Opinión
LalaChus, las campanadas y la representación de cuerpos gordos
Por Toni Mejías
Periodista
No dedicaré gran tiempo (ya que se ha hablado mucho de ello) a señalar lo que ha supuesto la apuesta por La Revuelta por parte de la televisión pública. Aunque en su segunda cadena y en su contenido online ya se podía disfrutar de algunos programas diferentes, el canal principal todavía adolecía de estar muy encorsetado y de repetir las mismas caras y formatos televisivos a lo largo de los años. Por ello, el programa presentado por David Broncano, que además se emite en el momento de mayor competencia televisiva, ha supuesto un soplo de aire fresco y las audiencias y la viralidad ponen de manifiesto que ha sido un acierto. Además, desde el espacio se ha hablado mucho de la importancia de los impuestos y de la idea de servicio público de la televisión que pagamos entre todas y es de celebrar que se naturalice con humor hablar de estos temas que cada vez son más denostados con discursos mal estructurados e incendiarios contra la hacienda pública.
Pero si alguna crítica ha despertado La Revuelta, más allá del odio de fans de Pablo Motos y de aquellos que creen que los ha puesto el mismísimo Pedro Sánchez, ha sido la falta de representación femenina entre los principales rostros del programa. Es innegable que la mayor parte del tiempo son hombres quienes participan en el programa. También ellos han mencionado este hecho. Por ello, la irrupción de LalaChus ha supuesto la guinda del pastel y un bien necesario para el programa, para la televisión pública y para el humor. Creo que, además de graciosa, que es por lo que acude al programa, se ha ganado al público por su cercanía y por hacernos sentir que somos como ella. Con esa ilusión de ir a la televisión como de improviso, como si no fuera con ella, como un regalo caído del cielo. Y consigue que el público se sienta representado por ella. Además, y no menos importante, todo desde un cuerpo no normativo. Lo que dota de mayor potencia sus apariciones televisivas. Por ello se ha celebrado tanto que, además de colaborar en este espacio, vaya a presentar las próximas campanadas de La 1.
De hecho, su cuerpo ha sido objeto de debate y de insulto desde que se conoció que iba a presentar algo tan mítico como el fin de año de la cadena pública. Y es que tenemos que asumir que hay personas a las que les molesta que exista gente gorda. Lo odian. Sobre todo, si son felices y tienen éxito. Personas que quieren proteger el privilegio que, muchas veces, se han ganado evitando placeres, amargándose y gastando ingentes cantidades de tiempo y de dinero en perseguir un ideal inalcanzable y que no les hacen mejores ni superiores como ellos creen. Otros son pura genética, pero también defienden su parcela de falso poder por encima de los gordos. Los desprecian y cuando ven que alguien puede ser feliz, ágil, bailar, hace reír, llegar a mucho público les corroe por dentro. Y siempre usan la excusa de la salud. Ya lo dijo LalaChus en la defensa que hizo en el programa del pasado miércoles, que nunca se habían preocupado tanto por su salud. Lo cual es falso. Usan el falso truco de decir que es por salud, cuando lo único que conocen de la otra persona es su aspecto físico. Como si eso hablara de sus analíticas o de si hace o no deporte o come variado y saludable. Por supuesto, al insultar y señalar, poco les importa la salud mental. Esa la obvian, porque la suya la cuidan poquito.
Sin duda, LalaChus demuestra con su simpatía y conquista del gran público la necesidad de tener referentes gordos en la gran pantalla. Desde siempre, todo cuerpo no normativo que salía en el cine o en series de televisión, era el de la amiga graciosa, el torpe o la malvada. La profesora de Mathilda o Úrsula de La Sirenita fueron las representaciones gordas con las que crecimos varias generaciones y que provocaron motes y risas a muchas personas por el simple hecho de tener otro cuerpo. De hecho, el reciente ganador del Óscar Brendan Fraser, lo consiguió por representar a una persona gorda. Pero para ello le tuvieron que poner un cuerpo de mentira como si no existieran actores gordos que pudieran hacer ese personaje. Y no es la primera vez. Como si ser gordo fuera un papel que representar y no una realidad en un mundo con múltiples cuerpos distintos.
LalaChus ha demostrado con su defensa a las críticas por su cuerpo que se puede llegar al access prime-time sin un cuerpo normativo y sudando por completo de las críticas y orgullosa de ser como es. Cabe decir que, en el mismo programa, pocos días antes (y no es la primera vez) el copresentador Grison hizo body shaming a una persona del público y que, desde que consiguió un cuerpo atlético, se alude mucho a ello como si ahora fuera su mejor versión y la anterior no valiera. Como si eso le convirtiera en mejor persona y bromean mucho con su anterior físico lo cual, para personas con problemas de aceptación corporal, puede suponer una incomodidad y creo que deberían dejar de hablar de los cuerpos de los demás en general, con el ejemplo que ha dado su colaboradora. Está claro que hay mucho trabajo por hacer y conductas intrínsecas que costará mucho cambiar, pero necesitaba hacer el apunte.
Se celebra mucho la elección de LalaChus como colaboradora y copresentadora de las campanadas. Porque igual que poco a poco las personas racializadas comienzan a tener referentes en la gran pantalla, como por ejemplo La Sirenita que supuso para muchas niñas negras una alegría de ver que era como ellas, las personas gordas necesitan dejar de ser la graciosa, la mala o la secundaria y dejar de sentirse excluidas de verse representadas como protagonistas y poderosas. Es una gran conquista y no se me ocurre una mejor manera de empezar el año nuevo. Ojalá no solo suponga un cambio de dígito y también suponga un cambio de paradigma televisivo.
PD: No nos olvidemos de València
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