Entrevista a Laure Vega"En base a una coherencia discursiva, a veces la CUP ha sido inocua para cambiar la realidad"
Barcelona-
Entrevista a la diputada en el Parlament de la CUP. Aborda los retos que afronta la formación tras completar su proceso de refundación y defiende la necesidad de las izquierdas de ofrecer alternativas reales, que mejoren las vidas de las clases populares, para frenar el crecimiento de la extrema derecha.
Todavía no hace ni un año que Laure Vega (Sant Boi de Llobregat, 1991) se estrenó como diputada en el Parlament, pero en este tiempo se ha consolidado como una de las voces de referencia de la CUP. Número dos por Barcelona de la formación en las elecciones del 12 de mayo, la entrevistamos para abordar con ella el nuevo ciclo que afronta el partido de la izquierda independentista tras completar su refundación con el llamado Procés de Garbí.
Durante la conversación también le preguntamos sobre el papel que puede jugar la CUP en la actual legislatura catalana con solo cuatro diputados -tras encadenar retrocesos electorales- o cómo afrontar el reto de evitar que la extrema derecha capitalice unos malestar que van a más.
De entrada, ¿no sé si cree que el impacto devastador de la DANA en el País Valencià será un punto de inflexión que situará el cambio climático en el centro de las políticas?
Sería deseable que fuera así. Sobre todo porque creo que con el cambio climático a menudo nos pasa que pensamos que será como una película tipo El día de mañana, en que de golpe un día arrasará el mundo entero y entonces se habrá acabado todo. Y no se entiende que son todas aquellas políticas que se hacen o se dejan de hacer las que determinan el futuro. Un poco como la rana, que si entra de golpe en el agua hirviendo lo nota, pero que si se calienta despacio no lo nota, y con esto no nos damos cuenta y nos encontramos con fenómenos como la DANA y con la seguridad que se reiterarán.
"Sería deseable que la DANA sirviera para tensar a los partidos para que dejemos de desarrollar proyectos como la ampliación del aeropuerto"
Aun así, nos encontramos con políticas de partidos que se autodenominan de izquierdas o progresistas que son negacionismo climático, como es querer ampliar un aeropuerto en una zona inundable, como nos pasa en el Baix Llobregat [con el del Prat]. Y, por otro lado, una extrema derecha que directamente está negando que exista el cambio climático. Desde la política no acaba de haber una apuesta afirmativa y clara en términos de ecologismo y creo que quizás la DANA suponga que la indignación que hay ahora sirva para impulsar estas políticas. Y para tensar a los partidos para que realmente dejemos de desarrollar según qué tipos de proyectos como el aeropuerto y empecemos a hacer una política ecologista que tenga también la clase en el centro. Que no pensemos que la transición ecológica la pueden liderar empresas como Naturgy, que siguen contaminando.
¿Se trataría de ir más allá de la denuncia de la pésima gestión de la emergencia y establecer claramente el vínculo entre modelo económico y cambio climático?
Sí. A ver, Mazón tendría que dimitir y esperamos que prosperen las iniciativas populares que quieren hacer que responda [judicialmente] por lo que creemos que ha sido una política criminal. Tanto por la gestión como por la previa, con la reducción de los impuestos a grandes fortunas, que acaba haciendo decrecer los servicios públicos, además de la eliminación de la Unidad de Emergencias, y tiene que poder responder sobre esto. Pero a la vez está el vínculo con la economía y se tiene que poder señalar que las grandes empresas son culpables de lo que ha pasado. No se puede dejar una política en manos de grandes empresas cuando lo único que buscan es el máximo beneficio. Para ellas, las vidas humanas o el Planeta son cifras que computan en un balance y es evidente que no es rentable para ellas que los trabajadores no estén en sus lugares de trabajo y esto lo vimos con la Mercadona de Juan Roig. Pero lo vemos también con la contaminación, con el ladrillo en zonas inundables y en toda una serie de políticas que cuando dependen de los intereses empresariales sitúan en el último lugar un cambio climático que nos cuesta las vidas y tiene que ser una cuestión central para las trabajadoras.
