Opinión
Joe Biden se despide de ustedes


Por David Torres
Escritor
Han sacado a Joe Biden de su sarcófago presidencial y lo han llevado hasta el Salón Oval de la Casa Blanca para que el hombre dicte su mensaje de despedida al pueblo estadounidense y al resto del mundo libre. Fue una ceremonia bastante aséptica. Se echó de menos que no sonara un chirrido sepulcral mientras Biden se levantaba con las manos cruzadas sobre el pecho, como Gary Oldman en el papel de Drácula, o quitándose vendajes, como Boris Karloff en cualquiera de sus interpretaciones de la Momia. También podían haberlo traído atado a una camilla y con una máscara de hockey sobre la cara, como Hannibal Lecter. Ustedes dirán que Joe Biden es sólo un viejecito entrañable que no ha matado a nadie, pero lo cierto es que es responsable de más muertes de inocentes que todos los monstruos de la Hammer juntos. Eso por no mencionar que cuenta con una ventaja apabullante sobre Drácula, la Momia y Lecter: que él, por desgracia, sí existe.
Joe es el diminutivo de Joseph, un apodo cariñoso que en el caso de Biden remite más bien al mundo de los hampones y los gánsteres. No hay mucho en la política exterior de Estados Unidos (en la interior también, no se crean) que no pueda explicarse mediante una simple analogía con el funcionamiento de las bandas criminales. En el momento climático de su discurso, Biden advirtió del peligro de “una oligarquía que se está formando en América con poder e influencia extrema que amenaza nuestra democracia, derechos básicos y libertades”. Se refiere al auge de los supervillanos al estilo de Mark Zuckeberg, amo de Meta; Jeff Bezos, dueño de Amazon; y, sobre todo, Elon Musk, mano derecha de Donald Trump en su nuevo mandato y adalid de la extrema derecha mundial. Según la cadena NBC, los tres magnates serán invitados de honor en la toma de posesión del auténtico Tío Gilito.
Sin embargo, que un anciano incrustado casi desde que echó los dientes en el seno del Partido Demócrata -uno de los dos clanes complementarios en ese juego de las sillas en el que consiste la democracia estadounidense- hable del peligro de una nueva oligarquía es para mear y no echar gota. Qué habrá más oligárquico en el país de las barras y estrellas que los corrillos de poder del Partido Republicano y el Partido Demócrata, dos organizaciones políticas en donde, a lo largo de las décadas, han brillado los nombres de familias como los Kennedy, los Bush o los Clinton, históricas dinastías de próceres que bien podían apellidarse Corleone o Tataglia. Ahora le toca el turno a Trump, que tira más a los Soprano, es decir, que habla sin tapujos y carece de ese baño ficticio de glamur y elegancia con el que Coppola edulcoró los asesinatos de la mafia.
En cuestión de asesinatos, Biden puede estar satisfecho, porque su presidencia será recordada como la que bendijo y dio inicio a uno de los mayores genocidios del siglo XXI, sin duda el más impúdico, el más publicitado; financiado bajo su beneplácito sin que le temblara un dedo al contemplar esas imágenes terribles de hospitales y colegios bombardeados, de muchedumbres de palestinos huyendo del horror, de madres llorando con un niño destrozado entre los brazos. Fue su segundo gran logro, después de encender en Ucrania una contienda que ha amenazado con desestabilizar el continente europeo y que, al igual que la expansión imperialista de Israel en Oriente Medio, está en camino de desatar otra guerra mundial.
En Gaza acaba de anunciarse un alto el fuego previsto para el próximo domingo, aunque Netanyahu ya ha encontrado una excusa para no respetarlo y, de momento, el ejército israelí sigue aprovechando estas últimas horas de barra libre para dedicarse a su deporte favorito: el exterminio de inocentes. Porque no se puede hablar de “guerra” o de “alto el fuego” cuando lo que hay es un genocidio obsceno donde de un lado hay tanques, aviones, helicópteros y drones, y del otro, un montón de gente indefensa. El ministro de Exteriores español, José Manuel Albares, puso su mejor cara y voz de sacerdote para aplaudir esta pantomima de tregua como si estuviera felicitando a dos púgiles que deciden detener la pelea. Algo casi tan repugnante como la hipócrita sonrisa de hojaldre de Biden al felicitarse por la próxima y engañosa extinción de un incendio en el que ha estado un año y pico echando gasolina gratis.
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