Opinión
La patronal española: una institución anacrónica y alejada de la realidad
Por Julen Bollaín
Economista
La patronal española, conocida como CEOE (Confederación Española de Organizaciones Empresariales), es una institución anacrónica y alejada de la realidad. En un momento en que la sociedad demanda una mayor responsabilidad social por parte de las empresas y una economía más justa y sostenible, la patronal española parece estar más interesada en defender los intereses de una minoría privilegiada que en contribuir al progreso mutuo y al bienestar colectivo.
Podréis pensar, con toda la razón del mundo, que no todos los empresarios son unos privilegiados. Es precisamente por eso, que recalco que la CEOE defiende los intereses de una minoría privilegiada y que hace tiempo que esta no representa los intereses del mundo empresarial en su conjunto —si alguna vez lo hizo—.
Las decisiones tomadas durante los últimos años por la organización dirigida por Garamendi tan solo han sido dirigidas a representar a las grandes empresas y a los sectores más poderosos de la economía española. Sus actos hablan por sí mismos: no a la subida del salario mínimo interprofesional —ni siquiera a su negociación—, no al aumento de la presión fiscal sobre las rentas más altas y sobre las grandes fortunas, no a la regulación del mercado laboral y al ensanche de derechos para la clase trabajadora, no a negociar una cesta básica de la compra, y un largo etcétera de noes con los que podríamos tirarnos aquí hasta mañana.
Mientras tanto, resulta vergonzoso que no sepamos los sueldos de los directivos de la CEOE a quienes les parece peligrosísimo subir el salario mínimo a 1.080€ al mes porque va destrozar la economía, destruir empleo y disparar la inflación. Resulta vergonzoso, pero, además, no cumple con el artículo 3 de la Ley de Transparencia, donde se obliga a toda empresa privada que reciba subvenciones por valor de más de 100.000 euros anuales a difundir información de retribuciones y contratos con la administración. La CEOE ha recibido, en últimos diez años, 39,9 millones de euros de dinero público —más 10,9 millones concedidos en diciembre de 2020 por el Gobierno y que están pendientes de cobrar—. Solamente sabemos, tras haberse filtrado a la prensa, el sueldo de Garamendi, presidente de la CEOE que con un sueldo de 400.000€ anuales se niega a sentarse a negociar una subida del salario mínimo interprofesional de 80€ mensuales. Una vez más, resulta vergonzoso.
La patronal española, así como la derecha española, es la peor de Europa. En lugar de contribuir al bienestar colectivo está más interesada en mantener un status que beneficia a unos pocos en detrimento de la mayoría. En lugar de promover la creación de empleo de calidad y la inversión en sectores sostenibles, la CEOE ha optado por mantener su poder e influencia a costa del resto de la sociedad.
En un momento en que el mundo se enfrenta a una crisis ecológica sin precedentes, la CEOE ha optado por seguir defendiendo los intereses de las grandes empresas contaminantes en lugar de abogar por la creación de empleos verdes y la inversión en tecnologías limpias. En un momento en el que la sociedad ha avanzado significativamente en la lucha por la igualdad entre mujeres y hombres, la CEOE ha optado por el continuismo en blanco y negro y su falta de liderazgo para por la igualdad —solo tres de las doce personas que conforman la cúpula de la CEOE son mujeres—. En un momento en el que la ciudadanía pide acuerdos y políticas que permitan ofrecer soluciones efectivas a los problemas derivados de una pandemia, una crisis de materias primas y una guerra en Ucrania, la CEOE ha optado por dinamitar todos los puentes.
Va siendo hora de que la patronal española asuma su responsabilidad social y contribuya a liderar el proceso de transformación hacia una economía más justa, sostenible e inclusiva, abandonando de una vez por todas su postura defensiva y colaborando activamente con el resto de la sociedad y las instituciones para buscar soluciones conjuntas a los retos que como sociedad tenemos que afrontar en el siglo XXI. La CEOE debería entender que su papel no es defender los intereses de unos pocos, sino contribuir al bienestar colectivo y al progreso social que, en un mundo cada vez más interconectado y complejo, pasa por la construcción entre diferentes.
Mientras no se observe un cambio en su comportamiento, la patronal española seguirá siendo una institución anacrónica y alejada de la realidad que solo represente los intereses de unas pocas grandes empresas. Grandes empresas como Iberdrola, que ha pulverizado sus objetivos con un beneficio de 4.339 millones de euros —11% más que en 2021—, Repsol, con un beneficio de 4.251 millones —un 70% más—, Naturgy, con beneficios récord de 1.649 millones —un 36% más— o los seis mayores bancos de España, con 20.489 millones de beneficios —un 28,3% más—.
Decía al principio que no todos los empresarios son unos privilegiados. No tiene nada que ver los 13,2 millones de euros que en 2021 se embolsó Sánchez-Galán, los 12,3 millones de Ana Botín o los 8,7 millones de Pallete, con los 1.000, 3.000 o 5.000 euros mensuales que se puede llevar a casa cualquier pequeño empresario de tu pueblo.
Sin embargo, quienes son defendidos por la CEOE, más interesada en mantener un sistema de privilegios y desigualdades que en contribuir a la creación de una sociedad más justa e inclusiva, sí son unos privilegiados. Tú sabrás cómo te posicionas, pequeño empresario. Lo que está claro es que los intereses de Iberdrola, del Banco Santander o de Telefónica, poco o nada tienen que ver con los tuyos. Seguramente tengas mucho más en común con el currela de tu empresa. Piénsalo.
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