Opinión
El horóscopo negro no se equivocó con Mar Llop
Por Andrea Momoitio
Periodista y escritora
Empiezo a escribir con dolor de cabeza. Tengo la boca seca y la ropa me huele a tabaco. Anoche me lo pasé bien y, ahora, la culpa abriga estas palabras. Para hablar de Mar Llop preferiría estar en La Raposa, uno de sus sitios favoritos, pero estoy sentada en un bordillo. Esto no es Barcelona y ella ya no está para tomarnos un chupito de ron. No es que quiera beber, es que quiero que vuelva. No sé cuántas veces tengo que ir a su ciudad para darme cuenta de que no volveremos a vernos nunca. Quería mucho a Mar y nunca se lo dije. Ella me dijo que quería que la entrevistara y yo pensé que no teníamos prisa. La verdad es que no sé mucho de fotografía y no me vi capaz de hacer ninguna pregunta inteligente. Quedamos en dejarlo pendiente hasta que publicara Familias Trans - Construcciones Identitarias, su segundo libro. Es un proyecto que pudo sacar adelante gracias a una campaña de crowdfunding en la que participaron 187 personas.
El libro acaba de salir a la luz, pero ella ya no está.
Mar sabía bien lo importante que es para las personas trans tener referentes positivos y, aunque cada vez son más, sigue siendo una asignatura pendiente. Aseguraba que en el caso de les niñes trans, el panorama es mucho porque “siempre se ha asociado la transexualidad con los adultos dando por hecho que les niñes todavía no pueden saber ni decidir si su identidad coincide con la del sexo asignado al nacer”. Por eso, cámara en mano, quiso saber cómo se enfrentaban a los miedos los miembros de la familia de los niñas y las niñas trans, qué significa transitar siendo una criatura o cómo sería la sociedad fuera del binarismo de género.
No solo eso. Las fotos de Mar buscaban conocer hasta qué punto las escuelas acompañan los tránsitos, cómo ayuda tener passing, hasta qué punto tienen que ser estas criaturas bandera del colectivo trans o por qué tienen les niñes que modificar sus cuerpos mediante hormonas. Acompañada por Andrea Basave, hicieron entrevistas a 29 familias. La fotografía de Mar Llop es sinónimo de sencillez. Igual que ella. Sobre un lienzo negro, Llop retrataba la intimidad de las familias que aceptaron ser fotografiadas por ella.
No es el primer trabajo de este estilo. En 2016, publicó Construccions identitàries. Work in progress, un libro en el que recogía la experiencia de muchas personas que, como ella, decidieron, según sus palabras, “emprender el camino hacia la vivencia trans”. En esa ocasión, fotografió “los procesos corporales que experimenta la gente transgénero” y el “secreto que muchas veces acompaña el cross-dressing o transvestismo”. Se pateó, cargada de sus libros y de sus fotos, todo el Estado español para presentar un proyecto que tuvo una acogida espectacular entre la comunidad LGTBQI+.
En esa misma época, Llop participó como directora de fotografía en EnFemme, un documental de Alba Barbé i Serra que narra las vivencias de un grupo de personas vinculadas a un local barcelonés con el mismo nombre. En una entrevista para Pikara Magazine, aseguraba que “el travestismo siempre se ha entendido desde el mundo gay”, pero que buscaban recoger las vivencias de un “colectivo de hombres heterosexuales a los que les gusta vestirse de mujer. Un mundo poco visible que normalmente se oculta a la familia o a la pareja porque es difícil que comprendan la diferencia entre lo que sientes y lo que deseas”. En la misma entrevista, contaba que gracias a Internet, salió a la luz un colectivo que se denomina como crossdresser: “Antes no había ningún tipo de información y, de repente, se encontró mucha gente que siente esto; personas que no encajan con la imagen del travesti de los movimientos de liberación sexual durante la transición”.
Mar murió en febrero. Ella era cáncer, pero murió de un infarto. Dice el horóscopo negro que las personas que son cáncer no tienen rencores, pero sí tienen memoria. Protectoras, cuidadoras, dulces. Intuitivas. Su muerte, como ocurre en tantas desgraciadas ocasiones, nos pilló por sorpresa a todas. Un jarro de agua fría, un vuelvo en el estómago y luego otro, otro, otro. Decían en El País que dejaba huérfano al colectivo trans, pero se quedaron cortos. En la misma noticia, la periodista Begoña Gómez Urzaiz contaba que Mar Llop conseguía que las personas que pasaban por su estudio, personas que “a menudo en su momento más vulnerable, con una relación difícil con su propio cuerpo”, se sintieran completamente relajadas ante la cámara. La verdad es que sabía mirar y miraba a sus modelos con el mismo respeto que miraba la vida.
En una entrevista a elnacional.cat aseguraba que decidió afrontar los miedos y empezar su tránsito con el objetivo de disfrutar de un experiencia que no siempre es fácil, pero que la situó en un lugar donde se sentía más cómoda. Eso sí, "sin renunciar a un pasado que también ha sido lleno de buenos momentos". Ese mismo día reconocía que el tránsito no acaba nunca: “Transitamos por la vida hasta la muerte. Transitemos o no en el género, todo el mundo transita".
Ella lo hizo, cámara en mano, buscándose la vida, viajando de aquí para allá, buscando su hueco, reconociendo su pasado y soñando futuros. Siempre pendiente del ron, de quienes visitamos Barcelona; siempre con una propuesta de plan, con una pregunta, con una crítica, con una posible vuelta de tuerca al argumento. Hoy, en la puerta de su querida La Raposa, un mural la recuerda. Es ella, con sus aros de plata, apoyando su barbilla en una de sus manos, con una leve sonrisa, sin tratar de disimular sus arrugas; orgullosa y en paz.
Nos ha dejado, sí, pero seguimos soñando los mismos futuros que soñaba ella.
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