Opinión
La “derecha mediática” son todos menos tres
Periodista y escritora
Actualizado a
Te inventas un montón de acusaciones, las mandas a los juzgados y, hala, que dure, a poder ser hasta que a la víctima le quede el mínimo aliento. O ninguno. Pienso ahora que, fíjate tú, los violadores han dejado de salir en tromba de las cárceles a las calles en cuanto el equipo de Irene Montero ha dejado el ministerio de Igualdad. Oh.
Pienso, por supuesto, en todas las causas que han abierto en los últimos años contra Podemos, más de veinte, y que se han cerrado demostrando su inocencia. Pienso en el caso Neurona, financiación irregular, blanqueo, malversación, falsedad documental, administración desleal, delito electoral, apropiación indebida. No es moco de pavo, y todo porque uno que pasaba por ahí había “oído rumores”. Oh, oh.
Pienso también, con una vergüenza sin fondo, en el llamado “caso niñera”. Meses de cargar en periódicos, radios y televisiones contra mujeres que trabajaban, criaban, cuidaban y vivían a menudo, como todas las que somos madres, con la lengua afuera. Y todo para que el juez acabara concluyendo: “No sólo no consta acreditado que Teresa Arévalo o Gara Santana se encargasen del cuidado de los hijos de Irene Montero y Pablo Iglesias, sino que incluso no consta acreditado que persona alguna, ajena a los propios padres se haya encargado de su cuidado durante el tiempo que desempeñaban funciones remuneradas por el partido político Podemos o remuneradas por el erario público”. Oh, oh, oh.
Los casos de Ada Colau y Mónica Oltra, ay, esa forma de destrozar hasta la víscera la vida de las mujeres en política, merecen artículo aparte.
Las derechas y las no tan derechas se echan las manos a la cabeza cuando las izquierdas hablan de lawfare. Se tiran del pelo cuando algunos partidos señalan a jueces y juezas (un saludo desde aquí a Concepción Espejel, “nuestra Concha”). Sí, bien, el Judicial, pero nada de todo lo anterior se explica sin, de nuevo, la participación de los medios de comunicación.
O sea, que resulta podrido que el Poder Judicial se ensañe con una persona, grupo, partido, asociación, incluso con una práctica. Pero el verdadero destrozo viene cuando se abre la puerta de las fieras de los medios, que salen a morder y destrozar, a mentir, construir patrañas y defenderlas pública y cotidianamente sin un mínimo asomo de decencia. Hasta lo grotesco. Hasta que parezca una broma. Hasta llegar al hueso.
Mucho he tratado aquí el silencio de los medios y cómo pudre, pervierte y descompone una democracia. En este caso y de las leyes del anterior Ministerio de Igualdad, el problema ha sido el contrario: las voces, los rebuznos y ladridos, los regüeldos de taberna lanzado desde redacciones, estudios y platós.
A menudo se alude desde Podemos a “la derecha mediática”, y siempre pienso que no solo. No fue solo “la derecha mediática” la que lanzó contadores diarios de violadores que salían a la calle gracias al equipo de Igualdad. No fue solo “la derecha mediática” quien puso, pone y pondrá en duda la Ley del Solo Sí es Sí. O la lucha valiente y legítima de las llamadas “madres protectoras”. No solo los medios de derechas se cuestionan los derechos de las personas trans y lanzan “debates” de vergüenza ajena.
A no ser, claro está, que todos los medios de comunicación en España, a excepción de tres, exactamente tres, que yo me sé, sean “derecha mediática”, que todo podría ser… Y de ahí que sigan nuestros represaliados en fosas y cunetas, ¿no?
Ahora habrá que ver si a esas voces destructoras, una vez descubierto, oh, que lo de Podemos era una construcción para arrasarlo, para acabar con ellos en general y con la Irene Montero en particular, habrá que ver, digo, si a esas voces criminales, desde las izquierdas fuera de Podemos les responden con el reproche o con el silencio.
Comentarios de nuestros suscriptores/as
¿Quieres comentar?Para ver los comentarios de nuestros suscriptores y suscriptoras, primero tienes que iniciar sesión o registrarte.