La caza del diputado
Los parlamentarios reconocen que en la calle han perdido todo crédito y pueden ser objeto de críticas, burlas o insultos
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¿Puede andar con tranquilidad un diputado o una diputada por cualquier calle de cualquier ciudad sin temor a ser increpado por cualquier paseante que le reconozca?. "Hasta el momento no guardo ninguna mala experiencia, pero la verdad es que estoy preparado para cuando ocurra", asegura con ironía una de las caras más conocidas del arco parlamentario, el portavoz del grupo catalán CiU, Josep Antoni Durán i Lleida (CiU por Barcelona).
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No es el único que se manifiesta en similares términos. Prácticamente todos dan por sentado que "en la calle" no hay un ambiente muy favorable a la condición de diputado. "El ejercicio de la política, la verdad sea dicha, está mal considerado y el político, peor todavía. Sin embargo, creo que lo que la gente nos exige es que cambiemos las cosas para que funcionen, no he encontrado a nadie antisistema. La exigencia es que el sistema funcione, que busque soluciones a los problemas que tiene la gente".
Quien se manifiesta así es Mariví Monteserín (diputada socialista por Asturias), quien ha abierto una oficina parlamentaria en su localidad, Avilés, para estar en contacto los sábados por la mañana con la ciudadanía. "La pago con mi sueldo y la atiendo yo. En las dos últimas semanas han aparecido docenas de personas. Todas quieres soluciones: el parado, cursos de formación efectivos; los jubilados, información sobre el futuro de sus pensión; los jóvenes, documentación de dónde pueden encontrar trabajo y formación. No me ha venido ningún indignado; eso sí todos quieren cambios", afirma.
En el lado opuesto se encuentra el diputado Ignacio Uriarte (popular por Valencia), quien no tiene problemas para admitir que en los últimos meses ha tenido no pocas anécdotas desagradables "de distinto tono". La última, sin ir más lejos, hace unos días, aquí al lado del Congreso. "Estaba en la FNAC de Callao viendo unos discos cuando se me acercó un joven y me dijo al pasar 'mira, aquí hay un hijo de puta del PP'. Bueno, lo que haces es ser cauto y pasar, pero no ha sido la única vez. Curiosamente siempre ha sido por aquí, por el centro de Madrid, en otros barrios no". Algo que no sucede en Valencia, por donde es diputado, y por donde confiesa que no pasa mucho tiempo.
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Antonio Hernando (socialista por Madrid), miembro de la ejecutiva del PSOE, también ha tenido alguna experiencia no muy agradable. "Fue al poco de perder las elecciones, en una calle cerca de Ferraz (la sede federal del PSOE). Me reconoció una señora, me cogió por banda y me pegó una bronca en términos muy duros. Fundamentalmente, sus quejas eran por lo que había dejado de hacer el Gobierno socialista. Recuerdo que lo pasé bastante mal ante sus críticas", sentencia Hernando, quien no almacena otra experiencia similar.
Otro diputado que ha sufrido la crítica ciudadana es Valeriano Gómez (socialista por Madrid), último ministro de Trabajo del Gobierno de Zapatero. "Sí, recuerdo un incidente mientras estaba de compras en el supermercado. Una persona ya entrada en años, al otro lado de un estante, me señaló diciendo 'mira, aquí está el responsable del paro'. Claro, yo me quedé muy sorprendido y solo acerté a decirle que creía que exageraba... La verdad es que aquello acabó de una forma sorprendente: minutos después me encontré a este señor un tanto despistado ante una estantería buscando no sé qué. Me ofrecí a ayudarle, le encontré lo que buscaba y quedamos tan amigos". Gómez no recuerda otra escena similar, "desde luego no como ministro", sentencia.
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No todas las historias de este tipo acaban igual. Carles Campuzano (CiU por Barcelona) no tiene buen recuerdo de la ocasión en la que tuvo que oír una conversación muy agria sobre la política "y esos que se dedican a politiquear". "Claro, se referían a mí; eran dos hombres que estaban a mi lado, en los vestuarios del gimnasio, prácticamente desnudos todos. En fin, ya te puedes imaginar... ellos además a voz en grito con adjetivos como sinvergüenza y similares. Y lo peor es que eran habituales, no eran caras desconocidas para mi. Bien, resuelves el asunto con mucho sentido común y sin contestar, aunque no faltaron ganas", dice el diputado catalán.
Quien no se quedó callado fue el líder de la oposición Alfredo Pérez Rubalcaba (socialista por Madrid). En un viaje junto a otros diputados en Bruselas, de camino a un restaurante junto a la Grand Place, un grupo de españoles "vestidos para ir a cazar perdices", según un acompañante del líder socialista que relata el incidente, "increparon a Rubalcaba de malos modos en plena calle. Rubalcaba, al darse cuanta, se dirigió a ellos preguntándoles qué era lo que planteaban. De forma sorprendente, el grupo dio media vuelta y desapareció. Seguramente no se esperaban la reacción que tuvo", recalca el testigo del incidente.
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"En ocasiones la cosa acaba en debate subido de tono"
En cualquier caso, la mala imagen de los diputados alcanza también a su ámbito más cercano: a los amigos y a la familia. No son pocos los que reconocen que en sus círculos más inmediatos deben dar explicaciones, o incluso sufrir el estigma de la condición de político. Un caso significativo es el de la madre de una veterana parlamentaria del PP de una circunscripción castellana. "Mi madre, que vive en una localidad mediana, lleva ya varias semanas diciéndome que cada vez que sale al mercado a comprar lo hace con cierta preocupación por si alguien le comenta algo; vamos por ser la madre de una diputada. Eso antes nunca me lo había comentado", recalca la parlamentaria que prefiere que no se cite su nombre.
