Opinión
Premios Princesa de Asturias o el reconocimiento de lo que se niega
Por David Bollero
Periodista
Ayer conocimos el Premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales 2021: el indio Amartya Sen. Segundo año consecutivo que el galardón reconoce a un economista -el año pasado fue al turco Dana Rodrik- y segundo torpedo a la línea de flotación del neoliberalismo, de ese capitalismo depredador que genera la desigualdad y enriquece a las élites. Sin embargo, no lancen las campanas al vuelvo: considerando que en el patronato de la Fundación Princesa de Asturias se encuentra el Banco Santander o el BBVA, podemos concluir que la justicia social tiene los reconocimientos pero, en realidad, el neoliberalismo tiene el premio gordo: nosotras y nosotros.
Sen acumula reconocimientos, con el Nobel de Economía (1998) a la cabeza. Sus teorías económicas abordan la desigualdad, reformulando el concepto de desarrollo. Para el economista indio, no se puede hablar de desarrollo basándose únicamente en indicadores macroeconómicos; es imprescindible analizar la vida de las personas que integran la comunidad. Dicho de otro modo, el desarrollo de un país, de una sociedad, no es otra cosa que el desarrollo de las personas, de TODAS las personas que la componen.
El premio Princesa de Asturias afirma que "el desarrollo es un proceso de expansión de las capacidades de que disfrutan los individuos" y relaciona directamente estas capacidades con el concepto de libertad. Mientras las teorías neoliberales emplean ese término tan deleznable como es "capital humano", concibiendo a las personas como meras productoras de bienes y servicios, Sen también pone el foco en los seres humanos, pero para identificar su capacidad para vivir la vida. En este sentido, resulta esencial analizar los motivos que tienen para valorar y aumentar las alternativas reales entre las cuales poder optar.
De este planteamiento de Sen se desprende que la pobreza y el desempleo son dos de las mayores disminuciones de libertad que la gente puede tener en una sociedad con un sistema asalariado... lo que evidencia la falta de libertad que vivimos en España, antes incluso de los efectos de la pandemia de COVID-19. Tanto la pobreza como el paro reducen drásticamente el modo en que las personas pueden disfrutar y prosperar y eso, indefectiblemente, viola la libertad.
Especialmente interesante resulta el abordaje que Sen realiza de la educación. Sus teorías exponen que hay muchas pruebas de cómo la educación, incluso en países con renta baja, mejora la calidad de vida de sus habitantes. El economista describe casos en lo que gracias a la educación se disminuyen, incluso, las epidemias y cómo en aquellas sociedades patriarcales en las que se ha reforzado la educación de la mujer se ha reducido la mortalidad infantil. Unos argumentos que chocan frontalmente con el modo en que el neoliberalismo que abraza la derecha busca crear guetos educativos apoyándose para ello en fórmulas como la educación concertada.
El modo en que Sen reclama analizar no sólo cómo viven las personas, sino también qué alternativas tienen de prosperar resulta crucial para romper con la desigualdad y aumentar el bienestar general. Algo que en nuestro país no sucede, puesto que estadísticamente hablando, quienes nacen en el seno de una familia pobre no sólo tiene menos posibilidades de medrar, sino también una menor esperanza de vida.
Un año antes, el Premio Princesa de Asturias de las Ciencias Sociales iba para el economista turco Dana Rodrik, especialmente crítico con lo que él ha llamado la "hiperglobalización". Rodrik plantea un trilema, en el que los países han de elegir dos de tres alternativas, ante la imposibilidad de abrazarlas todas: apertura económica (globalización), democracia o soberanía nacional. Por lo general, es la democracia en su plenitud la que se pierde por el camino.
Los perjuicios que ha traído consigo esta globalización no vienen únicamente por la deslocalización de los centros de producción donde la mano de obra es más barata, por ejemplo, también por la globalización financiera, es decir, el modo en que el dinero se mueve de país en país sin prácticamente trabas ni explicaciones. Estas situaciones, concluye Rodrik, incrementa dramáticamente la desigualdad en los países, generando una serie de dinámicas que pone en peligro las mismas democracias.
En suma, tenemos ante nosotros a dos economistas galardonados que cuestionan el modelo económico que sufrimos pero, ¿de qué nos sirven tantos reconocimientos si sus teorías no se ponen en práctica? Tanto Sen como Rodrik tiran por tierra los planteamientos que rigen las políticas actuales, les premiamos por ello y, mientras, continuamos careciendo de libertades, seguimos siendo tratados como mero capital humano sin posibilidad de medrar. No sólo eso sino que, además, cualquier intento por revertir o mitigar la situación es atacado duramente, como ha sucedido con la puesta en marcha del Ingreso Mínimo Vital (IMV), el incremento del Salario Mínimo Interprofesional (SMI) o el acogimiento de población migrante que huye de la miseria que nuestro país ha contribuido a generar en África.
El premio de Sen debería servir para dar un paso atrás, conocer y extender sus teorías y abrazarlas, porque su puesta en marcha no es algo que se pueda realizar de la noche a la mañana, requiere mucho tiempo y esfuerzo, porque la oposición de quienes han fortalecido el sistema actual es titánica y soltar sus anclajes requerirá algo más que una gala en el Teatro Campoamor de Oviedo.
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