En el documento final del llamado Procés de Garbí, insisten en qué uno de los objetivos de la nueva etapa de la CUP tiene que ser batallar por el sentido común, por la hegemonía cultural si quiere. ¿No sé si justamente uno de los elementos tiene que ser fijar este vínculo entre cambio climático y modelo económico?
Para nosotros es clave, pero a veces no es tanto que la gente no acierte, sino que muchas veces estamos sometidos a un chantaje que es terrible, que es lo de los lugares de trabajo. Si eres del Camp de Tarragona puedes estar en contra del Hard Rock, pero también necesitas lugares de trabajo que no sean en la Petroquímica o en la gestión de los residuos. Si eres del Baix Llobregat, has vivido la desindustrialización y te dicen que se ampliará el aeropuerto y se generarán no sé cuántos miles de lugares de trabajo, pues te puedes rendir a este tipo de chantaje, porque esto es inmediato. Y el cambio climático queda como en un escenario futuro, ya nos preocuparemos de él.
Para la CUP en esta batalla se trata de que las políticas que tienen que ver con el ecologismo vayan también vinculadas a la mejora directa de las vidas de la mayoría. La transición ecológica da muchos puestos de trabajo, una apuesta por el transporte público da muchos puestos de trabajo... Hay muchas cosas ligadas a la transición ecológica que se tendrían que hacer y darían lugares de trabajo de calidad y evitaríamos que el capital de conocimiento de las trabajadoras se marchara.
También en documento plantean cuestiones que supondrían un enorme cambio, como por ejemplo la expropiación de las grandes cadenas de distribución alimentaria y la generación de una distribuidora pública que ahorre intermediarios, o desmercantalizar cuestiones como la vivienda, el ámbito laboral, la salud y los fármacos o los suministros básicos. ¿La voluntad es que de aquí unos años formen parte del sentido común dominante, como ha pasado la última década con la regulación de los alquileres?
Sí, pero con algo más de prisa, porque creemos que es un tema urgente. Cuando la CUP ponemos estas respuestas sobre la mesa lo hacemos desde dos vertientes. La primera es para decir que la economía no es una cuestión técnica. No es cierto que si tenemos inflación es porque ha caído del cielo y no se puede hacer nada. Los análisis de la inflación en los momentos más duros lo que demuestran es que en un 80% está vinculada a beneficios empresariales, en el caso de los alimentos sobre todo en las últimas partes de la cadena. Es decir, que teníamos al campesinado cobrando miseria por su trabajo, mientras las grandes distribuidoras se llevaban todos estos beneficios. Por eso proponemos una distribuidora pública.
Cuando haces determinadas políticas como si fueran una cuestión técnica y tapas que estás posicionándote junto a la minoría más rica, no queda todo a cero, sino que sigue bajando la calidad de vida de la gran mayoría de la población. Queremos poner encima la mesa que la economía es una cuestión política, como lo son el resto de cuestiones, como el feminismo o los derechos sociales.
"Las izquierdas y el soberanismo tenemos que pensar un programa que nos sirva para avanzar"
La segunda es que vemos con preocupación que no haya una agenda política de las izquierdas en términos de soberanía. Es preocupante que una política de corte progresista tenga que ver con bajar el IVA y, por lo tanto, recaudar menos a la hora de poder dar respuestas a las sociedades o con dar ayudas que directamente pasarán de lo público a lo privado, como es el bono de alquiler joven. Cuando la CUP pone estas cosas encima de la mesa lo hace con la vocación de hacer un llamamiento al resto de las izquierdas y del soberanismo a pensar un programa que nos sirva para avanzar, no solo a que estemos parando los golpes de otros partidos que son directamente portavoces de la patronal.
