Opinión
La LGTBifobia contra 'The Last Of Us'
Por Anita Botwin
Me quedé perpleja al ser testigo del último ataque lgtbifóbico audiovisual producido contra The Last of Us, una ficción de HBO basada en el videojuego con el mismo nombre y desarrollada por Naughty Dog. Hasta este tercer capítulo todo parecía marchar viento en popa para la producción, la audiencia solo tenía buenas palabras y la crítica la encumbraba como una de las mejores de los últimos tiempos. Arrancaba cargadita de acción, muertes, coches volcando, tiros y sobre todo mucho acechador y chasqueador infectado de cordyceps.
Sin embargo, en el tercer capítulo de la serie las críticas lgtbifóbicas no se han hecho esperar, lo que no deja de ser paradigmático porque es probablemente el capítulo mejor planteado y que mejor funciona desde un punto de vista emocional, con una construcción de personajes brillante y una trama a la que no le falta ningún fleco. De hecho, me atrevería a decir que es de los mejores capítulos que he visto en mi vida y apuesto a que se estudiará en las clases de guion como ejemplo narrativo.
Si algo ha hecho especial a esta obra maestra de Naughty Dog, ahora serializada de la mano de HBO, es la capacidad de introducir historias y personajes complejos dentro de un escenario apocalíptico. En este tercer capítulo han tenido además la valentía de introducir una trama en torno al amor de dos supervivientes en medio de un relato de zombis.
Como digo, el review bombing, o lo que es lo mismo, gente organizada para boicotear productos culturales a través de reseñas negativas, ha decidido ir a por esta obra. Espectadores organizados se han quejado de que se trate de un capítulo de agenda LGTB y propaganda y cultura woke, o han usado el pobre argumento de la inclusión forzada en la industria audiovisual. Muchos se han ofendido porque este capítulo lo protagoniza una pareja homosexual, en lugar de una cishetero como dios manda, pero lo que estos incels han preferido obviar es que en el videojuego Bill y Frank ya eran compañeros (oh sorpresa).
Muy a pesar de estos trolls, la historia de este capítulo que cuenta la relación entre dos hombres en el fin de la civilización es una extraordinaria y rica narración con una compleja construcción de personajes en tiempo récord. Bill, es uno de los supervivientes de la pandemia. Con sus habilidades de jardinería y caza tiene todo lo que necesita para sobrevivir y montar explosivos y una gran verja para que los infectados no puedan atacarle. Hasta ahí, todo dentro de la normalidad que muchos esperaban y aplaudían desde sus sillones. Pero cuál fue su sorpresa al ver que Bill se enamoraba más delante de Frank, un extraño del que en principio desconfía y que cae en una de sus trampas. A más de uno se le atragantaron las palomitas, mientras el resto disfrutábamos de un espectáculo de una calidad y una brillantez asombrosas.
Es una pena que estos cromañones audiovisuales se hayan perdido el poder disfrutar de una gran interpretación y una sutilidad apabullante en los diálogos con banda sonora de Linda Ronstadt y aderezado con un elegante almuerzo gourmet acompañado de un fino Beaujolais. Lo que había hecho Frank hasta entonces era sobrevivir, pero no vivir, y esa es la diferencia que se nos muestra este capítulo cuidado al detalle y que atraviesa la línea argumental de la serie. De hecho, los creadores han querido poner énfasis en algo que es de vital importancia para entender que incluso en medio de una crisis mundial, el sabor de una fresa fresca puede hacer que una persona quiera quedarse un día más.
Por todo ello, no deja de apenarme y sorprenderme a partes iguales que la panda de homófobos incels se resistan al cambio de civilización y evolución humana y hayan decidido lloriquear y demostrar su última pataleta de review-bombing y masculinidad frágil. Estos ofendiditos se han dedicado a lanzar improperios y a bombardear con reseñas negativas para bajar la nota media de esta ficción, como si eso nos fuera hacer al resto cambiar de opinión y dejar de tener buen criterio seriéfilo.
No es la primera vez que las hordas de señoros blancos cisheteros ofendidos con el progreso lanzan su bilis contra una ficción. Hace poco lo hicieron contra El señor de los anillos: Los anillos de Poder. El ataque fue tal que hasta el mismo reparto de la serie tuvo que lanzar un comunicado en Twitter denunciando los ataques racistas contra el show y sus intérpretes. En este se quejaban de que nuestro mundo nunca ha sido exclusivamente blanco, la fantasía tampoco y por supuesto la Tierra Media no es solamente blanca. Parece mentira que a estas alturas tengamos que seguir explicando lo que viene siendo obvio desde hace tanto tiempo.
Este tipo de ataques también los han sufrido Ms Marvel o Hulka que, por ser obras de Marvel protagonizadas por personajes femeninos, han recibido críticas y reseñas machistas. Porque es bien sabido que los superhéroes de Marvel solo pueden ser blancos y desprender testosterona por cada poro de su piel. Lo que vienen a decir es que puedes ficcionar todo lo que quieras el personaje, pero no se te ocurra incluir minorías oprimidas.
Sin embargo, estas críticas negativas tan dañinas no se corresponden con un fallo de racord o de adaptación, van mucho más allá y su objetivo es dañar a la obra para que no se sigan produciendo este tipo de ficciones. Porque de ser exclusivamente una crítica que se basara en los problemas de adaptación, las reseñas irían en otra línea y no solo enfocadas al género, orientación sexual o raza.
Hay a quien le parecerá absurdo que le dedique unas líneas a una serie, pero este tipo de ataques contra la comunidad LGTBI demuestran que se producen en todos los ámbitos de la vida y el cultural es uno de ellos. Las series se han convertido en un referente cultural en nuestras vidas, las plataformas se están haciendo eco de los cambios sociales que se están produciendo, pero como vemos hay una parte de la sociedad que se resiste a la evolución. La extrema derecha y los discursos de odio quieren ganar la batalla cultural y lo hacen a través de todas las herramientas posibles, y el ataque a la ficción de la que disfrutamos no iba a ser menos.
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