Opinión
Con las cosas del comer no se juega
Por Jordi Salvador
Diputado del Grupo Republicano en el Congreso
Cuando Esquerra Republicana se abstuvo en la investidura de Pedro Sánchez lo hizo no solo porque la alternativa de la extrema derecha es terrible sino, también, porque con las cosas del comer, efectivamente, no se juega. Y creíamos que todo ello sería menos malo con un gobierno con Unidas Podemos que sin ellos. En realidad, ninguna medida social de las que ahora el gobierno saca pecho, como por ejemplo la subida del SMI, habría sido posible sin Esquerra Republicana. Hasta que llegamos a la Reforma Laboral.
Esquerra Republicana votó en contra de las dos reformas laborales -la del PSOE de 2010 y la del PP de 2012-, participó activamente en las tres huelgas generales convocadas contra estas dos reformas. Hemos llevado en el programa electoral la derogación completa durante la última década, hemos presentado mociones en los ayuntamientos, mítines, discursos, encuentros con los sindicatos con el compromiso de derogarlas. Y, para un partido de izquierdas, la credibilidad es el principal patrimonio.
Nuestro voto negativo tiene, pues, una historia detrás a pesar del aval del diálogo social. Recordamos que el PSOE y el PP golpearon a la clase trabajadora con dos reformas laborales sin diálogo social, en contra de los sindicatos y con el aplauso de la CEOE.
Consideramos que, diez años después y con estos precedentes, la Reforma Laboral tenía que preceder al diálogo social y permitir que, en el Congreso, una mayoría suficiente -que existe- pudiera derogar las dos reformas laborales o, cuando menos, los aspectos más lesivos de los que hablaba la ministra y los partidos del gobierno hasta hace dos días. Hay que subrayarlo: ¡partidos del gobierno!
Había una posibilidad democrática que “el gobierno más progresista de la historia” descartó con una absoluta falta de respeto hacia la cámara legislativa, sede de la representación del pueblo: presentar la Reforma Laboral en forma de proyecto de ley (¡para mejorarla!, que nadie lo manipule, porque se podía hacer). En cambio, el gobierno del PSOE y UP optó por presentar la Reforma Laboral por Real Decreto Ley. La realidad es que la CEOE tenía razón, no se podía tocar ni una coma.
La Comisión Europea, dominada por la derecha y que es quien realmente dictó qué podía ser objeto de “diálogo” y qué no en el diálogo social, exigía que, para recibir los fondos europeos, la ley tenía que ser certificada por la CEOE y el sistema financiero. Por ejemplo, el despido no se toca. Y por eso es una reforma aplaudida por el sistema financiero (Ana Botín), la CEOE, el diario ABC, las FAES, etc. No hay ningún sector dentro de los poderes económicos que esté en contra. Y otra certeza: derechos a cambio de fondos europeos. ¿Y a dónde irán, principalmente, los fondos europeos? Pregunten a la CEOE.
Todo ello no quiere decir que la Reforma Laboral propuesta no aportara mejoras interesantes. Pero, en cualquier caso, lo que no recoge son aspectos que no pueden ser, en ningún caso, prescindibles. Por esta razón Esquerra Republicana se abría a una negociación, pero la presentación del texto como RDL dejaba muy poco margen y sabíamos que si ahora no se podía tocar ni una coma, ¿por qué teníamos que creer que dentro de unos meses, sí? Aquel era el momento.
El gobierno tenía entonces dos opciones. La primera, mirar hacia la izquierda y encontrar un bloque sólido gracias al cual PSOE y UP gobiernan. Negociar sobre contratos parciales, sobre subcontratación, sobre protección social, sobre la autorización administrativa de ERES, sobre la limitación de las causas del despido objetivo, sobre las indemnizaciones, y esclarecer todos aquellos aspectos que habían quedado indeterminados en el pacto social, por ejemplo. Esta idea, y así se puede comprobar repasando las hemerotecas, era aceptada por los sindicatos, como también la posibilidad de tramitar el texto como proyecto de ley para facilitar el debate en el Congreso de Diputados.
Pero había una segunda opción: presentar la Reforma Laboral sin debate, con un decreto ley cerrado, y confiarlo todo a dos partidos tan poco fiables y ajenos a los intereses de la clase trabajadora como UPN –‘traición’ final incluida- y Cs. Con la única obsesión de poder sacar adelante como fuera una de las leyes más importantes de la legislatura, si no la que más.
Y se optó por la segunda opción. ¿Quién fue, pues, el que jugó con las cosas del comer? Quizás quien tiene que dar explicaciones es “el gobierno más progresista de la historia” y no el bloque de izquierdas.
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