Esta caída en la calidad de vida de buena parte de la población genera unos evidentes malestares y parece que estamos en un momento en el que, al menos parcialmente, los capitalizan opciones de extrema derecha. ¿Qué tienen que hacerlas izquierdas para intentar ofrecer salidas a estos malestares? ¿Y cómo se para a la extrema derecha, sabiendo que no hay recetas mágicas?
Desde la humildad de no tener esta receta mágica, primero lo que seguro que no tenemos que hacer las izquierdas es que nuestra propuesta sea solo decir "nosotros no somos fascistas". La izquierda tiene que volver a ofrecer una alternativa en forma de vida, que quiere decir una alternativa económica, una alternativa real con un programa que vaya al fondo de la cuestión.
Comprendo este malestar, lo comprendo en el País Valencià cuando ante una situación tan grave, seguramente el impacto más grande que tendrás en tu vida, resulta que las instituciones que están comandadas por políticos profesionales no responden y te sientes absolutamente desamparado. Y entiendo el malestar cuando teóricamente gobiernan formaciones políticas de izquierdas, pero ves que no hay una mejora de tu vida.
"La izquierda tiene que volver a ofrecer una alternativa en forma de vida, que quiere decir una alternativa económica"
Para politizar este malestar primero se tiene que entender y no intentar tapar las faltas que tiene la izquierda diciendo que la cuestión tiene que ver con hábitos individuales. Evidentemente que suman, pero con el tema ecologista creo que hemos sufrido mucho que en vez de hacer políticas que fueran hacia lo que pasa con Repsol, Iberdrola, Naturgy y las empresas que se lucran empeorando nuestras vidas contaminando, lo desplazamos y decimos que lo que tenemos que hacer es poner un cubo cuando nos duchamos, que tendríamos que estar separando bien la basura... Lo que no se puede hacer es mirar solo hacia abajo y culpabilizar al individuo cuando no estás queriendo tocar la estructura que realmente tiene un gran peso en el cambio climático. Mientras la izquierda hace esto no politiza el malestar, está contribuyendo a generar una culpabilidad en la cual te atrapas y hay un momento en que quieres salir. Y aquí es donde entra la extrema derecha, que aprovecha todas estas bajas pasiones.
¿Y cómo se sale de esto?
Pues creo que aquí tenemos el ejemplo de Plataforma per Catalunya, que fue subiendo y estuvo a punto de entrar en el Parlament. Y no pienso que fueran los partidos de izquierdas, sino una movilización popular, un momento de ilusión, lo que lo impidió. Fue el 15M que puso sobre la mesa que esta no era la democracia que se quería y crea un sentido común con ideas como "ni gente sin casa, ni casas sin gente", que ponen el foco en los bancos, después en los fondos buitres y sitúan la necesidad de una política económica radical. Y los políticos de aquel momento, que era de un bipartidismo bastante claro, no estaban respondiendo a esto, sino que actuaban como vasallos de estas empresas.
"Cuando hay una política ilusionante porque puede mejorar vidas es cuando se ha hecho frente a la extrema derecha"
Y después también está el Procés independentista, que consigue capturar los anhelos de mucha gente y llevarlos más allá. No se trata solo de decidir si Catalunya tiene que ser independiente, se trataba de aprobar también determinadas políticas y partidos como Junts se vieron regulando los alquileres. Cuando realmente hay una corriente fuerte con una política que es ilusionante porque con ella nuestra vida puede mejorar es cuando se ha hecho frente a la extrema derecha.
Sería interesante que en las próximas legislaturas fuéramos capaces DE que la institución llegue hasta el final con la vivienda o para garantizar que no se pueden subir los precios de lo más básico. Y sobre la extrema derecha lo que tendríamos que hacer es escuchar mucho a la gente y no aleccionarla de si está votando mal o bien, no comportarnos de una forma casi corporativista con nuestros partidos, sino ser capaces de elaborar un programa que sirva para avanzar.
