zaragoza
Es, quizás, una de las escenas más desconocidas de la dictadura: la Guardia Civil y las autoridades se cuadraban en pleno franquismo cuando sonaba el himno de Riego, el de la Segunda República. No en toda España, claro; pero sí en varios pueblos de la zona alta del valle del Ésera, en el Pirineo oscense, donde siglos antes había comenzado a sonar esa misma melodía, conocida como Ball de Benás (baile de Benasque en patués, la lengua local) y que sirvió de inspiración para la marcha militar que en 1820 acompañaría a las tropas del insurrecto general constitucionalista Rafael del Riego en su levantamiento contra el absolutismo de Fernando VII.
Este domingo y este lunes, como ya ocurriera en las fiestas de Benasque al terminar la guerra civil, hace ahora 80 años, el Ball des Omes y el Ball des Dones (baile de los hombres y de las mujeres) sonarán de nuevo en las calles de esa población mientras los mayordomos, los organizadores de las fiestas, que ese día actúan como danzantes, acompañan a la talla de San Marcial (Marsal o Marsial en el habla local).
"En junio de 1938 ya hubo Ball en Benasque", recuerda el historiador local Antonio Merino, ya que los enfrentamientos en el valle habían terminado a mediados de abril de ese año, tras pasar a Francia por el Portillón la columna de 6.000 hombres al mando del teniente coronel Miguel Gallo que había atravesado la zona huyendo de los sublevados. Y, como ocurría desde siglos atrás, la pieza volvió a ser interpretada en 1939 y en los años siguientes.
La restricción del franquismo: solo tres días al año
No obstante, la melodía fue objeto de restricciones durante la dictadura. De hecho, desde principios de los años 40 hasta la muerte de Franco en 1975 únicamente podía ser interpretada en tres fechas, en las festividades locales de San Sebastián (20 de enero) y de San Marcial (30 de junio y 1 de julio).
De hecho, la melodía colocó en una situación algo más que embarazosa al entonces alcalde, Antonio Albar, al que le costó convencer al gobernador militar de Huesca de que, aunque la partitura fuera la misma, lo que habían interpretado los músicos de Benasque en un acto de la Sección Femenina no era el Himno de la República sino el Ball de Benás.
"El general ordenó silencio a los músicos inmediatamente, en cuanto identificó la música que estaba sonando", explica Merino, que recuerda cómo el alcalde tuvo el apoyo de José Gistaín, que años después ocuparía ese cargo y sería procurador en las Cortes franquistas, para intentar convencer de la realidad a la dictadura.
Imagen de una de las procesiones de Benasque, en las que se interpretaba la pieza a principios de los años 40, con autoridades y fuerzas de seguridad en el cortejo. Foto: Cedida por Antonio Merino
Pese a la afinidad con el régimen, no pudieron ir más allá de conseguir que la prohibición de interpretarlo dejara de estar vigente en esas tres fechas. "La primera orden fue del ejército y luego vino la del Gobierno Civil", anota. Antes, en el periodo conocido como “la década ominosa” por el regreso de Fernando VII al absolutismo, también había sido prohibido tocar el Himno de Riego.
En cualquier caso, los vecinos de los cinco pueblos del alto valle del Ésera en los que se interpretaba la melodía desde siglos atrás, Benasque, Anciles, Cerler, Eriste y Sahún, vivieron con cierta habitualidad, durante tres décadas y media, la paradójica imagen de militares, guardias civiles y autoridades escoltando a un grupo de danzantes mientras el himno de la Segunda República salía de gaitas, flautas, trompetas y tambores. También se tocaba en el vecino valle de Plan y Gistaín.
"Hay varias teorías sobre su transformación en himno"
¿Cómo llegó el Ball de Benás a convertirse en el himno republicano? La clave está en su adaptación previa como marcha militar en el levantamiento de Riego en Cabezas de San Juan (Sevilla), del que se cumplirán dos siglos el próximo 1 de enero, y sobre la que hay varias teorías.
Las dos más consistentes apuntan a la presencia previa de Rafael de Riego, en su etapa de oficial, en la guarnición del castillo de Benasque, donde habría conocido la melodía, y, también, a la estancia en ese destacamento de Manuel Varo, el sargento que dirigía la banda musical del Regimiento Asturias, a quien el primero habría pedido una marcha para “enardecer a las tropas”.
"Hay varias teorías sobre su transformación en el Himno de Riego, pero no están demasiado documentadas", matiza, no obstante, Mora.
Luego llegarían el paso a las partituras y la incorporación de la letra de Evaristo San Miguel, un siglo antes de convertirse, con letra de Antonio Machado y arreglos de Oscar Esplá, en el himno de la Segunda República, para la que el constitucionalista Riego siempre fue un icono.
De hecho, algunos estudios apuntan a que la franja morada de la bandera tricolor, cosida por primera vez en Jaca (Huesca) por el sastre Julián Borderas durante el fallido levantamiento de Galán y García contra la dictadura de Primo de Ribera en diciembre de 1930, responde al uso de pendones de ese color por algunos revolucionarios liberales del siglo XIX como Riego o Mariana Pineda.
"Una danza ancestral, probablemente paleocristiana"
Lo que sí está bastante documentado es el origen ancestral del “Ball de Benás”, que “para los benasqueses supone el fin de la primavera y el inicio del verano montañés, y con él, el comienzo de las faenas agrícolas”, señala Merino en un artículo publicado en la revista Temas de Antropología Altoaragonesa.
"Se trata de una danza, ancestral, probablemente precristiana, que como muchas de las tradiciones paganas fueron asumidas por el cristianismo, ante lo arraigado de las mismas en la sociedad de la época", indica el historiador, que recuerda que antes de ser dedicada a un figura religiosa "el lugar de honor lo ocupaba un mayo, generalmente un árbol, a cuyo frente y alrededor del mismo se emprendía la danza".
Por último, Merino explica que el Ball de Benás tiene dos partes diferenciadas, la inicial, de la que "se podría deducir que es también una danza guerrera, ante el hecho que sólo danzan hombres, que como compañeros rememoran luchas antiguas", mientras la segunda, conocida como Les marradetes (los rodeos) denota "su primitivo origen agrícola", con alusiones a la forma de moverse en la montaña y a labores como la siega.
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