Opinión
Melilla: las cosas sí se pueden cambiar
Por Lucila Rodríguez-Alarcón
El pasado 15 de junio el señor Imbroda (Partido Popular) dejaba su puesto de presidente de Melilla después de más de 19 polémicos años de gobierno de su partido en la ciudad. Les sustituye una coalición de improbables liderada por el señor Eduardo de Castro (Ciudadanos), con apoyo de Coalición por Melilla y PSOE. Para conseguir este acuerdo, todas las partes implicadas han tenido que hacer grandes concesiones, y el propio nuevo presidente puede acabar fuera de su partido por haberse saltado el cordón sanitario de Ciudadanos.
En una entrevista publicada en El Confidencial, Eduardo de Castro confesaba que una de las razones por las cuales decidió asumir el cargo había sido el especial Melilla Vice, publicado en ese mismo diario en colaboración con porCausa:
Melilla Vice se publicó a principios de mayo y contaba con ocho piezas de investigación y contexto que explicaban cómo Melilla, uno de los dos únicos pasos terrestres entre África y la Unión Europea, estaba siendo gobernada a través de un sistema mafioso basado en su condición de ciudad frontera. Este sistema afecta principalmente a las personas más vulnerables, a los mas pobres, y las personas en tránsito hacia la península, principalmente a los chavales menores que viajan solos. Ese triángulo entre el poder político, los medios locales, las grandes empresas locales y nacionales y la Justicia conforma un sistema de corrupción que controla la ciudad y que se basa en la impunidad. Muchas personas de distintos partidos políticos están o han estado implicadas, y toda la trama parecía imposible de parar. Y sin embargo, una investigación periodística y social de más de un año de trabajo ha conseguido revertir esta tendencia que duraba más de dos decenios.
El especial que publica El Confidencial es solo una de las múltiples piezas que ha dado la investigación, realizada por la Fundación porCausa. También forman parte de este trabajo el excelentísimo especial sobre chavales solos extranjeros, publicado en Público.es, y un fantástico reportaje sobre corrupción que fue apertura de El País en febrero. Pero lo que poca gente sabe es que toda la investigación se fraguó aquí, en este diario, durante las navidades del 2017-2018.
En las Navidades de 2017, coincidieron las muertes de dos chavales menores de edad que estaban a cargo del gobierno de Melilla. Ninguna de ellas se analizó como era debido y a día hoy sabemos, puesto que los chavales están ya enterrados, que siguen sin aclararse las razones de las mismas. Aquellas muertes coincidieron también con la decisión de la Autoridad Portuaria de la ciudad de poner concertinas en el puerto para evitar el paso de chicos pretendientes a polizones en los barcos. Sobre ambos temas escribí un par de artículos y di unas declaraciones en Radio Nacional. Rápidamente, por Twitter, por primera vez en mi vida, miembros de un gobierno al que yo pedía responsabilidades, me amenazaron con llevarme a los tribunales. No daba crédito.
Escribí una carta al Defensor del Pueblo y un artículo de opinión en este diario. Y entendí perfectamente lo que muchos defensores de los derechos humanos que han trabajado y siguen trabajando en Melilla nos había contado durante aquel último año de trabajo de análisis de la ciudad: el gobierno actuaba de una forma desalmada y con una inadmisible excepcionalidad. A raíz de estos suceso, se pusieron en contacto con nosotros varias personas que nos hablaron de unos casos de corrupción que estaban abiertos y parecían parados. Nos aseguraban que el Gobierno melillense, pese a la investigación, seguía actuando de la misma manera, distribuyendo el dinero público de la ciudad de una forma arbitraria y sin tener en cuenta la ley ni el bien común. Decidimos contrastar los datos que teníamos sobre inversión en industria migratoria con los datos de contratación de servicios de la Melilla. Igualmente decidimos seguir la pista que nos ofrecían los autos de las mayores operaciones de corrupción, Ópera y Tosca, y analizar toda la contratación pública de los últimos tres años y compararla con la trama, mirando si seguían participando de ella las empresas y las personas del gobierno imputadas. El trabajo que se realizó fue ímprobo y no habría sido posible sin las más de 20 personas que de forma voluntaria participaron en el volcado de los datos y su posterior análisis. En septiembre de 2017, un equipo de periodistas bajó a la ciudad y realizó más de 30 entrevistas con las que se completó todo el trabajo de campo. El siguiente reto fue ordenarlo todo para que tuviera lógica y fuera atractivo e inteligible para los lectores.
De todo esto lo más importante no es que se haya hecho “más” pública la corrupción de Melilla. Es que a través de ella se haya conseguido visibilizar el efecto que la misma tiene en las personas más débiles. Durante años y años muchas personas generosas han pasado por Melilla, intentando ayudar sobre todo a los chavales, y el sistema corrupto de la ciudad las ha devuelto a la península destrozadas después de meses -e incluso años- de amenazas y presiones, por no hablar de quienes se quedaron y siguieron enfrentando esas intimidaciones.
Así que esta es un historia preciosa de triunfo de los derechos, gracias a la maravillosa labor que a veces hace el buen periodismo. También es el triunfo de la democracia, donde tres partidos demuestran que son capaces de anteponer el bien común a cualquier espacio partidista. El tripartito quizás complique el gobierno de la ciudad, pero ciertamente es una enorme garantía contra la impunidad. Y finalmente, este es el resultado del trabajo no solo del equipo de porCausa y de los equipo periodísticos de Público.es, El País o El Confidencial, sino de las personas que con sus muchos años de trabajo defendiendo los derechos humanos consiguieron hacernos comprender a las demás la ciudad y sus necesidades. Ahora solo hace falta que el nuevo gobierno remita a las tremendas presiones a las que será sometido. Todo el apoyo y el reconocimiento popular que reciba será poco.
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