Opinión
Vivir en el torrente. Algunas cosas que pensé sobre la DANA y el presente
Por Guillermo Zapata
Escritor y guionista
¿Qué más puede pasar? Es una pregunta que constantemente nos acecha. La noticia terrible de la semana anterior queda suspendida por una noticia igual o más terrible a la semana siguiente. La idea de que la emergencia ya no es emergencia nunca más, sino que es la norma, no termina de explicar la realidad completa. La suma de emergencias no hace una rutina, sino su contrario: Disuelve la rutina. Quiebra la experiencia misma de la vida y su orden.
Hay más de 200 personas fallecidas por la DANA, fundamentalmente en València. No han muerto por la DANA. O no sólo. Han muerto por una gestión negligente que vive en una realidad llena de fakes. Una realidad que es una guerra cultural constante y dónde los avisos de AEMET son una amenaza, y no aquello que te salva la vida. Esa realidad fake no existe de manera autónoma a la realidad, sino que la infecta. Nadie se miente en la intimidad de su casa, sino que interfiere en la vida pública y en la gestión concreta de estos acontecimientos que son, y van a ser, cada vez más frecuentes.
La emergencia climática está llena de fenómenos extremos. Los fenómenos extremos obligan a construir una nueva normalidad. Dicha normalidad se basa en la precaución y la adaptación. Precaución y adaptación que son imposibles de realizar por fuera de las instituciones del Estado. Sólo el pueblo salva al pueblo, es cierto, pero hablamos de un pueblo sin organizaciones fuertes, sin instituciones propias, sin recursos, sin más cuerpo que su propio cuerpo y que siempre actúa para sustituir la negligencia de una administración, en este caso autonómica, consignada al fake y el recorte de lo público. El pueblo debe disponer de las herramientas para salvar al pueblo. Y el Estado debe estar preparado en todas sus escalas para afrontar estas situaciones. Eso implica un Estado más fuerte. Lo siento por los neoliberales, pero su tiempo paso.
El drama es que, en el cruce entre el fin de su tiempo y la emergencia de nuevas formas de gobernanza, surgen los monstruos. Los monstruos son los bulos que dificultan la información veraz orientada a salvar vidas, son las mentiras para multiplicar los enemigos (los migrantes, Marruecos, las feministas, el ecologismo, etc.) frente a la evidencia.
Se le llama “retardismo” a las nuevas formas de negacionismo climático. Cómo el consenso sobre el cambio climático es cada vez mayor, los viejos negacionistas pelean por poner en marcha las medidas necesarias para afrontar el problema lo más tarde posible. ¿No es lo que ha sucedido en València con la DANA un ejemplo perfecto de cómo opera el retardismo en una suma de decisiones concreta en medio de una crisis? ¿No es ese deseo de fingir una normalidad que no existe lo que ha puesto cientos de vidas en peligro? ¿No es Presidente de la Generalitat Valenciana el ejemplo perfecto de retardista?
Cuando sucede un acontecimiento de este tipo, pensamos siempre en dos ideas que son complementarias y se presentan como contradictorias. Una es que sólo la solidaridad de los iguales es efectiva, la otra es que el Estado debe desplegarse con la mayor de las intensidades. La salida a esta crisis está en el cruce de estas dos ideas. Un Estado con capacidad de despliegue intenso es un Estado con una sociedad civil con margen de maniobra y actuación. No hay mejor forma de desplegar la ayuda en el terreno que desde la cercanía, pero esa cercanía necesita recursos, instituciones e infraestructuras.
En segundo lugar, porque la maquinaria de ayudas del Estado tiene que desplegarse con la misma intensidad y eficacia que el ejército y los servicios de emergencia. Hoy ciudadanía, bomberos y militares. Mañana, rentas de rescate, ayudas al tejido productivo y reproductivo, etc. Por tanto, los sistemas de ayudas tienen que cambiar para facilitar el acceso generalizado y lo más automático posible a las mismas. El mismo retardismo que no quiere mandar una alerta por lluvias, quiere que las personas que más lo necesitan tengan que pasar un calvario burocrático para acceder a cualquier ayuda.
Igual que el retardismo opera primero como imaginario, pero en seguida se vuelve material, un Estado más fuerte no es una idea abstracta. Son mecanismos concretos, refuerzo presupuestario, servicios públicos más fuertes y políticas de adaptación y prevención.
El mundo ya no es el que conocimos. No hay rutinas de vida en la emergencia permanente. Sólo derechos, recursos e instituciones pueden garantizar una nueva rutina, una nueva vida, que genere una sociedad que la siguiente vez que llegue una alarma de AEMET (y llegará) esté preparada para minimizar el riesgo.
La DANA puede desbordar un río, puede hacernos vivir en un torrente, pero que la sociedad se quiebre no tiene nada que ver con eso. Eso es política de la de toda la vida.
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