Aquarius La protección efectiva, deberes pendientes en el primer aniversario de la llegada del Aquarius a València
Han pasado 365 días desde que atracaron en el puerto de València las tres naves de la flotilla del Aquarius que trasladaban a 630 personas rescatadas en alta mar. Las organizaciones por los derechos humanos advierten que el Gobierno español aún no ha cumplido su compromiso de concederles la protección efectiva.
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Yakob es una de las más de 2.300 personas que formaron parte del dispositivo encargado de dar la bienvenida en el puerto de València a las tres naves de la flotilla del Aquarius. A través de la página web de la Generalitat Valenciana se inscribió como voluntario y fue llamado para ayudar en las tareas de acogida lingüística. Natural de la ciudad siria de Homs, Yakob cuenta con la experiencia de haber pasado por una situación similar unos años atrás. Tras ser rescatado en aguas mediterráneas y pasar durante meses por diferentes campos de personas refugiadas en Grecia, el joven llegó a finales de 2016 al Estado español a través del programa de acogida. Actualmente reside en València y tiene reconocida la protección subsidiaria. "Me hizo mucha ilusión poder participar en el recibimiento. Fue como devolver un favor", reconoce un año después.
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Porque, a pesar de que han pasado doce meses, la operación "Esperanza Mediterránea" sigue intacta en la conciencia colectiva. Era la mañana del domingo 17 de junio de 2018 y atrás quedaba un largo viaje de ocho días y siete noches para 630 personas que habían sido rescatadas en alta mar. Un viaje prolongado tras la vergonzosa decisión de los gobiernos de Italia y Malta de negarse a autorizar el desembarco del buque operado por Médicos Sin Fronteras y SOS Mediterranée.
Massoud es una de las personas que viajó en el Aquarius. Forzado a huir a causa de los ataques de Boko Haram en su región de Nigeria, su relato remite al horror vivido en Libia, donde las historias de secuestro, explotación y violencia se agolpan con total impunidad. Antes de poder pagar su rescate y subirse a un bote de goma, Massoud vivió bajo las brutales amenazas de las bandas criminales conocidas como Asma Boys. Sus dos años en Libia son recordados a golpe de robos, abusos y trabajo en situación de esclavitud (cuenta que llegaba a trabajar 18 horas al día).
Fue testigo de la caída al agua de decenas de personas en la inestable embarcación en la que se había montado para afrontar la ruta más mortífera del mundo. Ya a bordo del Aquarius, abarrotado y por encima de su capacidad, Massoud rememora las horas más exhaustas ante la falta de agua y de comida mientras algunos estados de la Unión Europea cerraban sus puertos a cal y canto. Actualmente, este joven lleva a cabo su itinerario de inclusión en la ciudad de València, aprende lenguas y quiere abrirse paso en el mundo de la carpintería.
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Como en la historia de Massoud, la de Simone Nzubechi se inicia también con la búsqueda de mejores oportunidades. Natural del estado de Abia, en el sureste de Nigeria, las intensas luchas que se enmarcan en el conflicto de Biafra fueron determinantes para emprender la huída. Secuestrada por grupos armados, Simone rememora un largo viaje en furgoneta sin el conocimiento del destino. "Solo veíamos pasar desierto", narra. En Libia vivió atemorizada y se encontró con una situación dramática. Explica que se quedó muy sorprendida al ver a niños con armas que les daban instrucciones y les forzaban a trabajar durante todo el día en el campo. "La gente lloraba, y si llorábamos nos pegaban más, y a las mujeres embarazadas las retenían para venderlas; había violaciones".
Cuando Simone puso los pies en València, lo primero que los sanitarios hicieron es trasladarla al hospital. Su estado era vulnerable después de vivir la rotura de la embarcación en la que viajaba y a la que había llegado tras escapar de aquel escenario asfixiante que han denunciado reiteradamente organizaciones internacionales. Aún hoy presenta en diferentes partes de su cuerpo las secuelas visibles del contacto del combustible sobre su piel y las quemaduras producidas por el sol. Tras una larga recuperación, Simone asegura encontrarse a gusto en la capital del Turia; su deseo es el de conseguir un trabajo y tener una vida normal con su familia.
