MADRID
El aumento de la crispación durante la vigente legislatura ha sido un hecho ineludible. También lo es una de sus principales causas: el desembarco de la ultraderecha en la Cámara Baja. La sesión constitutiva de las Cortes en diciembre de 2019 y el debate de investidura a principio de enero de 2020 fueron el preludio de la deriva que acabaría tomando la legislatura, en la que la tensión no cesa.
Meses después a esas citas, y tras los intensos debates de las sucesivas prórrogas del primer estado de alarma, el eterno debate sobre cómo combatir los discursos del odio de la ultraderecha se hizo latente entre algunos grupos, especialmente los de izquierdas, de cara a moción de censura de Vox contra el Gobierno de Pedro Sánchez.
Aquella moción, de la que se cumple un año, escondía un objetivo (además de obligar al PP a mover ficha): caldear aún más el estado anímico entre los diputados de la Cámara Baja después de superar los meses más duros de la pandemia, ya que desde el principio Vox no contaba con los apoyos suficientes para derrotar en terreno parlamentario al Ejecutivo de coalición, deslegitimado por la derecha a pesar de las urnas y la aritmética parlamentaria. De hecho, obtuvo la derrota más contundente de la historia en una moción de censura.
ERC, como ya hizo durante las negociaciones de la investidura, elevó su apuesta en su estrategia de frenar a la ultraderecha: planteó no intervenir en este debate, más allá de las otras estrategias que se habían llevado a cabo hasta ese momento: rebatir sus mantras con argumentos y datos, deshacer sus bulos en público para parar su difusión o confrontar con sus 52 diputados desde la tribuna.
Al final, todos los grupos decidieron intervenir, a excepción del portavoz del PNV, Aitor Esteban, que optó por dedicar solo un minuto y medio de todo el tiempo disponible. Si bien, como hecho simbólico, la moción de censura de Vox contó con el mayor número de mujeres portavoces de la historia reciente. Así, hasta nueve diputadas respondieron mediante la dialéctica a los argumentos del partido de Abascal, formación que niega la violencia machista y carga sistemáticamente contra el feminismo, además de las personas LGTBI y migrantes.
Vox, aislado por la mayoría, excepto por PP y Cs
Desde esa fecha hasta ahora, la Cámara Baja ha sido testigo de importantes avances en materia de derechos con la aprobación de leyes históricamente reclamadas por la sociedad, como la despenalización de la eutanasia, y de otras normas que marcarán el futuro del Estado ante los nuevos desafíos, como la ley de cambio climático y la ley de infancia.
También, durante estos doce meses, otros debates políticos y sociales de gran calado han ocupado horas y horas en el Congreso: los indultos a los presos del procés, la Memoria Democrática, la lucha contra las violencias machistas para que solo sí sea sí a través de la norma sobre libertad sexual, la defensa del derecho al aborto a la hora de acudir a las cínicas de interrupción del embarazo...
En todos esos momentos, Vox ha seguido siendo el verso suelto, descolgándose de los grandes consensos. De hecho, en muchas ocasiones ha arrastrado hacia sus posiciones más extremas a PP y a Cs, que copian su estrategia del "no a todo". En este contexto, el tono no baja, y los insultos y gritos hacia los compañeros del hemiciclo, la deslegitimación de las instituciones y la criminalización de los diversos colectivos vulnerables copan todos sus discursos.
Llamadas de atención a los miembros de Vox
En la retina, y como un ejemplo claro de desacato sin precedentes, el parlamentario de Vox, José María Sánchez García, se negó a abandonar el hemiciclo del Congreso después de que la máxima autoridad competente en aquel momento, el vicepresidente primero de la mesa, Alfonso Rodríguez, le hubiera llamado la atención hasta en tres ocasiones por llamar "bruja" a la diputada socialista Laura Berja, encargada de defender una iniciativa de su grupo para penalizar el acoso a las mujeres en las clínicas abortivas.
Esta escena no tuvo consecuencias directas ni para el parlamentario ni para su grupo. Si bien, sí provocó una reacción a la semana siguiente por parte de la presidenta del Congreso, Meritxell Batet, quien pidió a los diputados (en clara alusión a Vox) más "respeto" y "educación" en sus intervenciones en el pleno para "dar ejemplo" a los ciudadanos, dejando "los insultos y las ofensas fuera" del Parlamento. "La dureza parlamentaria es perfectamente compatible con la buena educación, no tiene por qué derivar en ofensa", remató.
La semana pasada, sin ir más lejos, Batet volvió a llamar la atención a Macarena Olona tras llamar "delincuente" al diputado de Podemos Alberto Rodríguez, un insulto por el que la presidenta del Congreso pidió a la parlamentaria de extrema derecha que "se dirija con el debido respeto a los miembros de esta Cámara".
Confrontar, rebatir y aislar a la ultraderecha
Enfrente, un amplio espectro del arco parlamentario, que representa a la mayoría de los votantes, confronta, rebate y aísla a la ultraderecha para impedir su avance y que su espiral de odio embarre la actividad del Congreso, así como los derechos alcanzados hasta ahora.
PSOE y Unidas Podemos, los partidos que sostienen el Gobierno, sostienen que a Vox "se le combate con datos, dando cuenta de que su discurso está basado en el odio y en noticias falsas", tal como relata a este medio fuentes socialistas. Asimismo, apelan directamente a PP y Cs para que se sumen a ese cordón sanitario establecido al inicio de la legislatura y rompan todos sus acuerdos en aquellas autonomías y ayuntamientos donde cuentan con su apoyo.
"También ayudaría que los medios de comunicación que publican los bulos difundidos por Vox dejen de hacerlo. A la ultraderecha se le para haciendo un cordón sanitario político y mediático", añaden fuentes del espacio confederal.
El portavoz de ERC en el Congreso, Gabriel Rufián, en palabras a este medio, opina que para confrontar a la ultraderecha hay que hacerlo de forma unida y con determinación, si no, "no tiene ningún sentido". Por ello, él y sus otros doce compañeros de la bancada republicana han optado por otra nueva vía: "No entrar en su marco mental, en la confrontación con un diputado de Vox, que plantea un tema determinado, sino aprovechar la iniciativa que plantea para interpelar a su votante, especialmente a la clase trabajadora. Es clave que no regalemos estos votantes de la clase trabajadora a un partido que no les representa".
Desde el Grupo Vasco defienden que las increpaciones de Vox se rebaten "con respuestas duras y secas, pero educadas", mientras que EH Bildu reitera el llamamiento que hizo hace un año para acordar una posición conjunta en el Congreso que haga frente a la extrema derecha y a sus discursos xenófobos, machistas y racistas, ya que la moción de censura de Vox certificó el "verdadero problema" de la ultraderecha: la democracia y la voluntad ciudadana. "Intentan ganar mediante ilegalizaciones y mociones de censura lo que saben que jamás ganaran en las urnas", rematan fuentes de la izquierda soberanista vasca.
Los diputados de Junts también intentan "rebatir los bulos de Vox con datos" y evitan entrar en el cuerpo a cuerpo. "No facilitaremos su visibilidad", añaden fuentes del grupo catalán, aunque afean que haya medios que actúen como "altavoz" del partido ultra. "Es un trabajo no solo de los parlamentarios, también del panorama mediático", apostillan.
Para el diputado de Compromís, Joan Baldoví, la mejor manera de combatir a Vox es "justamente no entrar en aquellos temas en los que se sienten cómodos, ponerles enfrente de sus propias contradicciones y entrar en esos temas que les ponen incómodos", ya que son los "criados del gran capital".
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