Opinión
Plástico: el chasis del capitalismo y la urgencia de un cambio de sistema
Por Valentina Muñoz-Farías
Activista medioambiental
Plástico, oh plástico. Una vez una maravilla del mundo moderno. Llegó a simplificar nuestras vidas, mejoró nuestra forma de comunicarnos y de viajar, y revolucionó los campos de la medicina, la ciencia y la tecnología. Hoy en día, se ha convertido en una plaga omnipresente que infesta el océano que nos alimenta, el agua dulce que bebemos, la comida que comemos e incluso el aire que respiramos. Se han encontrado plásticos en cerebros humanos, torrentes sanguíneos, placenta, testículos y pulmones y, sin embargo, aún no entendemos del todo sus consecuencias. A pesar de esta alarmante realidad, sigue habiendo una resistencia política contra las medidas sustanciales realmente necesarias para poner fin a la contaminación plástica. Pero, ¿por qué?
Los plásticos representan el chasis del capitalismo: no solo han permitido la innovación necesaria para el desarrollo socioeconómico en todo el mundo, sino que también son la fachada del exceso, encarnando un impulso continuo por lo que parece una necesidad interminable de crecimiento y consumo extremo que va más allá de los límites sostenibles. Representan el blasón perfecto de un sistema que crea necesidades, no bienestar, y prioriza las ganancias sobre las personas y el planeta.
La conveniencia que ofrecen los plásticos tiene un costo monumental que apenas estamos empezando a entender. Mientras nuestros recursos naturales se desploman porque los hemos explotado hasta los límites de su capacidad, cada botella de plástico, cada bolsa desechable, cada vaso de café de un solo uso –incluso los de “cartón” (1)– sirve como un recordatorio de cómo estamos profundamente arraigados en un ciclo de consumo y descarte. Una cultura del usar y tirar impulsada por ganancias o beneficios de corto plazo que ponen en peligro la sostenibilidad global a largo plazo. Este sistema ha llevado a la sociedad moderna a un punto en el que el "exceso" ocupa el asiento del conductor, la "necesidad" pasa al asiento trasero, la "suficiencia" se olvida en el maletero y la salud ambiental y los derechos humanos básicos ni siquiera están en un auto que deja una huella de degradación ambiental, una crisis climática (2), desigualdades sociales (3) y problemas de salud mental como depresión y ansiedad.
Por ello, la Asamblea de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente ha mandatado la creación de un instrumento para acabar con la contaminación por plásticos, que aborde todo su ciclo de vida completo, e incluya al medio marino. Este Tratado Global de Plásticos debería estar terminado a finales de 2024 y debe centrarse en soluciones para abordar eficazmente la contaminación por plásticos en su origen. Sin embargo, priorizar estas soluciones en el marco del Tratado requiere un gran coraje político y la voluntad de enfrentarse a las industrias más poderosas que se benefician del status quo.
Lamentablemente, este proceso no ha estado exento de conflictos de intereses. Reuniones repletas de representantes de la industria de las mayores multinacionales que presionan para mantener el negocio de costumbre, y delegados de países productores y extractores de petroquímicos han perdido deliberadamente el tiempo durante las negociaciones y están diluyendo la ambición original –y tan necesaria– del futuro Tratado.
Las soluciones reales van más allá de prohibir las pajitas de plástico o promover programas de reciclaje (4). Requieren establecer objetivos de reducción de la producción vinculantes a nivel mundial, mejorar los marcos legislativos, promover y apoyar la investigación y la innovación para una economía circular que vaya más allá del mero uso y reciclaje, aumentar las inversiones financieras, fomentar la concienciación y el compromiso del público, exigir la responsabilidad corporativa y promover la cooperación internacional.
Abordar la contaminación por plásticos desafía el sistema tal como lo conocemos y exige una redefinición urgente del progreso, la prosperidad y el bienestar, estableciendo límites para los usos verdaderamente necesarios del plástico con un enfoque en la sostenibilidad a largo plazo. Desafiar la constante "necesidad" de crecimiento, continuo y exponencial, requiere un cambio sistémico que promueva una reducción del consumo y la producción, en particular en las naciones ricas, y enfatice el verdadero bienestar y la salud ambiental por sobre la acumulación material.
Este Tratado tiene el potencial de iniciar una demanda global de una redefinición de cómo pensamos nuestra economía y cómo es, en la práctica, nuestra relación con la naturaleza. Debemos avanzar hacia un cambio de sistema que priorice la sostenibilidad, la justicia social y la salud planetaria por sobre las ganancias y el crecimiento.
Las decisiones que tomemos hoy determinarán el mundo que le dejaremos a las generaciones futuras. El tiempo de las medias tintas ha terminado. Es hora de desmantelar las estructuras que perpetúan la contaminación por plástico y de construir una nueva economía que valore la sostenibilidad, la justicia y el verdadero bienestar. Es hora de parar, bajar el ritmo, repensar, hacer los cálculos y crear modelos adecuados para una prosperidad verdaderamente sostenible basada en el localismo y la innovación verde/azul. Es hora de exigir que las empresas, lideradas por los gobiernos, asuman la responsabilidad del daño estructural y ambiental que nos han causado a nosotros y a nuestro planeta. Definitivamente es hora de liberarnos del plástico.
(1) No existe cartón que aguante líquidos sin deshacerse. Los vasos y recipientes de alimentos y bebidas que pareccen ser de cartón, usualmente tienne un revestimiento plástico por dentro que permite durabilidad frente a la humedad de la comida y líquidos. Por este motivo, nisiquiera son reciclables.
(2) Todo el ciclo de vida de los plásticos – desde la extracción hasta la producción y eliminación – contribuye significativamente a las emisiones de gases de efecto invernadero. En 2019, la producción y la incineración de plásticos generaron un estimado de 850 millones de toneladas métricas de CO2e, una cifra que podría aumentar a 2,8 gigatoneladas para 2050. Esta extensa huella de carbono subraya la necesidad crítica de abordar la contaminación por plásticos como parte de los esfuerzos más amplios de mitigación del cambio climático.
(3) El impacto sobre las comunidades marginadas es desproporcionado. Los vertederos y fábricas contaminantes exponen a los residentes a productos químicos dañinos y degradación ambiental. La contaminación por plásticos también es mayor en las regiones de bajos ingresos que tienen acceso limitado a recursos para una gestión adecuada de los residuos, comprometiendo su salud y calidad de vida.
(4) Sólo alrededor del 9% del plástico a nivel mundial es reciclado, mientras el 91% restante se desecha en vertederos, se incinera o contamina el medio ambiente.
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