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Otros parlamentarios, Carlos Salvador (UPN por Navarra) y Guillermo Mariscal (popular por Las Palmas) reconocen que cada vez con mayor frecuencia deben dar explicaciones a sus entornos familiares. "Es algo que está ocurriendo a menudo. Te piden más datos que la gente de la calle y en ocasiones la cosa acaba en debate subido de tono", explica Mariscal, quien, sin embargo, no recuerda anécdotas desagradables "por la calle". Algo similar explica Salvador sobre las exigencias que le plantean desde los entornos más cercanos como el familiar. "Creo que es una consecuencia lógica de lo que ocurre en la calle", razona.
Este parlamentario de UPN, en cambio, sí ha tenido una experiencia para olvidar. "Fue hace unos ocho meses, en un viaje en avión desde Madrid a Pamplona. Estaba con Uxue Barkos (GBai por Navarra) y nos sentamos en la parte de delante, en preferente según nuestros billetes que entrega el Congreso. Pues bien, una señora se puso hecha un basilisco diciendo que cómo era posible que fuéramos en preferente y ella en turista cuando era ella quien pagaba los billetes con sus impuestos", recuerda con tristeza. "En ese momento no puedes explicar que es un convenio entre el Congreso e Iberia, que no es más caro que el billete turista y que además permite hacer cambios sin costes...", insiste Salvador con cara de circunstancias.
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López Garrido: "Fue desagradable, francamente, no hubo ocasión de explicar nada"
Algo parecido le ocurrió al diputado Diego López Garrido (socialista por Madrid). Fue con ocasión de un viaje de trabajo desde Madrid a Praga, junto a un grupo de colegas de varios grupos parlamentarios. "Sí, lo recuerdo. Fue desagradable, francamente. Un señor me reconoció a mí y se puso a lanzar improperios por viajar en primera clase en el avión... . No, no hubo ocasión de explicar nada". Al margen del incidente este parlamentario asegura que no ha tenido ningún altercado o anécdota destemplada.
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Pero también hay señorías cuyos relatos van en dirección contraria, con experiencias favorables atribuibles a su condición de parlamentarios. Irene Lozano (UPyD por Madrid) es una de ellas. "No he tenido ningún incidente. Antes al contrario, las experiencias con gente que no conoces y que te identifican como diputada son más bien agradables. Las dos últimas en un bar con jóvenes. El comentario común era del tenor de '¡dales caña, Irene!'. Yo creo que la gente agradece y exige al mismo tiempo cercanía y que se le expliquen las cosas. A veces es muy sencillo", comenta esta parlamentaria nueva en el hemiciclo.
En similares términos se expresa la diputada Delia Blanco (socialista por Madrid): "Mi experiencia en el contacto con la gente a pie de calle es muy gratificante, francamente. Incluso tengo experiencias acudiendo a manifestaciones ciudadanas, de barrio aquí en Madrid, completamente reivindicativas". "Creo que la ciudadanía valora que estés a su lado. Donde tengo más críticas por mi actividad política es en el ámbito familiar, aunque tal vez en este entorno las exigencias son de otro tenor", añade.
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Gaspar Llamazares (IU por Asturias) y Magdalena Valerio (socialista por Guadalajara) coinciden en relatar la ausencia de incidentes. Acaso, algunas anécdotas de personas descaradas y en encuentros circunstanciales. "Bueno, desde hace años algunos fachas de mi barrio sacan la mala bestia a pasear, pero eso es de siempre", cita Llamazares con cara de resignación y una sonrisa. Su colega va más allá: "La verdad es que estoy acostumbrada a recorrerme la ciudad de Guadalajara puerta a puerta y la mayoría de las experiencias son positivas. Es cierto que te encuentras críticas, pero todas razonadas y exigentes; nunca me he encontrado con descerebrados. Con quien nos han dejado de votar sí, pero hay que trabajar para que vuelvan a hacerlo", dice Valerio.
Con todo, las anécdotas más comunes son con el gremio de taxistas, de Madrid y de otras localidades. Las hay de todos los colores. Desde quienes aprovechan la carrera para lanzar soflamas y discursos políticos descalificadores para los parlamentarios y su trabajo, hasta aquellos que manifiestan incluso complicidades. Carmen Montón (socialista por Valencia) tuvo que sufrir una perorata de las que hacen época en un trayecto hasta el aeropuerto de Barajas. "Creí que aquello no acababa nunca; estuve en un par de ocasiones a punto de decirle que parara, que me bajaba. Realmente fue un maleducado", dice. Su compañera de escaño Susana Ros (socialista por Castellón) tiene, sin embargo, una anécdota que califica como "gratificante": "El taxista me reconoció como diputada por Castellón al pedirle el servicio por la tarjeta que tenemos. Pues bien, sin decirle nada me dijo que me llevaba al AVE, a Atocha, porque en Castellón todavía no aterrizan los aviones. Una muestra de la toma de conciencia de algunas personas", dice Ros.
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Jordi Jané(CiU por Tarragona), por su parte, no ha tenido sucesos desagradables. "Pero me pesa mucho que en mi entorno me digan cada día con más insistencia si merece la pena, si me compensa, que me dedique a esto, a ser diputado", zanja.