Los ejes de la campaña de las europeas: el machismo de Cañete y la crítica al bipartidismo
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El debate entre los cabeza de lista de PSOE, Elena Valenciano, y del PP, Miguel Arias Cañete, resultó determinante en el devenir de la campaña electoral para las elecciones del domingo. Mientras, IU, UpyD y las nuevas fuerzas políticas [Partido X, Podemos o Vox, entre otras] se centraron en denunciar el bipartidismo imperante en Europa y en España e intentaron, así hacerse un hueco —mayor, unos; y por primera vez, los otros] en el Parlamento Europeo.
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En Ferraz, antes del jueves 15 y de que ese día la también número dos de los socialistas venciera cómodamente al exministro en el cara a cara, el perfil bajo de la candidata había marcado los primeros mítines. Por cuestiones ajenas —el accidente de Badajoz y el asesinato de Isabel Carrasco— Valenciano suspendió hasta cuatro actos, a los que se sumaron las cancelaciones producidas por el cambio de fecha del encuentro en televisión.
El debate mostró a un agarrotado y titubeante Cañete frente a una contundente Valenciano
Pero además, el equipo coordinador de la campaña que ha tenido al frente al secretario de Organización, Óscar López, optó en esos primeros días por huir de los grandes escenarios y por forzar actos pequeños, de no más de 500 personas, para evitar un pinchazo añadido al desánimo de las bases. Hasta el debate, los temas centrales de los discursos de la candidata fueron los tres ejes que ha remarcado a lo largo y ancho del país: la economía, los jóvenes y la igualdad.
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Los socialistas partieron, además, a la defensiva ante las continuas insinuaciones de partidos como IU o UPyD acerca de una gran coalición. Las palabras que al respecto dijo el expresidente Felipe González en el segundo día de campaña, respaldando esa alianza si fuera necesario, auguraron además que esa línea de defensa ante el "PP y PSOE son lo mismo" iba a tener que prolongarse hasta el final de la campaña por la utilización de esa idea que iban a hacer el resto, incluido el partido de los conservadores.
Llegó entonces el debate, que mostró a un agarrotado y titubeante Cañete frente a una contundente Valenciano, y que fue recibido como el maná en la casa socialista. Sobre todo porque, al día siguiente, para justificar su actitud, el exministro argumentó que no había podido mostrar su "superioridad intelectual" por enfrentarse a una mujer. Ahí empezó la campaña de verdad para el PSOE. Valenciano se creció en los mítines, que la organización empezó a celebrar en recintos más grandes —el fin de semana pasado, en Murcia y en Valencia se congregaron unas 3.000 personas—, y el público empezó por lo menos a agitar las banderas del partido con algo más de ímpetu.
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Los socialistas europeos se volcaron entonces con Valenciano, poniendo en marcha una campaña contra Cañete cuyo último objetivo es impedir que el PP le confirme como candidato a comisario. La cabeza de lista, que apela permanentemente al voto útil, está convencida de poder vencer a la derecha en las urnas.
La socialista, que apela al voto útil, está convencida de poder vencer a la derecha en las urnas
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No opinan lo mismo en Génova, donde a pesar de haber vivido una campaña complicada y de que las encuestas sólo les deparen una "ajustada" victoria, todavía se dan por ganadores. Y eso a pesar de que las declaraciones de Cañete habían lastrado los aires de superioridad con los que el PP comenzó la batalla electoral.
Tras haber arreglado la polémica suscitada por el expresidente José María Aznar —que se quejó de haber sido marginado por su partido—, dejándole presentar al candidato en un acto previo al inicio del período electoral, los conservadores arrancaron con fuerza su campaña.
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Desde el inicio, la estrategia de los conservadores se basó en vender al partido del Gobierno como el único capaz de poder "consolidar" la recuperación de la Economía y el empleo, garantizar "la unidad de España" haciendo frente al soberanismo catalán, y defender a las víctimas del terrorismo. La manida "herencia recibida" les servía, además, para arremeter contra el PSOE y utilizarnon las etiquetas de "separatistas, radicales, anticonstitucionales y populistas", entre otras, para despreciar a otros partidos como Podemos, Partido X o sus propios excompañeros de partido: Vox.
