Opinión
Sumar o no sumar con las izquierdas soberanistas, he ahí la cuestión
Por y Sato Díaz
Jefe de Política de 'Público'
Este marzo se han cumplido 100 años del asesinato de Salvador Seguí a manos de pistoleros contratados por la patronal catalana. El Noi del Sucre fue disparado en la esquina de las calles Cadena con Sant Rafael en el barrio del Raval barcelonés, acabando así con la vida del gran sindicalista de principios del siglo pasado, referente en luchas obreras como la huelga de La Canadiense, que lograría la jornada laboral de ocho horas. El anarcosindicalismo entorno a la CNT configuraba en aquellos años la mayor organización sindical del Estado, por encima de la marxista UGT, vinculada al PSOE y más establecida en Madrid.
El Noi del Sucre destacaba por su capacidad de oratoria y por romper con los sectarismos, proponiendo alianzas con la propia UGT en favor de la unidad obrera para alcanzar conquistas frente a la patronal en aquellos años de gran conflictividad social. También se caracterizaba el pensamiento de Seguí por su oposición al "falso catalanismo" que situaba alrededor del partido de la Lliga Regionalista. Les acusaba de envolverse en la bandera catalana para, en el fondo, defender no solos los intereses de los burgueses, sino también del propio Estado.
De la tradición libertaria de la Catalunya de entonces heredan hoy las izquierdas catalanas un antiestatalismo que, en muchas ocasiones, echamos en falta en las izquierdas de referencias españolas. La constante relación de la lucha social, con la izquierda política y, además, con la concepción nacional que se da en Catalunya y, también, en Euskadi genera ecosistemas políticos diferenciados que, sin embargo, aportan mucho también al ámbito estatal.
En un momento de reconfiguración de la izquierda, el próximo sábado 2 de abril la vicepresidenta Yolanda Díaz anunciará su candidatura a presidir el Gobierno tras la culminación del proceso de escucha de Sumar, es interesante preguntarse qué relaciones se abren o se cierran con las fuerzas políticas de izquierda soberanista de las naciones del Estado, en especial ERC en Catalunya, EH Bildu en Euskadi y BNG en Galicia.
Lógicamente, las incógnitas son mayores que las certezas en un proyecto, el de Díaz, que todavía no ha dado su pistoletazo de salida. Esta es, sin duda, una de ellas: ¿cómo se posicionará Sumar ante los conflictos territoriales que son atávicos e intrínsecos a España? ¿Qué relación de fraternidad o de competencia con los partidos políticos que canalizan estas tensiones?
De igual manera, planteábamos hace unas semanas otra duda acerca de qué política internacional desarrollará el nuevo sujeto político, en un momento en el que la geopolítica es absolutamente protagonista del día a día. Díaz impulsó la creación de grupos de trabajo de los cuáles saldrá una suerte de programa político, un contrato con la ciudadanía, un "nuevo proyecto de país" que, seguro, habrá de tratar estas dos cuestiones.
Tras la exitosa moción de censura a Mariano Rajoy en 2018, el ex vicepresidente y secretario general de Podemos, Pablo Iglesias, teorizó la incorporación de las fuerzas soberanistas a la dirección de Estado; que ERC, PNV o EH Bildu se involucraran no solo en la labor de gobierno de sus respectivas instituciones en sus territorios, sino también en la estatal. De alguna manera, se trataba de otorgarle a la mayoría parlamentaria de la investidura (de carácter progresista y plurinacional) la cualidad de bloque histórico que se contrapone a otro bloque histórico, el de la derecha nacionalista española, ahora mismo representada por PP y Vox cuando parece que Ciudadanos está ya más allá que aquí.
Resulta complejo llevar a la práctica esta incorporación de los independentistas a la dirección de Estado, en primer lugar es una tarea ardua para los propios soberanismos. Es contradictorio para unas fuerzas que, precisamente, en la desintegración de este Estado para la creación de otros nuevos está su acción de ser. Sin embargo, esta legislatura se han dado buenas muestras de colaboración entre formaciones políticas que casi nada tienen que ver entre sí.
Más allá de los acuerdos parlamentarios que han servido para sacar adelante el estado de alarma durante la pandemia, subidas del SMI o hasta tres presupuestos anuales durante la legislatura, Podemos, siguiendo la estela que señaló Iglesias, ha generado lugares de encuentro con ERC y EH Bildu, sobre todo, en actividades y eventos de partido. También en su discurso es habitual las referencias a la mayoría plurinacional y progresista del Congreso como un bien a mantener y cuidar.
En este sentido, falta por concretar cuál será la relación que Sumar y Yolanda Díaz desarrollan con las izquierdas independentistas. El entendimiento entre las izquierdas españolas y las soberanistas de Catalunya, Euskadi o Galicia, principalmente, siempre ha sido complejo. Esta dificultad se acentúa en ciclos electorales, como en el que nos encontramos, en los que, en muchas ocasiones, comparten buena porción de la tarta del electorado.
Y, sin embargo, la historia enseña que en el acuerdo entre las izquierdas, en el encuentro entre las fuerzas políticas democráticas y progresistas del Estado está la fórmula para mayores avances en derechos sociales, políticos y nacionales. Nueva etapa, nuevas premisas y conclusiones. No dejar espacio al sectarismo y la constante búsqueda de ampliación de las mayorías es una enseñanza que no solo el Noi del Sucre ha demostrado como una buena práctica para quienes aspiran de la política el cambiar el mundo, hacer de él un lugar más apto para la vida.
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