Opinión
Convivir con el acoso en redes
Por Carla Galeote
Autora de 'Hablemos de feminismos'
Este artículo es un adelanto editorial del libro 'Hablemos de feminismos' (Península) que se presenta este jueves a las 19.00 horas en Librería Casa del Libro Rambla Catalunya
- "A ti te vendría bien que dos morenos te dieran un susto una noche eh"
- "Carla cierra la puta boca o que te la cierre con la polla el ancap al que te follaste"
- "Jódete, pero jódete hasta reventar. Vas a mamar polla de VOX unos añitos"
- "Mira cierra la boca pedazo de prostituta libanesa, tienes más semen en el coño que salsa en el kebab que te metió moja por la boca pedazo puerca puta"
- "Callate la puta boca feminazi asquerosa, no ensucies el bonito nombre del fútbol con tu boca populista y dúchate que tienes una pinta de oler a mierda"
- "Me cago en tu puta madre zorra malfollada"
- "Vete a follarte un moro y a chupar pollas en Podemos si es lo que quieres y deja de dar por culo por aquí maldita ramera de tres al cuarto"
- "Os recomiendo que abandonéis esta moda feminazi si no queréis acabar viejas, feas y gordas jugando al solitario fumando pitis y rodeadas de un montón de gatos que solo están ahí por interés, amargadas y con cara de morder limones. La vida es maravillosa femilocas, creedme".
- "La nueva "adquisición" del Chepas. Cada vez se las busca más jóvenes. Claro, son más ingenuas y más fáciles de manipular"
- "Yo desde que tú y la gente como tú estáis aquí no necesito un psicólogo, sino un bazoca bien grande, llorona!!!"
- "Tus pezones serán retorcidos provocándote tremendos dolores"
Impresiona, ¿verdad? Esto es lo que significa ser mujer, feminista, de izquierdas y joven en redes sociales. Cuando empecé a divulgar en ellas y enseguida registré un crecimiento bastante notable, comenzaron a acosarme perfiles de hombres, en su mayoría anónimos. Todos estos mensajes que acabáis de leer, y que destilan un profundo odio, han sido denunciados. No son los únicos que he recibido ni mucho menos, ni tampoco los peores. En mis inicios me quedaba asombrada al leerlos, pero jamás me los tomé como un ataque personal. Tengo clarísimo que se me atacaba y se me ataca por mis ideas, igual que, viendo este tipo de reacciones, tengo clarísimo que mi labor es más necesaria que nunca. ¿Podremos algún día, las mujeres, opinar de lo que queramos sin miedo a recibir una avalancha de mensajes anónimos deseándonos una violación?
Se me ataca por lo que pienso
Muchas de las personas que se dedican a insultarme llegan a mi perfil animadas por creadores de contenido que, desde mis inicios, han transmitido vídeos y streams insultándome, gritándome, sexualizándome e infantilizándome. Son personas que cada semana, sin descanso, y sacando un rédito económico, publican vídeos hablando de mí. Son ellos quienes han organizado campañas de acoso y que, encima, en lugar de reconocerlo, han llegado a afirmar que yo me estaba victimizando. ¿Denunciar una amenaza de violación es victimizarse? No soy la única que sufre este tipo de campañas. Cientos de mujeres que se dedican al activismo en redes conviven con el acoso. El mensaje es claro: «Tú, mujer feminista, que buscas una sociedad igualitaria, vas a recibir la violencia más extrema que conozcas para que te calles». A ciertos sectores les enfada muchísimo que cada vez seamos más las mujeres jóvenes que con nuestra red de sororidad no nos cortamos a la hora de hablar de feminismo. Les da miedo que no tengamos miedo.
Su miedo es nuestra valentía
El movimiento antifeminista, que ha encontrado en las redes sociales una forma de propagarse a toda velocidad, ataca unas ideas concretas: la libertad sexual, el empoderamiento femenino, el consentimiento, la igualdad y el respeto. Ideas que, durante años, ellos han estado enjaulando para poder mantener sus privilegios. Porque sí: sus privilegios son la cuna de nuestras opresiones, del acoso y de la violencia que recibimos.
Todas estas personas que dedican su día a día, desde que se levantan hasta que se acuestan, a acosar a todas las feministas que se encuentran, si es que no las van a buscar, son personas como tú y como yo, que tienen una madre, una amiga, una hermana o una novia. Son hombres que, quieran o no, cuentan con mujeres en su círculo, a pesar de que, con toda seguridad, jamás tratarían así a una «de las suyas». Sin embargo, me gustaría ver cómo tratarían a la mujer que en una discoteca les dice que no.