El dibujo de Cañete ideado para los carteles contribuía, además, a presentar al partido y a su candidato "bonachón" como el que mejor puede "defender los intereses de los españoles en Europa" —especialmente de agricultores, ganaderos y pescadores—, gracias a la buena imagen que el exministro de Agricultura se había ganado en los años que trabajó allí. Una buena imagen que se vino abajo con su mala actuación en el cara a cara con su rival socialista y más aún con sus excusas misóginas del día siguiente.
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El PP reaccionó a las críticas escondiendo a su candidato, que anuló varias entrevistas
El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, salió al rescate, presentándole de nuevo como "el mejor candidato", pero ante la insistencia de las críticas, el PP reaccionó entonces escondiendo a un ya apagado Cañete, que anuló varias entrevistas que tenía previstas ya con varios medios de comunicación.
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Esa estrategia tampoco funcionó y, en cuanto saltó a la palestra que la frase sobre la "superioridad intelectual" del candidato podría lastrar no sólo el resultado de las elecciones, sino también sus aspiraciones a ocupar un puesto en la Comisión Europea, Génova le instó a pedir disculpas. Y ahí volvió la euforia. El pasado miércoles, el mismo día en el que Cañete lamentó su comentario "desafortunado", el exministro volvió a recuperar su confianza tras recibir en Valencia el apoyo de Rajoy, de Esteban González Pons (su número dos) y de 7.000 eufóricos militantes que volvieron a hacerle sonreir.
Ahora el Gobierno ya evita ofrecerle su apoyo explícito para ocupar el puesto de comisario —en el que él también asegura no pensar aún—, pero sí confían en él para ganar los comicios del domingo. También le apoyan en Génova, donde tanto el inicio como el cierre de campaña se convirtieron en una fiesta propia de una victoria electoral.
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El cabeza de lista de IU al Parlamento Europeo, Willy Meyer, junto a la candidata de Esquerra Unida, Marina Albiol. - EFE
Cuando el secretario de Organización, Miguel Reneses, presentó lo que sería la campaña de La Izquierda Plural para estas elecciones europeas habló de lluvia fina y de ejército de sujetos electorales, trataba de explicar que desde IU se proponían estar en todos los rincones posibles y que, a falta de medios, tendría que ser la militancia la que pasara la bola de boca a oreja movilizando a la gente para los actos electorales. No se puede decir que no hayan cumplido.
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El arranque de la campaña se vio enturbiado por la moción de censura que el PSOE presentó en Extremadura, pero la Federación gestionó bien el asunto con su abstención y las explicaciones pertinentes. Días más tarde se conoció que los socialistas habían intentado pactar con Monago un Gobierno conjunto antes de contar con IU.
El arranque de campaña de IU
se vio enturbiado
por la moción de censura del PSOE
en Extremadura
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De pactos entre PP y PSOE ha ido sobre todo la campaña que ha encabezado Willy Meyer, quien después de la intervención de Felipe González en El Objetivo llamando a una gran coalición entre socialistas y conservadores si fuera necesario, sacó pecho diciendo que habían conseguido poner la cuestión fundamental del bipartidismo en el centro del tablero y que estaban condicionando la campaña.
Pero el debate entre Cañete y Valenciano y el patinazo del cabeza de lista del PP con su comentario machista consiguieron desactivar la discusión sobre el hipotético pacto. Meyer pasó entonces al ataque pidiendo el voto a los socialistas decepcionados y así ha seguido hasta este viernes. Por otro lado, también parece haber empezado a sentir el aliento de Podemos, ya que en los últimos días habla de IU como "un proyecto consolidado", frente a la novedad.
IU afronta las votaciones del domingo como si fuera el "principio del fin del bipartidismo" en palabras del propio Meyer a Público. Pero la militancia y un buen sector de los dirigentes no aceptarán cualquier resultado como bueno ─para mejorar lo anterior, tres eurodiputados serían suficientes─, lo que podría abrir un intenso debate interno con las municipales y autonómicas de 2015 como telón de fondo.