Opinión
La generación Z pone en crisis nuestra idea del trabajo
Periodista y escritora
Actualizado a
Algo pasa en lo laboral con la llamada Generación Z, la nacida desde finales de los 90 hasta mediados de los años 2000. Algo pasa en lo laboral y no es el paro ni que sean, como dicen los necios, “de cristal”. La gente joven, menor de 30, en edad laboral está rompiendo poco a poco las reglas no escritas del trabajo. El último caso acaba de hacerse viral. Una joven llamada en tiktok @brittanypeachhh ha colgado el vídeo de su despido. No se trata de una grabación quejica sobre los malos modos que gasta la sección de recursos humanos de su empresa. “Recursos humanos” o “procesos de selección” son sinónimos de “maltrato”. Y lo sabemos, pero ahí siguen. Brittany ha difundido la forma en la que ella les planta cara y deja en evidencia un sistema, el laboral, que en las grandes empresas parecía mantenerse al margen de nuestra idea de buenas prácticas feministas.
“Decidí defenderme porque no tenía nada que perder”, asegura la joven. Efectivamente, y como ella toda una generación. No en vano en círculos más o menos maliciosos se difunde el concepto de “generación de cristal” para referirse a una juventud, dicen, “que no aguanta nada”. A mí me parece que, sencillamente, no aguantan algunas cosas porque no les da la gana. Como Brittany, que no aguanta la forma en la que la despiden, porque considera que es injusta, que ha trabajado bien, que ha cumplido de forma excelente con lo que se le pedía. En lugar de bajar la cabeza, callarse e irse a llorar a la cama, decide plantar cara. Y se lo hace saber a los dos adultos que, al otro lado de la línea, no dan crédito. Hija, y qué gozada.
De un plumazo, Brittany pone en evidencia que lo que llamamos “recursos humanos” o “selección de personal” no son más que una trituradora de personas, mecanismos perversos y violentos para deshumanizar el trabajo. Eso y no otra cosa han acabado siendo la mayoría de las medianas y grandes empresas.
De pronto, aquí y allá, oímos las amargas lágrimas del empresariado y sus cortes: “es que no aguantan nada”, “es que se ha despedido sin ni siquiera tener una alternativa laboral”, “es que acaba de empezar y ya pide conciliar”, es que, es que, es que… Es que los modos laborales actuales son herederos de lo peor del patriarcado ultracapitalista. Hasta el punto que se pueden fácilmente asociar a mecanismos de la violencia machista: jerarquía impuesta, abuso de poder, humillación, explotación, desprecio, censura y autocensura… En definitiva: violencia, o sea uso y abuso de los cuerpos y las vidas.
Desde el feminismo, hemos dedicado tiempo sin fin al ámbito sexual, al afectivo, al doméstico, al teórico, al público, y ahora tengo la sensación de que la nueva generación que se incorpora al mercado de trabajo es quien está aterrizándolo en lo laboral, en las empresas, le cueste lo que le cueste. Han aprendido la importancia de su tiempo y de sus vidas, de la amistad y la formación en sentido amplio; están sobradamente preparadas y preparados para cualquier trabajo. Y, sin embargo, no lo harán a cualquier precio.
Dicen que yo pertenezco a la generación Z. Hemos sido militantes de muchas causas, y seguimos siéndolo. En lo laboral, o sea lo económico, arrastramos en cambio las inercias del miedo: no te quejes, no protestes, acata, a ver si vas a quedarte en la calle. Puede que una de las frases que más hemos oído nosotras en los ámbitos de trabajo sea “Es lo que hay”. Pero llega una generación que tiene poco o nada que perder, que se enfrenta —y así se lo hemos repetido hasta la saciedad— a un mundo incierto, sin futuro. Así que, como no tienen nada que perder, y como algo habrán aprendido de nuestras muchas luchas, deciden plantarse, y no precisamente con un plante de cristal. Ojalá sus pasos desemboquen en un “Es lo que había”. Por lo pronto, empezamos a deberles algo.
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