Algunos se atreven a decirme que el odio que recibo es porque soy un personaje público, es a lo que me expongo y, si no me gusta, me puedo ir de las redes sociales. ¿Hasta dónde hemos llegado si le recomendamos a la mujer que recibe acoso y violencia extrema que abandone espacios en vez de pedírselo a los agresores? Seguro que las personas que hacen estas afirmaciones son las mismas que ponen en duda la palabra de una mujer violada antes que la del violador. Basta ver, por ejemplo, los tuits del inicio de este apartado.
Ante este movimiento reaccionario, las feministas nos hemos unido y hemos creado espacios seguros donde expresarnos y ser nosotras mismas. Muchos de ellos, virtuales en un inicio, se han acabado convirtiendo en charlas en un centro cívico o en una cafetería, en las que compartimos nuestras vivencias. Me he encontrado con mujeres diversas, conocidas y anónimas, que se han dado cuenta de que, a veces, ser feminista es un deporte de riesgo. Y no tendría por qué ser así. El activismo feminista no debe ser un acto de valentía, pero ahora mismo, por desgracia, lo es. No quiero que seamos valientes para alzar la voz, quiero que no tengamos que alzarla porque la sociedad ya entienda que nos merecemos que se respeten nuestros derechos.
Ser feminista no debería ser una acto valiente
Y no quiero perder de vista a todas las demás feministas que, sin estar en redes, también reciben acoso machista. Cada vez que lo he denunciado, me han llegado infinitos mensajes de apoyo y de camaradería, y otros tantos de mujeres confesándome que habían sido víctimas de lo mismo, por lo que habían dejado de opinar en los debates, en las aulas o con los compañeros. El acoso machista es transversal y no solo va dirigido a las mujeres que tenemos cierto alcance en redes sociales, muchas veces quienes más lo acusan son personas anónimas que no pueden exponerlo de forma pública.
Justo por eso no quiero abandonar las redes, a pesar de toda la misoginia a la que me tengo que enfrentar a diario. Porque si yo, que soy una mujer con un cuerpo normativo, blanca, europea, con un nivel económico estabilizado, con una educación y una red de apoyo, cedo este espacio, ¿qué harán todas esas mujeres anónimas, en situaciones de vulnerabilidad y carentes de apoyo? ¿Cómo las podemos proteger? El feminismo debe garantizar la seguridad de todas, no solo de las más privilegiadas dentro de la escala de la opresión, y por eso son importantes los espacios reales y físicos que sirvan para la escucha y sororidad.
Con todo, también quiero dejar claro que, si alguna de vosotras ha decidido hacer una pausa o abandonar el activismo de forma puntual, no pasa nada. No se es más feminista por colgar vídeos en TikTok, no se es más feminista por tener seguidores y no se es más feminista por posicionarse en cada polémica; se es feminista cuando respetamos nuestra integridad y nuestra salud mental, y, sobre todo, a nosotras mismas. No hay mayor acto revolucionario que el amor propio, y decidir hacer un activismo silencioso para protegerte de la violencia y el acoso es igual de válido que hacerlo de manera pública y con gran alcance.
"Por cada insulto misógino que recibo, que veo hacia una compañera feminista o hacia una desconocida, más ganas me dan de poner la cara y el cuerpo por ellas y por el Feminismo. Nos tendréis de frente. Ni vuestros insultos ni vuestro acoso nos harán retroceder" - Carla Galeote
El acoso en redes sociales es la punta del iceberg de un sistema que pretende, mediante la violencia más extrema, doblegar la liberación de la mujer. Silenciad, bloquead, ignorad y protegeos de todas las personas que os insulten, amenacen o acosen. El cordón sanitario pasa por decidir cuidar la salud mental, por proteger a las compañeras y por aislar a todos esos hombres que, amparados en las redes sociales, pretenden infundir miedo y paralizarnos.
Por último, me gustaría hacer una reflexión final. El mundo virtual es inseparable del mundo real. Que existan hombres que me llaman «malfollada», que insinúan que me vendría bien que me violaran o que hasta amenazan con quitarme de en medio es síntoma de que nuestra sociedad está enferma. Estoy escribiendo estas líneas en marzo de 2023 y ya ha habido quince mujeres asesinadas por violencia machista en lo que va de año. El feminismo sigue siendo necesario y sus reivindicaciones, hasta las que pueden parecer ya superadas, también. Porque el terreno ganado puede perderse y porque el enemigo está organizado. Por favor, no minimicemos actitudes que van directas contra nuestra integridad, no cedamos espacios y alcemos la voz.
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