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¿Y el compromiso de protección?
En la misma sala en la que Massoud y Simone han revivido su travesía, conversamos con el abogado Jaume Durà, que es el coordinador de la Comissió d’Ajuda al Refugiat (CEAR) en el País Valenciano. Dos pósteres enmarcados sobre la pared nos recuerdan que "Nosotros también fuimos emigrantes" y el clamoroso "No a la guerra". Durà es tajante: un año después de la llegada del Aquarius, desde la entidad continúan reclamando que el Estado cumpla su compromiso con las personas que necesitan protección efectiva. Es una reivindicación extensible a las personas llegadas con el Open Arms: el derecho al estatuto de refugiado, la protección subsidiaria o una protección por razones humanitarias o excepcionales.
"Sería una incongruencia clara de los derechos fundamentales el hecho de rescatar personas en alta mar para que finalmente sean expulsadas", expresa el abogado
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Durà alerta que, en caso de no conceder esta protección, se podrían quedar en situación irregular y acabar en centros de detención (CIE), una posibilidad que se viene advirtiendo desde hace meses. "Sería una incongruencia y una vulneración clara de los derechos fundamentales el hecho de rescatar personas en alta mar para que finalmente sean expulsadas", expresa el abogado.
En la sede de la ciudad de València, situada en el distrito de L’Olivereta, la entidad atiende en proceso de segunda fase más de una treintena de las personas que llegaron en el buque, aunque en meses precedentes habían sido más. Según los últimos datos oficiales, arrojados en respuesta parlamentaria por el Gobierno español en febrero de este año, 73 de las 630 personas que llegaron a València aquel día habrían abandonado o renunciado al proceso. En diciembre, el mismo gobierno informaba que 365 personas habían sido trasladadas a recursos de acogida del Sistema Estatal mientras que otras 52 acabaron en recursos de la Generalitat Valenciana. 73 eran menores extranjeros no acompañados de los cuales se hizo cargo el gobierno autonómico. Cabe recordar que 80 personas ya pidieron ser trasladadas a Francia de buen inicio.
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Se impone la política Salvini
El episodio del Aquarius significó una reconciliación inédita del Gobierno español con sus obligaciones en materia de ayuda humanitaria y derecho internacional. Pedro Sánchez, que acababa de llegar a la Presidencia del Gobierno tras la moción de censura, convirtió la acogida en símbolo de lo que podría ser un nuevo tiempo en materia migratoria. A su vez, Ximo Puig, president de la Generalitat Valenciana, ensalzaba la "ola de solidaridad" que había protagonizado la sociedad valenciana. Lo cierto es que cantidad de alcaldes de todo el Estado ofrecieron abiertamente sus ciudades para acoger el barco. Y así lo hicieron también alcaldes de ciudades italianas como Nápoles o Palermo, en una actitud que contrastaba con la del recién nombrado ministro de interior italiano, Matteo Salvini, que ante la llamada de auxilio, marcó su posición ante la Unión Europea de no permitir que ningún barco de ninguna ONG llegara a Italia.
Sin embargo, el espíritu del Aquarius no tuvo demasiada continuidad en el tiempo. Durante las semanas posteriores, el Gobierno español sí permitió el desembarco de otros buques que rescataban personas pero la política de Sánchez viró con el pesquero Nuestra Madre de Loreto, que rescató a 12 personas a finales de noviembre, y que se topó con la negativa del Estado español. De hecho, el Gobierno de Sánchez apuntaba ahora que Libia era un puerto seguro, algo que contradecía las propias actuaciones anteriores y que chocaba de lleno con los informes de las ONG sobre la situación en Libia. Tras diez días de bloqueo y negociaciones, el pesquero de Santa Pola acabó llevando a las doce personas a Malta. ¿Había sido el Aquarius un golpe de efecto orquestado por Pedro Sánchez? ¿El mismo Estado que acogió el Aquarius invitaba ahora a desembarcar en el país donde se subastan los inmigrantes?
