Opinión
Derechos Humanos: nada que celebrar y mucho que reivindicar
Abogada del Centro de Asesoría y Estudios Sociales, CAES
Actualizado a
El 10 de diciembre de cada año se conmemora el día de los Derechos Humanos en honor a la proclamación y la adopción de la Declaración Universal de Derechos Humanos aprobada en 1948 por la Asamblea General de las Naciones Unidas en París.
La declaración universal de los Derechos Humanos es una especie de ideario común que debe inspirar la actuación de pueblos y naciones conforme a la promoción, desarrollo e implementación de los derechos y libertades recogidos la Declaración Universal de los Derechos Humanos tales como el derecho a la vida, a la libertad, a la igualdad, a la no discriminación, a la seguridad, a la educación o el derecho a una vivienda adecuada por poner sólo algunos ejemplos.
Hablamos de derechos inalienables que toda persona tiene por el mero hecho de ser persona, independientemente de su origen, raza, religión, clase social o cualquier otra condición. Son Derechos que deben protegerse, promoverse y garantizarse desde los Estados. Es también un proyecto global que sostiene y vertebra la Agenda 2030 para el desarrollo sostenible y que, de su provisión real y material, de su garantía y de su respeto depende que las sociedades y las personas sean libres e iguales y tengan derecho a un nivel de vida adecuado, a una vida buena, nada más y nada menos.
Según Antonio Guterres, secretario general de Naciones Unidas “La Declaración Universal muestra el camino hacia valores y enfoques comunes que pueden ayudar a resolver las tensiones y crear la seguridad y la estabilidad que nuestro mundo anhela y los derechos humanos son la base de sociedades pacíficas, justas e inclusivas”.
Basta con leer el preámbulo de la Declaración para comprobar la potencia del compromiso “Considerando que la libertad, la justicia y la paz en el mundo tienen por base el reconocimiento de la dignidad intrínseca y de los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana;
Considerando que el desconocimiento y el menosprecio de los derechos humanos han originado actos de barbarie ultrajantes para la conciencia de la humanidad, y que se ha proclamado, como la aspiración más elevada del hombre, el advenimiento de un mundo en que los seres humanos, liberados del temor y de la miseria, disfruten de la libertad de palabra y de la libertad de creencias;
Considerando esencial que los derechos humanos sean protegidos por un régimen de Derecho, a fin de que el hombre no se vea compelido al supremo recurso de la rebelión contra la tiranía y la opresión;
Considerando también esencial promover el desarrollo de relaciones amistosas entre las naciones;
Considerando que los pueblos de las Naciones Unidas han reafirmado en la Carta su fe en los derechos fundamentales del hombre, en la dignidad y el valor de la persona humana y en la igualdad de derechos de hombres y mujeres, y se han declarado resueltos a promover el progreso social y a elevar el nivel de vida dentro de un concepto más amplio de la libertad;
Considerando que los Estados Miembros se han comprometido a asegurar, en cooperación con la Organización de las Naciones Unidas, el respeto universal y efectivo a los derechos y libertades fundamentales del hombre, y considerando que una concepción común de estos derechos y libertades es de la mayor importancia para el pleno cumplimiento de dicho compromiso;
Ahora, por tanto,
La Asamblea General,
Proclama la presente Declaración Universal de los Derechos Humanos como ideal común por el que todos los pueblos y naciones deben esforzarse, a fin de que tanto los individuos como las instituciones, inspirándose constantemente en ella, promuevan, mediante la enseñanza y la educación, el respeto a estos derechos y libertades, y aseguren, por medidas progresivas de carácter nacional e internacional, su reconocimiento y aplicación universales y efectivos, tanto entre los pueblos de los Estados Miembros como entre los de los territorios colocados bajo su jurisdicción”
Sin embargo, la potencia de la resolución contrasta con el acto, con la vulneración sistemática de los Derechos Humanos que se produce diariamente en territorios como Gaza o Cisjordania donde se está perpetrando un genocidio sin que ni la comunidad internacional ni nuestro Gobierno haga lo suficiente por frenarlo, empezando por ejemplo, por decretar el embargo de armas a Israel, cooperando con las investigaciones de la Corte Penal Internacional y la Corte Internacional de Justicia o rompiendo relaciones diplomáticas y comerciales con Israel. El Gobierno de España tiene mucho por hacer y demostrar si va, en serio, con esto de los Derechos Humanos o los concibe sólo como un adorno para justificar jornadas y eventos cada 10 de diciembre.
Desde que comenzó el genocidio en Palestina, creo que a muchas nos pasa, casi todo nos resuena demasiado postizo, superfluo e incluso, en algunos casos, hipócrita.
¿De qué nos sirve una declaración de tal magnitud si en la practica los derechos humanos son papel mojado para algunos pueblos en su conjunto o no existen mecanismos efectivos para exigir su cumplimiento y su no vulneración?
Y es que, lamentablemente, las vulneraciones de derechos humanos están a la orden del día. Salvando las distancias evidentes con lo que sucede en Gaza, lo cierto es que no hace falta irse hasta allí para encontrar vulneraciones cotidianas de derechos.
De hecho, en nuestro país, se producen cada vez que se ejecuta un desalojo forzoso sin alternativa habitacional, cada día que pasa sin que vuelva la electricidad a la Cañada Real como acaba de sentenciar el Consejo de Europa, cada vez que naufraga una embarcación en nuestras costas, cada vez que un hombre asesina a una mujer o a sus hijos, o cada día que transcurre sin que las temporeras de Huelva estén a salvo de sufrir explotación sexual y laboral, por poner solo algunos ejemplos, hay muchos más.
Puede parecer contradictorio denunciar que los Derechos Humanos son papel mojado y a su vez reivindicarlos. Que el estado español contiene en su Constitución una obligación legal de interpretar las normas conforme a la Declaración Universal de Derechos Humanos y los tratados y acuerdos internacionales ratificados por España en su artículo 10.2 y, sin embargo, muchas veces no lo hace.
Sin embargo, en estos tiempos de fascistización y trumpismo, donde todo es susceptible de ser mercantilizado, cuando la mentira y las fake news tienen carta de naturaleza y han penetrado en nuestras vidas demostrando ser herramientas sumamente eficaces, el scroll en redes sociales se ha convertido en un mecanismo de alienación social, y se desmantelan servicios públicos a golpe de motosierra hace falta más que nunca, reivindicar la Declaración Universal de Derechos Humanos, su efectividad y su cumplimiento desde todos los foros posibles.
Comentarios de nuestros suscriptores/as
¿Quieres comentar?Para ver los comentarios de nuestros suscriptores y suscriptoras, primero tienes que iniciar sesión o registrarte.