Es de Sant Boi de Llobregat, donde Vox tiene representación en el pleno municipal y la CUP no, y nos encontramos con muchos barrios y ciudades del área metropolitana de Barcelona en los que la extrema derecha supera claramente a las opciones más transformadoras de izquierda. ¿En estas zonas se tendrían que explorar alianzas amplias y proyectos aglutinadores que contribuyan a generar una esperanza?
Pienso que este malestar que comentabas no es ni de izquierdas ni de derechas. Pero me preocupa si hablamos de hacer artefactos electorales bajo la premisa que lo que vamos a hacer es parar el avance de la extrema derecha o queremos sacar mejores resultados, que no es lo mismo, y lo que hacemos es sentarnos a una mesa y negociar quién tiene el uno o el dos, y cuántos asesores y cuánto dinero se queda cada uno. Esto lo único que haría es profundizar en la sensación de la antipolítica.
Sí que creo que si hay ciertas políticas, como son el referéndum, la regulación de los alquileres o medidas alrededor del cambio climático, que suman un 60, 70 o 80% de apoyo, haya un espacio o un movimiento que sea capaz de canalizarlo. Pero creo que tiene que ver con un movimiento que sale de la base, avanza y pone contra las cuerdas a los partidos tradicionales y les dice que necesitamos respuestas y las necesitamos ya. Y creo que esto llegará y lo hará de este modo, cuando seamos capaces desde las asociaciones de vecinos, entidades y también desde los partidos escucharnos mutuamente y dar una respuesta clara. Y que esto permita captar lo que dicen las encuestas, que hay una mayoría de izquierdas en el país, a pesar de que después no tenga la traslación electoral que nos gustaría.
Estamos en un momento de baja movilización, quizás con la única excepción del derecho a la vivienda. Por lo tanto, ¿cómo se puede llegar la construcción de este momento, a partir de algún fogonazo concreto?
Seguramente estos momentos de ruptura de aquello que toleramos o no como sociedad no se pueden prever, pero probablemente la vivienda sea aquella cosa que ahora lo pueda marcar. Creo que la vivienda tendría que estar en la agenda de todos los partidos como lo estaba en las izquierdas históricas el reparto de la tierra. Porque cada vez más cuando hablas con los amigos ya no se quejan de los jefes en el trabajo, sino del casero, del rentista. La situación es alarmante.
"Es muy difícil hablar de una Catalunya libre si resulta que los lugares donde tiene que vivir la gente son de un fondo buitre"
La vivienda puede hacer hervir la olla y abrir una serie de temas como por ejemplo si todo se puede mercantilizar, ¿qué va primero un derecho o una ley injusta? ¿Qué pasa por delante, la posibilidad que se haga negocio de todo o que podamos garantizar que hay cosas esenciales que no están hechas para ser un negocio? En el caso de Catalunya si los partidos independentistas nos ponemos las pilas tendría sentido que se vinculara, porque tendrían que pensar que es muy difícil hablar de una Catalunya libre si la gente no es libre. Es muy difícil hablar de una Cataluña libre si resulta que los lugares donde tiene que vivir la gente son de un fondo buitre y el capital extranjero puede decidir que aquí habrá un expat. Me preocupa que la política de vivienda se pueda decidir desde un ático de Nueva York y si alguien se considera independentista o soberanista le tendría que preocupar.
Hace unas semanas la CUP completó su refundación, en el llamado Procés de Garbí, y en una entrevista el nuevo secretario general, Non Casadevall, comentaba que la CUP ahora "quiere ser más útil". ¿No lo ha sido los últimos años?
"La CUP tiene que avanzar con una apuesta clara de democratizar la libertad"
Una autocrítica que puede hacer la CUP es que a veces en base a una coherencia discursiva ha acabado siendo inocua en términos de cambiar determinadas políticas, de cambiar la realidad. Y creo que Non lo dice en este sentido, de ser una fuerza que es capaz que se plasme aquella alternativa que está dibujando discursivamente. La CUP tiene que avanzar con una apuesta clara de democratizar la libertad, que es el hecho de no vivir bajo chantaje.