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De la acogida a la negación y, finalmente, a la retención de barcos como el Open Arms o el Aita Mari. El escenario cambió repentinamente. SOS Méditerranée y Médicos Sin Fronteras ya habían renunciado en diciembre de 2018 a seguir fletando el Aquarius para realizar rescates de personas en el Mediterráneo ante los obstáculos políticos, judiciales y administrativos afrontados. Actualmente, no hay medios navales rescatando personas en el Mediterráneo. La Unión Europea interrumpió la Operación Sophia hace algo más de dos meses manteniendo tan solo la formación de los guardacostas y las patrullas de vigilancia aérea. Los 28 estados comunitarios se niegan a acoger personas y la política de asilo sigue bloqueada. "La política Salvini se ha impuesto en la Unión Europea", sentencia el abogado Durà.
Humanización informativa
¿Fue la llegada del Aquarius a València el desembarco más mediático de la historia? Así se puede pensar a tenor de los más de 600 periodistas acreditados que inundaban la dársena aquel 17 de junio y por el volumen de informaciones (102.500 piezas) que generó en los medios durante aquel verano. La periodista valenciana Teresa Díaz analizó la cobertura mediática sobre el Aquarius y llegó a la conclusión que este desembarco recibió un trato diferenciado y supuso un punto de inflexión en el camino de las buenas prácticas periodísticas y la humanización del fenómeno migratorio.
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Sin embargo, la misma periodista advierte que estas buenas prácticas no tuvieron continuidad ni seguimiento. "Detectamos que a finales de agosto ya se volvía a la misma rutina del tratamiento informativo de antes del Aquarius: informaciones en la sección de Sucesos, punto de vista desde la seguridad y no desde los derechos humanos… Días después, incluso hubo un sobredimensionamiento del tema por necesidad de llenar páginas sobre un tema que se quería alargar", razona Díaz.
Casi 1.000 personas llegaron a las costas andaluzas con una incidencia mediática mucho menor en términos comparativos
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Una de las principales conclusiones que se extrae de este estudio es que la sobreexposición informativa provocó una impresión distorsionada sobre la realidad y, de hecho, tuvo un reflejo en la subida de ocho puntos de la preocupación de los ciudadanos por la inmigración, según el CIS, en el mes siguiente al desembarco. Otra de las reflexiones principales a la que nos invita la periodista se refiere a cómo nos hemos acostumbrado a las progresivas llegadas estivales hasta el punto que no se les presta casi atención. De hecho, el mismo fin de semana que el Aquarius, convertido en símbolo, tomó todo el espacio informativo, casi 1.000 personas llegaron a las costas andaluzas con una incidencia mediática mucho menor en términos comparativos. Cabe recordar que en las vallas fronterizas de Ceuta y Melilla, al mismo tiempo, se estaba aplicando la misma política que aplicaba el PP: expulsión inmediata. Algunas voces críticas así lo hicieron saber, tildando este comportamiento de contradictorio y cínico.
Para los movimientos sociales y en pro de los derechos humanos, 365 días después, el Aquarius es la muestra de que, cuando se quiere, se puede. Sin embargo, el desenlace de las personas que llegaron a bordo del buque aún está por resolverse, así como las miles de peticiones de asilo pendientes que se amontonan en las mesas de un gobierno que ha dado la espalda a los primeros buenos gestos que tuvo en el inicio. El pasado 9 de Octubre, día grande del pueblo valenciano, el Gobierno autonómico concedió, con Pedro Sánchez en la foto, la Alta Distinción de la Generalitat al dispositivo que hizo posible, desde el voluntarismo y la solidaridad, el recibimiento a las 630 personas. Yakob, el voluntario con que hemos iniciado esta pieza, celebraba su cumpleaños justo al día siguiente de realizar su labor humanitaria. No duda que volvería a participar si otra ocasión lo requeriese. "Fue un bonito regalo", concluye.