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Adiós a Wert, el ministro de Rajoy y "del desastre"
El extitular de Educación entregó el viernes la cartera a su sucesor por cinco meses, Íñigo Méndez de Vigo. El presidente del Gobierno se ha resistido hasta al final a cambiar a un alto cargo cuestionado por todos, hasta que él se lo ha pedido.
-Actualizado a
MADRID.- "If you can meet with Triumph and Disaster /
and treat those two imposters just the same". Sólo José Ignacio Wert, ya exministro de Educación, Cultura y Deportes, podía citar a Kipling en su discurso de despedida sin traducirlo al español para los oyentes, como mandan las normas más elementales de la cortesía. Más aun, y como él mismo se ha encargado de recordar en tantas ocasiones, durante una intervención dirigida a la opinión pública, en un país donde el nivel de inglés tiende a la baja.
"Si puedes encontrarte con el Triunfo y el Desastre, / y tratar a esos dos impostores de la misma manera (...)", es la traducción del poema If del conocido autor de Reino Unido que trata de condensar (en verso) las reglas del comportamiento británico, exquisito, a veces, y clasista, demasiadas. Wert citó en la tarde del viernes este fragmento en inglés; de un autor, dijo, que no le gusta demasiado.
El "desastre" de Wert ha sido todo lo que no ha sido su único "triunfo": irse del Ministerio cuando a él le ha dado la gana, a cinco meses de las elecciones generales
José Ignacio Wert, el ministro, nunca ha sido exquisito, pero sí clasista al modo de la derecha más rancia. Lo ha sido cuando mostró su intención de "españolizar" a los niños catalanes o de dar becas en función del mérito académico, poniendo notas límite para los solicitantes de esta ayuda.
En la tarde del viernes, Wert se despidió de su departamento agradeciendo a los funcionarios del Ministerio, a los diputados y senadores o a los reyes y miembros del Gobierno -empezando por el presidente Mariano Rajoy-, entre otros (pocos) su ayuda y confianza.
Lo hizo en un acto breve y en presencia de la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría, la ministra de Empleo, Fátima Báñez, y el ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel García-Margallo; este último que, en realidad, acudía por su amistad con el compañero de Consejo entrante: el exsecretario de Estado para la Unión Europea, Íñigo Méndez de Vigo, "un dandi", en palabras de una de las asistentes.
Si tomamos como referencia la reflexión de Kliping que se ha aplicado Wert sobre la gestión del "triunfo" y el "desastre", su "triunfo" -no menor- ha sido resistir al frente de Educación hasta que a él le ha dado la gana. Esto es, cuando su pareja ("prometida", según los presentes en el acto ministerial de la calle Alcalá), la exsecretaria de Estado de Educación, Montserrat Gomendio, ha accedido a un puesto en la OCDE y se ha ido a vivir a París. El "desastre" de Wert ha sido todo lo demás en casi cuatro años al frente de un Ministerio tan decisivo para el futuro de un país como el de Economía.
Sobre todo, el "desastre" ha sido el gran proyecto del Ejecutivo, la Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa (Lomce), que el PP ha aprobado en contra de todo el arco parlamentario a pesar de la cacareada política de Estado que requiere una norma de tal trascendencia. Al margen de los resultados, el hasta ahora otro partido de Gobierno en España, el PSOE, siempre ha aprobado esta ley con el respaldo parlamentario de todos los grupos de oposición... salvo el PP.
"El marrón" de Méndez de Vigo
Ésta es, en definitiva, la herencia ("el marrón", le decían el jueves a Méndez de Vigo en Bruselas, aunque él lo negaba) que Wert deja a su sucesor: intentar que las comunidades autónomas acepten ponerla en práctica, precisamente, cuando el PP ha perdido seis de los once gobiernos autonómicos que tenía hasta el pasado 24 de mayo. Wert logró, durante la tramitación de la ley, que hasta una comunidad que hoy sigue gobernada por el PP, Castilla y León, poco sospechosa de radicalismo, despotricase contra la Lomce.
"Ya no soy ministro", anunció Wert visiblemente satisfecho, según los receptores de la noticia, al colgar el teléfono en un acto del Consejo General del Colegio de Procuradores, donde acudía a recoger un premio en representación de su departamento a las 21:55 horas de jueves. Cinco minutos después, la Secretaría de Estado de Comunicación enviaba la nota con su cese y el anuncio del nombramiento de Íñigo Méndez de Vigo. El ministro de Educación, que acudía con el titular de Justicia, Rafael Catalá, abandonó el acto sin recoger el premio. Allí le criticaron que se fuese porque él seguía siendo ministro "hasta que se publica en el BOE" su cese.
"Ya no soy ministro", anunció Wert muy satisfecho en un acto que abandonó inmediatamente cinco minutos antes de que La Moncloa enviase la nota con su cese a las 22:00 horas
Pero a Wert ya no le importaba nada más que irse. A París. Con Gomendio. Y, a ser posible, que Mariano Rajoy (el único que lo defendió sobre todas las cosas, incluido su partido y el resto de su Ejecutivo) le permita ser el próximo embajador de España ante la OCDE, lo cual "no está decidido", según el propio presidente.
Wert, el ministro desconcertado por su propio "desastre" de gestión en Educación a pesar de su "brillantísima inteligencia" (algo que siempre le reconocieron los presuntamente suyos), se marcha sin afiliarse al PP (a nadie allí parece importarle) y sin admitir públicamente que nunca entendió que el "triunfo" en política, además del cociente intelectual, un extenso currículo y el apoyo del jefe contra viento y marea (sobre todo, verde), te lo dan la "empatía y la inteligencia emocional". Así intentaron explicárselo algunos pacientes compañeros del Ejecutivo, admiten ahora. "Sin éxito".
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