Opinión
El alegato feminista de Irene de Borbón Parma
Por Andrea Momoitio
Periodista y escritora
Irene de Borbón Parma responde a un par de nombres que todavía suenan más rimbombantes: Irene de los Países Bajos o Irene de Orange-Nassau. Nació el 5 de agosto de 1939 en Baarn (Países Bajos). En su perfil de Wikipedia, al menos en castellano, no dan muchos detalles sobre su vida. Eso sí, hay un pequeño dato que no se puede pasar por alto. Pasó su luna de miel en Las Palmas de Gran Canaria. Antes, claro, tuvo que casarse y así lo hizo. Su exmarido es, ni más ni menos, Carlos Hugo de Borbón-Parma, pretendiente carlista al trono español. Querría el hombre reinar como Carlos Hugo I de España, pero eso es tan probable como que Irene de Borbón Parma vuelva con él.
Nunca se sabe.
Nadie se imaginaba tampoco que Irene de Holanda se convirtiera al catolicismo, pero así lo hizo para poder casarse con él. Dicen en la prensa que es una mujer con carácter, que hizo siempre lo que le vino en gana. Era la primera vez, en el siglo XX, que alguien de la familia real holandesa se divorciaba. Soledad Gallego-Díaz contaba en El País que los medios de comunicación de los Países Bajos reflejaban “una cierta admiración por la «testarudez» y por la «valentía» de la hija segunda de la reina Juliana”. No cuenta por qué decidieron divorciarse, pero quizá es que Carlos Hugo de Borbón-Parma no había leído La mujer y la sociedad, el alegato feminista que publicó su compañera en 1979. El subtítulo del libro es casi una orden —La mujer de hoy tiene que enfrentarse con la sociedad actual con todas las posibilidades de cambio que se le ofrecen—, pero el tipo no lo pilló.
El hombre algo atento sí que estaba, las cosas como son. Al menos, la acompañó a que firmase libros ese mismo año en El Retiro. Cuentan, también en El País, que insistió para que le dejasen pagar su ejemplar. La crónica, de Rosa María Pereda, recoge algunas de las declaraciones que hizo ese día: “La lucha de la mujer es sólo una parte de la lucha política. La mujer tiene que encarar la lucha política para resolver, entre otros, sus problemas específicos”. Aprovechó también para matizar algo: “No presido [el Partido Carlista] aunque lo diga la contraportada del libro”.
Es un librito publicado por la Editorial Plaza&Janes. En él, analiza el papel de los hombres y de las mujeres en la sociedad del momento; y propone alternativas para un cambio de paradigma que aún no se ha dado del todo. Además se atreve con el aborto en uno de los anexos. Según declaró a la prensa fue el apartado que más le costó escribir. En este capítulo, analiza las diferentes perspectivas en torno al aborto y, de alguna manera, se moja en su apuesta por reducir al mínimo la necesidad de interrumpir el embarazo. Tampoco vamos a pasarnos, claro. En esa línea, propone garantizar el acceso a “información sexual amplia, libre y total desde la escuela, antes de la edad de pubertad; la gratuidad de los anticonceptivos; unas guarderías adaptadas a la familia para que la mujer pueda trabajar; y unas leyes que permitan a la mujer recobrar su puesto de trabajo y un descanso de maternidad pagado para permitirle ocuparse del niño durante los primeros dos años”.
Lo del lenguaje inclusivo… pues no.
A lo largo de la obra, además, lanza distintas propuestas que, bajo su punto de vista, podrían ayudar a alcanzar la igualdad entre hombres y mujeres. Propone que la patria potestad se ejerza en un marco de igualdad porque así, aseguraba, las mujeres podrían atender “compromisos sociopolíticos o sindicales”. Apostaba, no sin reconocer el derecho de las mujeres a dar pecho, por el uso del biberón porque creía que ayudaría también en la conciliación: “¿No significa para el hombre una ventaja poder compartir con los hijos con su mujer, estar más con ellos y gozar de esta época de la vida que es única?”. Menos mal que no había Twitter entonces. Cita, incluso, las palabras de Solidaridad Obrera: “Por la madre queréis excluir a la mujer cuando podéis tener mujer y madre, porque la mujer nunca excluye a la madre, solo siendo mujeres tendréis después las madres que necesitáis”.
El optimismo de Irene de Orange-Nassau es innegable.
Habla del acceso en igualdad de condiciones a la educación y del reparto de las tareas del hogar (“amos y amas de casas”, dice); hace propuestas de arquitectura feminista citando el ejemplo de países en los que ya construían viviendas poniendo la cocina en el centro; pone sobre la mesa los riesgos que podrían suponer para las mujeres trabajar a media jornada y propone pensar en una “autogestión local, una participación creativa, un servicio comunitario desde el punto de vista humano y colectivo que, además, permitirá a la mujer poder ser igualmente libre que el hombre”.
Tuvo que divorciarse, claro; y, hoy, su historia aparece sepultada entre noticias de la prensa del corazón. El libro no es nada del otro mundo, pero se asomó entre muchos en un mercadillo. El prólogo de la novelista Maria Aurèlia Capmany i Farnés (1918-1991), habla de un “nuevo feminismo” que hoy huele también a papel usado. En el preámbulo, Irene de Orange-Nassau reconoce su privilegio y advierte algo: “No pretende ser un análisis exhaustivo”. “Quizá lo único que pretenda sea llegar a las mujeres que se están planteado el mismo problema, las que lo intuyen y, sobre todo, las que aún no se han preguntado: ¿Quién soy? y ¿Qué espero de esta vida?”.
No ha vuelto a casarse. Por lo que sea.
Comentarios de nuestros suscriptores/as
¿Quieres comentar?Para ver los comentarios de nuestros suscriptores y suscriptoras, primero tienes que iniciar sesión o registrarte.