Opinión
Mi deseo contra el silencio
Periodista y escritora
He visto buenas amistades languidecer hasta apagarse por culpa de la palabra no dicha, por un alargar el momento de la llamada, del mensaje, hasta que ese momento parece ya imposible, y el silencio se enquista, y ya no queda nada. He asistido a la descomposición de una familia por culpa de un malentendido nunca aclarado, convertido en rencor que salta de generación en generación. Un día me senté a escribir mi historia como un acto contra el silencio, para que no lo heredaran mis hijos. Porque el silencio y toda la podredumbre que genera se dejan en herencia.
No vale la pena. Nunca vale la pena el silencio. Coloca una piedra dura y fría en las entrañas que impide volver a sentir plenamente el calor de la vida en paz, enturbia el sueño y el amor se te llena de nidos de araña. Permanece. El silencio no se disuelve, no merma, lo callado es eterno y vuelve y vuelve y vuelve.
Este 25 de diciembre, día de Navidad, recibí el mensaje de una mujer que no conozco. Es una mensaje para todas. Este:
“Nochebuena diferente: contando a mis padres que he sufrido violencia de género. Fun, fue, fun. No se lo imaginaban de ninguna manera, conocían a mi ex y, claro, “no lo parecía”. Los maltratadores no se parecen a nada, están en todas partes. Ha sido durísimo llegar hasta aquí, pero después de atravesar los desiertos de la re-victimización y el miedo a sentirme juzgada, me he sentido por fin apoyada. Me conmueve ver llorar a mi padre. Muchos ánimos a todas las mujeres que estamos en esto, todo mi amor. Que el 2024 nos traiga la vida y los cuidados en el centro, de corazón”.
Digo que no conozco a la mujer que me lo envió, pero sí sé de la paz que ha sentido. Esa sí la conozco bien. Yo soy la pesada que dice en voz alta lo que resulta molesto. Antes de hacerlo, sientes que lo manchas todo, que vas a desbaratar la vida de las personas que te rodean. Te parece que tus palabras van a ensuciar sus existencias, que supones plácidas. Sin embargo, ¿qué es la placidez? ¿Qué sabemos nadie del tormento ajeno?
Una vez dicho lo callado, algo se expande, se orea, se ventila. Romper el silencio es lo contrario de la suciedad. Duele con uno de esos dolores que merecen la pena porque ponen fin a un padecimiento mayor y constante. Como cuando te sacan la muela enferma, la astilla clavada en la yema, un cristal. Entonces ya se puede empezar a sanar todo, cueste el tiempo que cueste, aunque alguno quede por el camino.
Hago mío para acabar el año el deseo expresado por la mujer que no conozco. Hago mío su acto. Que 2024 sea el año en el que rompamos los silencios cuya piedra nos quita la paz. Que contemos aquello que llevamos ya demasiado tiempo callando. Lo hago mío y lo digo, porque en su acto, en ese contarlo, va un ejemplo a seguir, de ahí su grandeza. Deseo que cunda. De todo corazón.
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