Opinión
Eurobasket, la España de Oro y la cultura organizativa
Por Luis Moreno
Profesor Emérito de Investigación en el Instituto de Políticas y Bienes Públicos (CSIC)
España es campeona europea de baloncesto por cuarta vez, titulo conseguido en Berlín este pasado fin de semana.
Para los cenizos y derrotistas que en ‘la piel de toro’ son, el acontecimiento queda diluido y se politiza hasta los confines del ridículo y la vergüenza ajena. Resulta que la ‘noticia’ ha sido el viaje de Pedro Sánchez, gran aficionado del deporte de la canasta, a la capital alemana (aun sabiendo que Francia era la favorita para ganar) para mostrar su apoyo a la selección. Valga como botón de muestra el que PP haya denunciado que el presidente del Gobierno hubiera pedido a los ciudadanos quitarse la corbata para ahorrar energía, pero luego se haya montado en un helicóptero para recorrer los 25,8 kilómetros que unen el Palacio de la Moncloa y la base aérea de Torrejón de Ardoz, quemando "180 kilos de queroseno", según fuentes del partido.
No comment.
La victoria de la selección española cabe enmarcarla en una reflexión de alcance más amplio sobre los propósitos de nuestra cultura organizativa y hasta de nuestra capacidad de heroicidad en la tierra ficcional del simpar Máximo Décimo Meridio.
En mis años de docencia activa solía discutir con mis estudiantes de ciencias de la administración las bondades del modelo conocido como 7-S en la implementación de políticas públicas y la teoría de la eficiencia corporativa. El modelo está integrado por los elementos de la estructura, los sistemas, el personal, el estilo, la estrategia, las cualidades personales y los valores compartidos. Todos estos elementos se combinan en la creación de una cultura característica de la organización.
Recurriendo a los elementos integrados en al modelo 7-S, se ofrecen una serie de ejemplos alegóricos mediante la descripción de culturas básicas organizativas relacionadas con cuatro deportes populares en Norteamérica y Gran Bretaña: Fútbol Americano, Béisbol, Cricket y Baloncesto.
El Fútbol americano comporta una estructura jerárquica con un flujo de información desde arriba a abajo, a través de una cadena de órdenes e instrucciones que provienen del ‘mariscal de campo’ (quarterback). La estructura jerárquica del American Football enfatiza la centralización del juego en un punto focal desde donde parten y se canalizan la gran mayoría de las jugadas de ataque. Los jugadores de béisbol, por su parte, actúan cada uno de ellos como entidades independientes que, a turnos, encaran al lanzador (pitcher) del equipo contrario. Suelen adoptar una actitud más individualista. En particular, el béisbol genera una competencia entre los propios integrantes del equipos, los cuales poseen como objetivo principal --y condicionado por la naturaleza del juego-- el de llegar a ser ‘estrellas’ y protagonistas autosuficientes.
Los valores organizativos del cricket incorporan un enfoque ‘incrementalista’. Los jugadores interiorizan, ya antes del comienzo del partido, que la victoria no es posible por la vía rápida. De hecho los encuentros pueden prolongarse por espacio de varios de días, e incluso puede producirse a una situación final de empate técnico o, mejor, de ‘no victoria’ para ninguno de los contendientes. El estilo de este juego tan popular en Inglaterra y en algunas de sus excolonias, parece apropiado para situaciones de incertidumbre y hasta de turbulencia en los procesos de toma de decisión y puesta en práctica de programas de políticas públicas.
La cultura baloncestística es, a su vez, diferente. En este caso el énfasis recae en el trabajo de equipo y el estilo es acorde con una estructura de interdependencia entre todos los jugadores. El baloncesto incorpora la interrelación de dos valores que caracterizan a las organizaciones descentralizadas y federalistas, cuales son los de unidad y diversidad. El modelo baloncestístico se desarrolla en base a una planificación racionalizadora y en un marco de generalizada descentralización en el juego, combinando unidad y diversidad.
Los resultados del buen hacer baloncestístico saltan a la vista: España ocupa el primer puesto europeo y el segundo mundial tras Estados Unidos en el ranking FIBA. Es tetracampeona, bicampeona mundial y triple subcampeona, entre otros logros recogidos en su palmarés. Ningún deporte colectivo español ha alcanzado tales niveles de excelencia competitiva. Recuérdese que antes del Eurobasket celebrado en Berlín, la FIBA había situado a España en el octavo lugar en el listado de favoritos del torneo. O sea, que llegando a los octavos de final ya se habría cumplido.
“El baloncesto ha sido generoso con el que ha respetado sus valores de deporte de equipo, de pasarse la pelota, asumir los roles, entrenarse duro, ayudarse y no tener egos. Cuando eso pasa, un entrenador no puede ser más feliz desde el punto de vista del juego”, ha analizado el seleccionador italiano de España, Sergio Scariolo, auténtico catalizador de los éxitos del selección.
Para un viejo colegial que pasó cientos de horas canasteando en los campos de recreo del Instituto (público) Ramiro de Maeztu de Madrid durante sus años de primaria y secundaria, el triunfo de España aporta una felicidad estratosférica, permítaseme la expresión. En aquellos años animábamos al equipo del Estudiantes cantando aquello de “Dicen que se ha muerto Garibaldi”.
Pero no, Garibaldi sigue muy vivo en el imaginario de la libertad y la organización de nuestras sociedades contemporáneas y de nuestro baloncesto. Pese a la caverna mediática.
Tenemos una España de Oro, cuidémosla.
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