Javier Fernández, el fontanero del Duernu
De la prejubilación a la corrupción
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“Una de las historias más bonitas que he escuchado en el partido socialista es el de dos padres que se conocieron en un campo de concentración y hoy es Javier Fernández el presidente de Asturias”. Así describía Susana Díaz a Fernández, días antes de encomendarle la dirección de la gestora, ante el asombro de un país que vió el aquelarre en prime time. De poco valió esa historia, sin embargo, a las asociaciones en defensa de la memoria histórica y otras 62 organizaciones que habían solicitado la medalla de oro de Asturias para los guerrilleros antifascistas asturianos en el año 2013. El presidente asturiano dejaba desierta la medalla de oro ese año ante la incomprensión de miles de familias. Dos años después, no dudaría a la hora de entregar ese reconocimiento a la principal fortuna asturiana, la Corporación Masaveu, justo tras aparecer en la lista Falciani y ser imputada en la Audiencia Nacional por un fraude de 80 millones de euros.
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De la prejubilación a la corrupción
Pero volvamos atrás. Fernández se convertía en delfín de Villa en 1991 y comenzaba fuerte la década desde la Dirección General de Minas (1991-1995) y la Consejería de Industria (1999-2000). Los 90 eran tiempos de reconversiones industriales impulsadas por Felipe y Solchaga. La minería no sería menos; 30.000 mineros se quedaron en poco más de 3.000. Fue un cierre planificado por gobiernos socialistas y populares, apoyados en prejubilaciones masivas y la entrada de carbón de importación. Los miles de millones en fondos mineros ofrecieron “puestinos y perres”, desencadenando una profunda corrupción que hoy en día apenas ha empezado a emerger. El primer jefe de Fernández, el ex consejero Víctor Zapico, terminaría juzgado en la trama carbonera: hacía pasar carbón de importación como autóctono en la mina de La Camocha, cobrando así subvenciones públicas. Según el histórico sindicalista Antón Saavedra, Fernández le admitió que lo sabía, pero nunca lo denunció. Les pillaron, pero los poderes fácticos nunca les dejarían de lado y el juicio se retrasaría 20 años. Tras la condena en 2014, la jueza feminista Charo Hevia, veía anulado el proceso dos años después. Cansada, ya se había exiliado a Valencia para entonces. Omertá style.
Dejar hacer, dejar pasar
Desde el año 2000, mientras construía una FSA a la medida del SOMA, Fernández esperaba su oportunidad de ser candidato a la presidencia. Un ex liberado sindical de HUNOSA, Jesús Gutiérrez, ocuparía la Secretaría de Organización; y dos políticos de concejos mineros, Fernando Lastra, diputado desde 1987, y Graciano Torre, padre del actual secretario general de Juventudes Socialistas de España, acceden a la portavocía parlamentaria y la Consejería de Industria, respectivamente.
La segunda gestora de Fernández
Alguien podría pensar que nada se movía en Asturies sin la red clientelar de la FSA-PSOE. Se equivocan. Les falta la mitad, o al menos un tercio, del espejo. Se llamaba despectivamente Pacto del Duernu (el ‘duernu’, en asturiano, se refiere a la artesa donde comen los cerdos) y para hablar de él tenemos que hablar de Villa. Pero no sólo de él. Imagínense al padre político de Fernández reunido en un restaurante de lujo con un político ovetense hecho a sí mismo y amante del boxeo. Sentado frente a Villa, Gabino de Lorenzo, referente de la derecha que convirtió Oviedo en la -corrupta- Valencia del Norte. De esa relación surgiría el Pacto del Duernu, un reparto territorial del poder fraguado entre PP (Oviedo) y PSOE (Asturias y Xixón). Se respetaban (y Fernández respetó) los territorios rivales, sin intervenir mutuamente. El pacto se sellaba con presencia conjunta en las principales empresas públicas asturianas (SEDES, SOGEPSA, Puerto de Xixón, Cajastur) y con décadas de gobiernos monocolor en los respectivos feudos. Cada intento de recomposición por la militancia del PP en Xixón o del PSOE en Oviedo se saldaba con gestoras, expulsiones y desautorizaciones. ¿El resultado? En Oviedo, 24 años del PP; En Asturies y en Xixón, 28 y 32 años del PSOE. Reparto de cromos.
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Epílogo: ¿Quid pro quo?
“¡No pasarán!”, gritó Fernández en la última campaña electoral. Tras la hecatombe en Ferraz, cobra un nuevo sentido. Porque, como recordaba el portavoz asturiano, Emilio León, Javier no hablaba del fascismo (ni del guerrillero de San Esteban de Pravia y héroe nacional Gregorio Cenitagoya a quien se negó a recibir en 2013), sino de Podemos, que en Asturies obtuvo los mejores resultados del país. A Javier Fernández le preocupaba que pasara Podemos. ¿Pasará el PP y con ello otro Pacto del Duernu? Podría ser. Quid pro quo: Rajoy en Moncloa con apoyo del PSOE; Fernández en Asturies con el PP. Antes de la decapitación de Sánchez ningún socialista de corazón se podría haber imaginado semejante cambio de cromos; ahora, desgraciadamente, ya no es tan difícil de imaginar.