Opinión
Gracias, migrantes, por hacernos mejores
Periodista y escritora
Estamos de enhorabuena. Mucho, muchísimo. El Congreso de los diputados y diputadas ha admitido a trámite la Iniciativa Legislativa Popular de RegularizaciónYa. Lo primero que se le ocurre a una es darle la enhorabuena a las mujeres y hombres migrantes que lo han conseguido, firma a firma, hasta más de 700.000. Pero a esas personas lo que tenemos que darles es las gracias. Gracias, gracias, gracias.
Para empezar, darles las gracias por hacer de la nuestra una sociedad mejor. Y porque, en tanto que la mejora, nos mejora también a todas y cada una de las personas que la conformamos. Y para seguir, impepinablemente, debemos asumir que son ellas y ellos, las migrantes, quienes lo han hecho. O sea, que no hemos sido nosotras, nosotros. Esto es fundamental, porque nos pone en evidencia. Podríamos haber tomado las riendas para paliar la injusticia a la que llamamos “irregulares”. Tendríamos que haber sido nosotras, nosotros, quienes alzáramos la voz contra una situación injusta, inhumana, crudelísima, brutal. Y sin embargo, no ha sido así. Tenemos que preguntarnos por qué, por qué no lo hemos hecho. De la misma manera que las feministas nos echamos las manos a la cabeza porque no son los hombres quienes se echan a las calles por la violencia machista, o sea, suya. Nosotras, nosotros, hemos participado y participamos de este sistema opresor e injusto contra las personas migrantes. Esto es así, y merece una honda reflexión.
Dicho lo anterior, me voy a permitir celebrar este regalo que nos brindan las personas migrantes. Porque, además de su lucha, sus vidas nos enriquecen de manera gozosa. Ser una sociedad cada vez más diversa, con gentes llegadas de otras tierras, otras culturas, compartir con ellas, convivir con sus formas de habitar el mundo, es una oportunidad para ser más cultas, más sabias, menos paletas, que deberíamos aprovechar, y algo en cuyo crecimiento y fortalecimiento deberíamos colaborar activamente.
Ay, el relato de las personas migrantes. El relato migrante es el relato del ser humano. Es dolor, sí, pero también y sobre todo es valentía, arrojo, sabiduría, capacidad de lucha, resistencia y elaboración de derechos comunes, memoria y apego. Pero es que además, su relato, en sentido literal, nos saca del ensimismamiento de la España rancia, nos echa a volar. Pienso en todo lo que he aprendido de autoras como Gabriela Wiener, María Fernanda Ampuero o Mónica Ojeda, Tatiana Romero, Carolina Meloni, Mafe Moscoso o Andrea Aldana, Lucrecia Masson. Ellas viven en mí y viven en España, nos sazonan con aromas nuevos, sabores mayores, otras formas de elevación. Sus prosas fragantes, sus maneras y saberes, nos atraviesan y todo lo enriquecen. Gracias de nuevo. A ellas, y por supuesto a todas las mujeres y hombres que han puesto el cuerpo en ese lugar del que nosotras, nosotros, nos habíamos desentendido.
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