Opinión
Tras tus mapitas hay personas
Por Israel Merino
Reportero y columnista en Cultura, Política, Nacional y Opinión.
Celebraba con Julia mi cumpleaños en el centro de Madrid, muy cerca de la iglesia de San Cayetano, mientras le contaba que el sátrapa de Al Asad había caído y una etapa extrañísima aunque esperanzadora se abría ahora en Siria; trataba de explicarle, como buen periodista que no consigue evitar hacer mansplainning ni cuando bebe vino tinto y come berberechos gallegos, que el pueblo sirio tendría ahora que hacer malabares para contener a los yihadistas y construir un nuevo país tras doce años de guerra civil – esperemos que no debamos seguir sumando – y más de cuarenta de una dictadura familiar y asesina apuntalada en los pilares de los sótanos cavernosos de la prisión política de Sednaya; sin embargo, entre mirada y mirada indiscreta hacia la barra para tratar de coincidir con la del camarero, me descubrí a mí mismo desviando la conversación desde la trascendencia humana que tenía la decisión tomada por el pueblo sirio, lo realmente importante de este asunto, hacia la pérdida de poder e influencia de Irán en la zona, la caída de los últimos puertos de aguas calientes de Putin y la nueva posición de Turquía como agente decisivo en Oriente Medio: es decir, estaba hablando de mapitas.
Odio la geopolítica. Con todas mis fuerzas, además. Aunque no me quede más remedio que estar informado de lo que pasa en el mundo, pues me considero idealista aunque no un estúpido integral, trato de contener el entusiasmo que pueda generarme hablar del Collar de Perlas chino, la extraña política exterior india o los movimientos militares del Sahel; trato, aunque no siempre lo consiga, de mantener cierta distancia para no convertirme en uno de esos seres despreciables que habla del control de algún estrecho marítimo en el oeste de África sin mencionar siquiera las vidas que su disputa ha sesgado.
Y es que en estos tiempos de Internet y nuevo periodismo, que a ratos puede ser tan cínico como el viejo, se ha puesto de moda, acuñaré el término en exclusiva para este artículo, el homo geopoliticus o pibardo pistolitas, como lo prefiráis llamar, un tipo de comunicador algo desalmado que antepone las babas sobre el tablero gepolítico internacional a las causas y motivos por los que un pueblo adulto y soberano decide tumbar el régimen de un asesino que rocía con sarín a su población civil – pensaba que esto también era imperialismo, pero quizá es solo que sé muy poco de política internacional –.
El pibardo pistolitas, aunque nos lo imaginemos siempre como un fantasioso de los intereses de la OTAN y los destructores americanos, puede ser también un viejo mental apalancado en el ochenta y cinco que cree que la Unión Soviética sigue en pie y por no sé qué de la multipolaridad, que nos lo explique uno de ellos porque yo sigo sin entenderlo, hay que reírle las gracietas étnicas al carnicero de Moscú y su corte de marionetas. El pibardo pistolitas, muy macho y hombre – es que él sabe cómo funciona el mundo de verdad, no como tú, que solo te centras en las cosas wokes que pasan aquí dentro y no entiendes que es mejor una dictadura sangrienta que la revolución de un pueblo – te hablará muy serio, girándote los ojitos y dibujando una media sonrisa con sus labios pelados con pellejitos, de por qué los sirios se equivocan y, ay, pobrecitas mis criaturas, no ven el error que es acabar con el régimen represivo de Damasco. No se enteran de nada, mis pobres moritos analfabetos.
Como decía al principio, yo mismo caigo en la trampa y me convierto muchísimas veces en el más cínico de los pibardos pistolitas, pues consumo demasiado Le Monde Diplomatique, The Economist e incluso VisualPolitik, sin embargo, quizá entre todos debamos hacer el esfuerzo de dejar de creernos jugadores de ajedrez globales mientras comemos berberechos gallegos y bebemos vino tinto y alegrarnos, aunque sea por una vez, de que el pueblo sirio se haya quitado una parte de sus cadenas y pueda elegir un camino propio y libre.
Porque, aunque no lo creas, tras esos mapitas que tanto te gustan hay personas.
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