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Algeciras se recompone entre el foco mediático y el miedo a una reacción ultra tras el asesinato del sacristán

La comunidad musulmana de Algeciras rechaza cualquier violencia en pleno impacto por el crimen.

Velas y flores en la Plaza Alta de Algeciras.
Velas y flores en la Plaza Alta de Algeciras en recuerdo del sacristán Valencia.

24 horas después del asesinato de Diego Valencia, sacristán de la Iglesia de La Palma, en Algeciras (Cádiz) a manos presuntamente de Yassine Kanjaa, de 25 años, el templo está lleno. Un murmullo, el rumor de un común lamento que emiten cientos de personas que han acudido a presentar sus respetos, el pésame, lo recorre de lado a lado, de parte a parte, del suelo al techo abovedado pintado de blanco con finas líneas de amarillo albero.

La justicia española aplica a Kanjaa el tratamiento de terrorista yihadista y es la Audiencia Nacional quien se encarga del asunto mientras el ministro del Interior Fernando Grande Marlaska pide "cautela": "No hay ninguna otra persona involucrada en los hechos. (Kanjaa) nunca ha estado en el radar de ningún servicio nacional por radicalización ni en las bases de datos de los países cercanos. No costa ningún antecedente en ese sentido".

El caso ha causado un impacto tremendo en Algeciras, una ciudad bautizada por los musulmanes como Al-Yazirat Al-Jadra (La Isla Verde). En ella habita hoy una amplia comunidad musulmana, que se cifra, según estimaciones de la propia comunidad, en el entorno del 10% de la población. 

Unos 300 metros más abajo de la Iglesia de La Palma, en la mezquita mayo Al Houdar, se reza. Al terminar la oración de media tarde, salen los hombres descalzos, se ponen sus zapatos y regresan a sus quehaceres. Omar Khemlani,  presidente de la mezquita, atiende a Público en un pequeño despacho a la entrada, a mano izquierda. Las estanterías están repletas de libros con letras árabes sobre el filo. Omar lleva décadas en la ciudad y sus hijos son de Algeciras. Está serio, está impactado, está preocupado, está conmocionado, en shock, y se empeña, sobre todo, en trasladar solidaridad y cariño hacia sus vecinos y hacia el sacristán Valencia.

"El islam es una religión pacífica. Es paz. ¿Cómo se puede matar a una persona inocente? una persona que ha ayudado a los demás, que ha sacrificado su vida por los  demás, por la iglesia. El islam es muy claro. En el Corán hay versículos que dicen si matas a una persona inocente, para  Dios has matado al mundo entero, y sigue la frase: y si salvas a una persona es como si hubieras salvado al mundo entero. Es muy clara", afirma Omar.

Poco se sabe de Kanjaa en este templo. Se cuenta allí que acudió una sola vez hace unos días y que protagonizó un percance a cuenta del calzado mojado, que quería crear problemas. Se cuenta que no es de Algeciras, que estaba de paso o al menos que solo llevaba meses en la ciudad y se añade que allí no se le conoce más allá de ese episodio. Circula en la mezquita también la información de que Kanjaa tiene problemas mentales y fichado por delitos comunes, sin relación con grupos islamistas, en Marruecos, que se le han trasladado oportunamente a la policía española y se recuerda que tenía una orden de expulsión que no se ejecutó.

Omar recalca que la colaboración con la policía y con los servicios de información españoles es plena, que cada vez que hay alguna sospecha se comunica. "Nuestra comunidad y toda la comunidad estamos en contacto con la policía. Siempre. Tenemos una vinculación muy estrecha con las fuerzas de orden de la ciudad. A nadie le interesa que haya gente rara en la ciudad, gente que puedan dar problemas, así que estamos siempre en contacto con la policía. Estamos a disposición y cuando vemos un elemento extraño lo comunicamos".

La vida de Kanjaa en Algeciras, era como mínimo difícil y compleja a la vista del estado ruinoso de la vivienda, a apenas unos metros de la Iglesia de La Palma, que presuntamente había okupado en el número 10 de la calle Ruiz Tagle. Frente a un naranjo, la puerta no tiene cerrojo y se abre cuando se la empuja levemente. La casa está llena de escombros y de todo tipo de objetos envueltos en el olor de la suciedad y la miseria. Sillas rotas, marcos desvencijados, juguetes de niños amontonados, enterrados en polvo. Hay restos de vida, una olla, medicinas.

Tensión 

En la puerta de la Iglesia de La Palma una docena de policías nacionales custodian durante toda la tarde la entrada. El ministro Grande-Marlaska acudió allí a dar el pésame al filo de las 16.30. Hay tensión en la ciudad, que se recompone del trauma bajo el foco mediático.

Hay preocupación entre la comunidad musulmana. Los excesos y disparates que se mueven en las redes, los audios que se envían entre ellos por whatsapp en los que, en uno de ellos, se escucha a una persona muy exaltada en perfecto castellano llamando a la venganza, generan inquietud. A Público le cuentan, como ejemplo de este malestar, que esta mañana una mujer musulmana fue a pedir incluso perdón al director del colegio de su hijo. Por si acaso.

El activista pro derechos humanos Driss Mohamed está preocupado. "Se señala a la comunidad musulmana: ciertas personas lo usan como arma política. La comunidad musulmana y la cristiana somos familia. Hay fusión, en Ramadán se comparte, en reyes, en navidad. Es un caso aislado, un asesino, capacidades. Ha habido mensajes que fomentan el odio. Llamo a la calma y doy el pésame, [el sacristán Valencia] es un hombre de paz, un religioso", afirma a Público.

Hay ciertamente cautela en los comercios regentados por musulmanes, al menos en los comentarios que se hacen a los periodistas. En la puerta de uno de ellos, en una calle vecina a la mezquita Al Houda, dialoga Luis, español, con un amigo suyo, musulmán. Ninguno de los dos quiere dar su nombre. En conversación informal expresan rabia y horror ante lo que ha pasado. Se hacen preguntas y confían en que las aguas se muevan tranquilas. Cuentan que no hay problemas habitualmente, que se convive de manera razonable. Que los mire a ellos, que ahí están, uno cristiano, el otro musulmán. Que se celebraron las victorias de Marruecos en el pasado mundial de fútbol sin incidentes. Que locos hay en todas partes. Y que el islam es paz.

Andrés de la Peña, de la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía, asegura que no han existido problemas de convivencia en Algeciras, más allá de asuntos menores. A pesar de ello, de la Peña recuerda, en conversación con Público, que la comunidad musulmana no tiene un cementerio: que entierran a su gente en Jerez, en Fuengirola… en donde pueden en función de los medios de que cada familia disponga. Hay asociaciones que han reclamado al Ayuntamiento una parcela, sin éxito de momento.

24 horas después del crimen, en la plaza Alta de Algeciras, ramos de flores y velas, una bandera de España, señalan el lugar del crimen que ha encogido como nunca el corazón de la ciudad. Está en todas las conversaciones, en las pastelerías del centro, en los bazares, en el mercado, en los cafés del puerto en el que se trajina bajo el ruido inconfundible de las gaviotas, el viento del Estrecho y la sombra de las inmensas grúas azules, que se recortan frente al Peñón.

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