de la legislatura. Esta animadversión ha cristalizado en este avance electoral deliberado que, según apunta el politólogo, acaba con las opciones de Mónica Oltra de optar a la presidencia de la Generalitat.
“Puig habrá valorado los beneficios pero no sé si ha medido bien los riesgos”, expresa, por su parte, el periodista Antoni Rubio. Con la derecha movilizada después de los resultados en Andalucía, está por ver cómo le sale la jugada al president. Para Rubio, si las izquierdas vuelven a sumar, el capítulo de ayer marcará las cartas en la batalla por la presidencia, que esta vez sería más dura que en 2015. Podem, la tercera pata del acuerdo del Botànic, ya insinuó hace unos meses que el president no debe ser necesariamente el más votado.
La participación, el factor diferencial
Más allá de la “singularización”, el verdadero motivo al que se cuelga el president Puig es el de la búsqueda de una participación histórica. Adosar los comicios valencianos a una cita electoral estatal que se antoja muy movilizada supone sumar opciones a las posibilidades de las formaciones progresistas valencianas. Todo ello, teniendo en cuenta que el voto en unas autonómicas en el País Valenciano se suele situar en un 70% y que la participación suele subir bastante en unas estatales. En este territorio, uno de los que consigue siempre mayor participación, el voto en las estatales puede dispararse de tres a seis puntos respecto a unas autonómicas.
“El PSPV-PSOE calcula más o menos acertadamente sabiendo que una participación por encima del 75% le beneficia. Sin embargo, si la cosa se queda en un 70 o 71%, puede pasar de todo”, explica Miralles. Para el politólogo, la lectura que ha hecho el PSOE pasa por incrementar cinco puntos la participación pensando que así se salvan, con el temor evidente que la cuestión en Catalunya se reactive y que una parte de su electorado pudiera abstenerse.
El voto en las estatales puede dispararse de tres a seis puntos respecto a unas autonómicas
Así pues, los valencianos están llamados a votar el mismo día que elegirán a los representantes para las cámaras estatales. Tal como subraya el periodista Rubio, lo harán en medio de un puente festivo, cosa que puede acelerar los trámites del voto por correo, con todas las dudas de fiabilidad que ello genera. Está también por ver si las elecciones valencianas interesan en el resto del Estado o si más bien el “problema valenciano” queda fagocitado por la dinámica estatal. El 29 de abril, en muchos pueblos valencianos, se representarán como cada año los milagros de Sant Vicent Ferrer, el patrón por el que es fiesta ese día. En los altares políticos, quizás algunos esperan algo más que un milagro.
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