Opinión
El castigo a Podemos va dirigido a ti
Periodista y escritora
—El espionaje policial a las personas de Podemos es una basura que pone en cuestión la salud de nuestra democracia, los gobiernos anteriores, el ministerio de Interior…
—Ya. —La mujer me presta una atención entreverada de otros asuntos que evidentemente le resultan más interesantes.
—A la jueza Vicky Rosell la espiaban ya antes de ser diputada, y también después.
Hace un calor seco de desierto en esta ciudad del interior de la península. En verano las cosas suceden a otro ritmo, se aceleran los amores y los daños familiares mientras las luchas toman sus distancias y sus reojos.
—La política es una mierda. —Quiere zanjar una conversación que no le interesa.
—No, la política es…
—…una mierda como una catedral, ya te lo digo yo, No vale la pena meterse en esa cloaca.
La miro y me da pereza contestarle. En realidad, yo tampoco quiero seguir con el tema, porque le contestaría lo que ya sabe todo el mundo, porque nadie es idiota: las razones por las que se espía a unos partidos y no a otros, el uso de los cuerpos policiales contras los y las representantes del pueblo, los incontables delitos impunes del PP, los históricos pactos inconfesables del PSOE… y que es imprescindible que alguien lo haga, que estén ahí poniendo el cuerpo, la cara, la familia y el tiempo en lo institucional. Se paga caro luchar por la justicia social, por mejorar la vida de la mayoría, por enfrentarse a los poderes establecidos, a este patriarcado ultracapitalista y despiadado.
En fin, que me pregunto de qué serviría repetirle lo que ya sabemos de memoria, ella, yo y todas las personas que votan y las que no votan e incluso las que afirman lo contrario. "Venían a hacer nueva política y han acabado haciendo la misma vieja política de toda la vida", repetían en las tertulias de las televisiones, de todas las televisiones, y las radios como escuálidos loritos sordos sin mayor aspiración que vomitar el argumentario del día y cobrar al fin de mes lo que se les pagara. A cada cual, lo suyo. También todo eso era mentira, y también terminó resultando aburrido.
Las mentiras, los engaños y las trampas acaban generando una pereza pegajosa que contagia y mancha. Incluso el relato de las tropelías más sucias acaba resultando tedioso cuando no da frutos. De eso se valen. Y de que todo sucede muy deprisa. La misma sociedad que se echaba a la calle por el asesinato de una mujer, contempla sentada en su casa la noticia de la muerte de otras cuatro, y de los hijos. Anteayer nos alarmaba la extrema derecha francesa, ayer nos llenaba de gozo la izquierda en el mismo país, hoy ya no sabemos qué pensar, quizás porque tampoco confiamos en saber a ciencia cierta qué sucede.
Sin embargo, hasta en este verano ahíto de convocatorias electorales, incluso instaladas en esta resaca de desconfianza democrática, resulta imprescindible la capacidad de escandalizarnos, de indignarnos y sobrecogernos. La cuestión es quién. Quién es aún capaz de emocionarse y conmoverse, quién guarda espacio para la rabia y el combate, y quién, en cambio, se ha instalado en el tedio más allá del estío y de todo desierto peninsular.
—Si te metes ahí, ya sabes a qué te expones. —La mujer retoma la conversación después de unos minutos y me coge por sorpresa. Pienso: Ah, de eso se trataba, claro, lo de siempre. Castigar, dar un escarmiento, dejar claro quién dicta las reglas del juego.
Ella es ya mayor, vivió la dictadura y no le fue mal. Ha vivido y vive la democracia, y le va mejor aún. Es una ciudadana que cumple cada cierto tiempo con el compromiso de votar. A ella, precisamente a ella y a todas las ellas y los ellos de esta sociedad, van dedicados los ataques a Podemos, a Rosell, a las activistas que se encontraron con un infiltrado policial entre las piernas ya en tiempos de Marlaska. Porque las reglas son las reglas, el poder es el poder y en este país algunas cosas han cambiado poco, muy poquito.
Se castiga a los políticos y políticas que no acatan, que cuestionan aquellos años que llamaron "modélica Transición" y no fueron más que una enorme y pestilente trampa, otra más, de la que también nos hemos aburrido. Es a ellos y ellas a quienes se castiga, pero el mensaje va dirigido al resto: No te metas donde no te llaman, que no vale la pena. Y el resto, que lo sabe, está aburrido.
Comentarios de nuestros suscriptores/as
¿Quieres comentar?Para ver los comentarios de nuestros suscriptores y suscriptoras, primero tienes que iniciar sesión o registrarte.