Federico García Lorca y Luis Buñuel: el cine como des(encuentro)
El cine como formación
Publicidad
BARCELONA.- “Lorca me hizo descubrir la poesía, en especial la poesía española, que conocía admirablemente, y también otros libros. Por ejemplo, me hizo leer la Leyenda áurea, el primer libro en el que encontré algo acerca de san Simeón el Estilita, que más adelante devino Simón del desierto”. Tal y como recuerda Luis Buñuel en sus memorias, Mi último suspiro, Lorca le descubrió la poesía; Lorca le descubrió a Simeón el Estilita; Lorca fue uno de sus más íntimos amigos, “a pesar de que”, apunta Buñuel algunas páginas después, “el contraste no podía ser mayor entre el aragonés tosco y el andaluz refinado -o quizás a causa de este mismo contraste- casi siempre andábamos juntos”.
Publicidad
Los contrastes entre el aragonés y el granadino nunca desaparecieron, siempre estuvieron latentes en esta relación de amistad marcada por incomprensiones aparentemente insuperables en cuestiones de estética teatral y cinematográfica. Lorca no descubrió el cine de la mano de Buñuel, ni Buñuel descubrió el teatro gracias a Lorca y puede que fuera este no descubrimiento conjunto el que determinara en parte la incomprensión de Buñuel por el teatro de Lorca: “Tengo que confesar aquí que la admiración que me merece el teatro de Lorca es más bien escasa. Su vida y su personalidad superaban con mucho a su obra, que me parece a menudo retórica y amanerada.”, escribió Buñuel. Así como la incomprensión de Lorca por el cine de su amigo: “Luis, tu película no me ha gustado na’”, parece ser que le dijo Federico al director aragonés nada más ver La edad de oro. Aquel 1930, fecha de estreno de la película de Buñuel, no fue ni el primer ni el último desencuentro entre los gustos del poeta y del cineasta.
El cine como formación
La formación de Federico García Lorca no se entiende sin el cine. En Granada, en 1908 aproximadamente, se había instalado en la Gran Vía de Colón el cinematógrafo, al que solía acudir un jovencísimo Federico, antes con su madre, y, posteriormente, como recordaba hace algunos años Antonina Rodrigo, junto con su amigo de infancia Manuel Angeles Ortiz.
Sin embargo, la influencia del cine en Lorca no se limita a las imágenes que éste utiliza en su obra poética y en su dramaturgia, el cine aparece muy pronto en el proyecto literario del granadino como material de trabajo y, de hecho, como dirá el cineasta Emilio Amero, Lorca se dará cuenta “de la posibilidad de escribir un guion al estilo de mi película, con el empleo directo del movimiento”.
Publicidad
El cine como expresión de una discrepancia
Si resulta difícil hallar el porqué de estos guiños de enemistad sin recurrir a cábalas, aún más complicado resulta entender cómo el cine fue precisamente el elemento principal de distanciamiento entre Lorca y Buñuel. ¿Cómo el interés de Lorca por el séptimo arte, un interés que le llevó a escribir breves piezas teatrales tan significativas como Un paseo de Buster Keaton y Conversaciones con Buñuel, el poema en prosa Muerte de la madre de Charlot o el guion de Viaje a la luna, no sirvió como nexo de unión entre el poeta granadino y Buñuel?
Como un imitador, así define Buñuel a Lorca, cuyo giro hacia el surrealismo, visible sobre todo en El público, fue percibido por el director como un gesto imitativo. Para Buñuel, Lorca nunca abrazó el surrealismo, algo que el director aragonés nunca llegó a aceptar: “mi paso al surrealismo me había alejado –y así me mantendría durante mucho tiempo- de esta pretendida ‘avanguardia’”, escribe el director en sus memorias, aludiendo directamente a la “supuesta” avanguardia que representaba Lorca. ¿Qué queda en estas palabras de esa amistad entre los dos jóvenes compañeros de la Residencia de Estudiantes? ¿De aquellos dos amigos íntimos, en palabras del propio Buñuel, que habían compartido años de formación? ¿Qué queda de aquella fotografía de Luis y Federico retratados en una avioneta durante la verbena de San Antonio de la Florida? Y, sobre todo, ¿qué queda y quedó de estos versos de Lorca escritos en el reverso de la fotografía?
Publicidad
Una adaptación y un reencuentro frustrados
“En 1934, nos habíamos reconciliado totalmente. Aunque yo encontraba a veces que se dejaba sumergir por un número demasiado grande de admiradores, pasábamos juntos largos ratos. Frecuentemente, acompañados por Ugarte, subíamos a mi ‘Ford’ para relajarnos durante unas horas en la soledad gótica de El Paular”.
¿Existió tal ofrecimiento por parte de Ponti? Y, de haberlo existido, ¿a qué fue debido ese desinterés de Buñuel? No fue hasta 1973 que Gustavo Alatriste le envía a Buñuel un telegrama proponiéndole la adaptación de La casa de Bernarda Alba. En una carta posterior, fechada el 30 de agosto de 1977, Alatriste envía a Buñuel del borrador de una propuesta económica para realizar la adaptación; en dicho borrador se especifica que Alatriste pagará a Buñuel por la adaptación de la obra 100.000 dólares, pagados en tres plazos de 25000, 25000 y 50000 dólares. Asimismo, por la dirección, Buñuel cobraría 400.000 dólares que, en el caso de realizarse el rodaje, previsto para febrero de 1978, se pagarían en cuatro plazos.