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9-N: Rajoy ya lo ha conseguido, ya tenemos el peor de los escenarios

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De entre todos los posibles escenarios que se podían dar en la cuestión catalana, el peor de todos es el que vamos a vivir el 9 de noviembre y es claramente responsabilidad de Mariano Rajoy. Las razones son varias:

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Es responsabilidad de Rajoy porque ante la intención reiterada por parte del Gobierno de la Generalitat de convocar un referéndum para determinar la cuantía exacta de residentes en Cataluña que quieren constituirse en Estado independiente de España, nuestro Presidente del Gobierno nunca ha llegado a plantearse como problema político cuál es la razón de la incomodidad de Cataluña por su situación actual, dejando caer hasta hace pocas fechas que esta pretensión era realmente una estratagema para obtener más dinero. En petit comité solían afirmar que ya estaban los catalanes con lo de siempre, con su intento de exprimir la vaca.

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Tenía que haberse enfrentado con valentía política al malestar por él generado, pues hay que recordar que frente a preceptos idénticos en los Estatutos de Autonomía de Cataluña y Andalucía, idénticos digo, la respuesta no pudo ser más diferente: recurso en el caso catalán con enfrentamiento en la calle y movilizando al personal e indiferencia en el caso andaluz, de forma que la piedra de escándalo catalana es ley vigente ahora en el escenario andaluz. Y con esa valentía habría llegado a la conclusión de que Cataluña lo que básicamente buscaba era el reconocimiento de su naturaleza política diferente al resto, reconocimiento del que ellos hacen depender la propia dignidad y lo soportable de su inclusión en España.

Pero no, no adoptó esa postura que hubiera llevado a una negociación y a un cambio constitucional (el proceso escocés al revés: primero negociamos, cambiamos y por último votamos la reforma) y decidió simplemente decir no. No a la consulta, no a la reforma, no a los cambios. Con tantos noes iba cerrando puertas e iba empujando a Mas (al que le hacía falta poca gasolina para prender fuego) a agarrarse a la consulta, primero como arma de negociación y amenaza y después al ver que fallaba, como única salida frente a ERC.

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Con tantos 'noes' Rajoy iba cerrando puertas e iba empujando a Mas (al que le hacía falta poca gasolina para prender fuego) a agarrarse a la consulta

Los últimos movimientos (suspensión cautelar del TC y amenaza a los funcionarios locales con apertura de expedientes disciplinarios que pueden acarrear incluso la pérdida de la condición de funcionario en caso de cooperar con la consulta) han sido letales.

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En mi opinión, casi más que la suspensión cautelar, el tiro de gracia ha sido la imposibilidad de contar con el auxilio de los Ayuntamientos. Téngase presente que la Generalitat ni cuenta con locales en los casi 950 municipios de Cataluña (normalmente las CC.AA solo disponen de locales en las capitales de provincia y de comarca) y sobre todo, no cuenta con censo electoral (competencia del Estado) por lo que la única forma de contar con algo que se le pareciera era con el Padrón de Habitantes municipal. El hecho de no contar con ellos (pues los ayuntamientos regidos por el PSC, por ejemplo, no lo aportarían y ahora tampoco la mayoría por la negativa de los funcionarios) ni con locales en todo el territorio, ha sido demasiado.

Pero todas estas negativas sin cambios, sin negociación, sin ofrecer salidas, ha generado como decía al principio que vayamos a vivir la peor de las situaciones posibles. Y es que en una Encuesta-Consulta sin locales en todo el territorio (¿dónde van a votar los residentes del Pirineo catalán?), sin censo (¿cómo se va a controlar que no se vote 3, 50 o 100 veces como en Eurovisión a través de sms?) y donde voten los mayores de 16 años sin haberse recogido en listado ni garantía alguna, todos los elementos están servidos para que aparezca como una fiesta ciudadana, llena de abrazos, banderas y bailes que se verá en el exterior como anhelo democrático frente al inmovilismo del gobierno que únicamente repite apartados y artículos de la Constitución como si estuviesen esculpidos en piedra.

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Al señalar tanto que no tendrá efecto vinculante ni efectos jurídicos se añade un elemento más al agravamiento de la cuestión, pues ya no tendrá el ciudadano esa sensación de responsabilidad que le lleve a sopesar pros y contras y a valorar cuidadosamente la trascendencia de su voto; por el contrario, al decir que no tendrá valor es evidente que empuja al que no quiere la independencia a quedarse en su casa y al que duda a no razonar ni valorar su postura. Pues bien, frente a este riesgo de que se anuncie que un 110% o ya puestos, un 140% de la población catalana afirma su deseo de ser independiente, nuestro Presidente del Gobierno afirma estamos ante una excelente noticia y que está contento... ¿no es para salir corriendo?

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