Este artículo se publicó hace 44 años.
El felíz
Si hay un programa de televisión capaz de redimir la mala fama de los adictos a la televisión se llama “Los Simpson·, una serie que cumple 25 años, la más longeva en la historia del medio y que en sus inicios recibió furibundas críticas que tildaban el producto como “insultante para las familias, nefasto para los niños y nada recomendable para alcohólicos en vías de rehabilitación: Era verdad y en esa verdad se cimenta la popularidad de la serie creada por Matt Groening. Hay momentos en los que es necesario insultar a la familia, tratar a los niños como adultos pensantes y/o darse a la bebida para olvidar que el mundo de la familia Simpson es un mundo real y terrorífico como esa central nuclear de Springfield y el malvado capitalista que la dirige con métodos medievales, el alcalde corrupto, el jefe de policía estúpido, el director de la escuela patético, el pastor un cantamañanas y… Dejando a parte a los alcohólicos, que en Los Simpson son a la vez patéticos y entrañables, considero totalmente injustificables las críticas referentes al insulto a las familias.
Los Simpson son un canto a la familia que permanece unida con un padre impresentable, una madre sufridora, un hijo gamberro, una niña saxofonista, intelectual y ecologista y un bebé atónito.
Después de 25 años resulta que los años no han pasado, ni para sus protagonistas ni para su público al que se van incorporando nuevas generaciones capaces de compartir las enseñanzas de esta saga familiar, paradigma de lo políticamente incorrecto, provocadora y provocativa, rebelde y tolerante , la serie fue pionera en traspasar la frontera entre la animación infantil y la animación para adultos, camino por el que circulan hoy tantas series iconoclastas.
La transgresión de Los Simpson va más allá, sirvan dos muestras: Lisa Simpson, la intelectual de tan disfuncional familia plantea a la comunidad de Springfield el dilema de enseñar en su escuela, el creacionismo, o las teorías de la evolución. El darwinismo gana el debate, después de la exhibición de Homer como antropoide intentando abrir una botella de cerveza. Segundo ejemplo Bart Simpson, por motivos nulamente espirituales, decide hacerse católico y se convierte en centro de un enfrentamiento, cualquier cosa menos teológico, sobre las bondades de protestantes y católicos, incluyendo campamentos de verano, ferias y fiestas y atracciones diversas. En cuanto a Bart Simpson sospecho, desde hace tiempo, que es agnóstico
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