Hablando de incidencia, la CUP tiene cuatro diputadas en el Parlament y, en principio, esta legislatura no tiene un papel decisivo en las votaciones. ¿Tienen alguna estrategia para recuperar peso o para marcar la agenda?
Los ciclos políticos no son los ciclos electorales y el Garbí va mucho más allá de la situación presente en el Parlament, pero esto no quiere decir que podamos dejar pasar el tiempo sin hacer nada. El otro día se dio una situación curiosa y es que se aprobaron con los votos de ERC, Comuns y la CUP ciertas medidas de vivienda que habíamos planteado las tres fuerzas en el debate de política general porque hubo la abstención tanto de Junts como del PSC. Mi lectura es que, a pesar de que no sean sus políticas, no se atrevían a votar en contra. Creo que la CUP puede acabar teniendo un juego decisivo, evidentemente aliada con otras fuerzas de izquierdas, cuando hay esta simbiosis con lo que pasa en la calle con determinadas fuerzas sociales, como es el movimiento por la vivienda. Por lo tanto, hace falta que haya una CUP muy conectada con lo que pasa. Nuestro objetivo evidentemente tiene que ser tener esta incidencia, ahora con cuatro diputados, como fue cuando teníamos tres o cuando tuvimos diez.
No descartan alianzas tácticas con ERC y Comuns en temas sociales y también con Junts en temas nacionales y represivos. ¿Qué hace falta para estas alianzas?
"Hace falta que haya una CUP muy conectada con lo que pasa en la calle"
Es necesario que no acaben siendo las propuestas tibias que nos llevan a la situación de partidos que parece que no entienden el malestar que hay fuera del Parlament o de sus organizaciones. No es tanto la búsqueda constante de aquello táctico, sino de ser capaces de trazar unas líneas estratégicas de como queremos que esté el país de aquí a cuatro, ocho o diez años. Y esto tendría que pasar para que se pueda decidir en un referéndum qué es el futuro de Catalunya, pero también se puede decidir que te quedas a vivir en tu barrio, o que no trabajamos para Glovo porque las condiciones son una miseria.
Esta semana se han cumplido los 100 días de la investidura de Salvador Illa como presidente de la Generalitat. ¿Qué balance hace?
Lo decíamos a principio de la legislatura y parece confirmarse que el Govern de Illa ha venido a aburrirnos. La sensación es que el actual PSC no tiene un proyecto para el país, hace continuismo, ha puesto muy pocas medidas sobre la mesa, y saca cierto rendimiento de políticas que ya se habían iniciado la anterior legislatura... Vemos mucho de cambio en el lenguaje, ya no hablamos de externalización, sino de compromiso público-privado, pero al final se está haciendo lo mismo. Parece que reciclan ciertas políticas y, por ejemplo, cuando anunciaron 50.000 pisos es exactamente la misma cifra que había anunciado el presidente Montilla. Hay las mismas políticas de siempre y esto nos lleva a que el cambio de siglas en quienes te gobiernan no acaba significando un gran cambio en la vida de la gente.
¿Percibe una voluntad de adormecer los conflictos y, de este modo, evitar grandes movilizaciones?
"La política de gestión también acaba dando problemas, porque no los resuelve, solo los tapa"
Totalmente, parece querer sumir el país en este aburrimiento. Y aquí nosotros tenemos que levantar la voz. Lo que pasa es que la política de gestión también acaba dando problemas, porque no los resuelve, solo los tapa y por debajo van avanzando los malestares. Y si la izquierda no los reconoce, cuando estallan lo hacen por la banda de la derecha porque nosotros no estábamos. Me preocupa que nos estemos enfrentando a una legislatura donde no haya ninguna política afirmativa contra las grandes fortunas o el capital extranjero, porque si no empezamos a dar respuesta a todo esto, cuando nos damos cuenta y levantamos la alfombra lo que encontraremos serán cosas bastante feas.
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