Propuestas para decidir mejor en Europa
Según datos del Eurobarómetro seis de cada diez europeos se siente ciudadano de la Unión Europea. Sin embargo, más de la mitad no tiene apego hacia el proyecto comunitario y la mayoría desconoce cuáles son sus derechos como ciudadano de la UE.
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Según datos del Eurobarómetro seis de cada diez europeos se siente ciudadano de la Unión Europea. Sin embargo, más de la mitad no tiene apego hacia el proyecto comunitario y la mayoría desconoce cuáles son sus derechos como ciudadano de la UE. Del mismo modo, la confianza en las instituciones comunitarias tocó suelo el pasado año. En España, por ejemplo, un 79% afirmó no confiar en unos centros de decisión que probablemente encuentra demasiado lejanos y complejos.
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Existen, sin embargo, una serie de propuestas de innovación institucional que podrían atajar y reducir en gran medida ese espacio entre la ciudadanía y las instituciones de la Unión. En primer lugar, el Parlamento Europeo, única institución elegida directamente por el conjunto de los ciudadanos a través de sufragio universal, debería ser dotado de un poder de iniciativa legislativa directa. Igual que el de la mayoría de parlamentos nacionales (a partir de un cierto número de diputados, a propuesta de un partido político…) y no como ahora donde el Parlamento Europeo tan sólo puede presentar una propuesta legislativa a la Comisión que posteriormente ésta puede aceptar o rechazar. En este sentido, también habría que reformar y visibilizar la poco conocida Iniciativa Ciudadana Europea, mecanismo de democracia directa transnacional mediante el cual la ciudadanía europea puede presentar propuestas de legislación.
El Consejo necesita instrumentos de comunicación más potentes, un portal de transparencia y algo más de flexibilidad a la hora de tomar decisiones
Además, el Consejo, que decide por mayoría cualificada salvo en asuntos de fiscalidad, seguridad social, política exterior, defensa y cooperación policial operativa (en los que es necesaria la unanimidad), necesita instrumentos de comunicación más potentes, un portal de transparencia y algo más de flexibilidad a la hora de tomar decisiones. El bloqueo a ciertas políticas e iniciativas abre un abismo con la ciudadanía europea, por lo que debería reducirse al máximo el derecho de veto. Si bien los Estados están en la raíz de la construcción del proyecto común no deberían dinamitarlo ahora atendiendo a estrategias nacionales que tan solo obstaculizan un proceso de integración transnacional que se antoja cada vez más necesario.
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En colaboración con:
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