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SEVILLA.- “Haced cuenta que hemos tapiado puertas y ventanas”. Así comienza Rocío Montero la escena más mítica, en su papel protagonista de Bernarda Alba, que ha representado por teatros de toda España. Tiene 57 años y ha sido nómada prácticamente toda su vida. Nació en Portugal pero la miseria y la exclusión la llevaron hace demasiados años a instalarse, con siete hijos a su cargo, en el asentamiento chabolista más antiguo de Europa, conocido como el Vacie en Sevilla. Hoy es actriz en la compañía de teatro TNT. Es valiente, de tez morena, sincera, auténtica y entrañable en el largo rato de entrevista.
“Ha sido muy bonito participar y mi gente del Vacie está muy contenta de que tengamos esta oportunidad que nos permite tener trabajo”. El laboratorio social y teatral, llevado a cabo por la directora Pepa Gamboa, le permitió llegar a escena, de forma improvisada. Nunca imaginaría que aquel proyecto de talleres crearía una revolución social y mediática, llevándola a una gira con más de 40.000 espectadores. “Cuando hemos llegado a cada pueblo, a cada ciudad la gente valora tu esfuerzo. Sobre todo, cuando ha sido tu nieta la que te lo ha leído cada día en la chabola para aprenderte el guion”, afirma con orgullo.
Exclusión y dignidad
Montero habla de su nuevo papel en la obra que ya tienen lista. Fuenteovejuna de Lope de Vega. “Aquí hago del alcalde del pueblo”, señala. También se emociona al ver cómo ha calado su personaje en La Casa Bernarda Alba de Lorca, que no ha dejado de reflejar, en ningún momento, la vida de este grupo de mujeres en exclusión social. El objetivo de Gamboa se centraba en extrapolar la situación de un grupo de mujeres en la posguerra a la de miseria y pobreza que viven las integrantes de esta compañía. “Ahora nos dejan coger un taxi, entramos a los supermercados del barrio pero a la gente nuestra no la quieren”, apunta Rocío. En el montaje ha participado con sus hijas Carina y Sandra, de 27 y 33 años.
No se considera actriz por el profundo respecto que siente a los que lo ejercen y lo han estudiado, pero no deja de reflejar la alegría de estar en otro punto de su vida gracias al teatro. Con otras oportunidades, con otra dignidad.
Rocío Rivas es la más joven del grupo. La conocen como la Puny y vive en una chabola de su barrio con su pareja. “Tengo 18 años y Pepa ha querido que entre a trabajar en esta compañía, después de participar en obras más pequeñas”. Un contrato laboral, una remuneración que la compañía TNT les ha dado y que no van a olvidar. Rivas retrata en la nueva obra a Laurencia, hija del alcalde que se revela ante la tiranía del Comendador. En sus ratos libre va a comenzar a estudiar con el apoyo de su familia y el asesoramiento de Pepa.
‘Fuenteovejuna’, una obra de rebeldía contra un tirano
El nuevo montaje de Fuenteovejuna se presenta, ante el espectador con el suelo plagado de ropa. La mitad del escenario hace referencia a un campo de concentración. El resto refleja la estampa de un mercadillo ambulante, donde muchas de ellas han trabajado para salir adelante.
Gamboa narra la espontaneidad, la enorme energía y felicidad que implica trabajar con estas mujeres. “El teatro es vida y ellas llenan el escenario de sensaciones”. La compañía, formada por estas ocho mujeres de etnia gitana, ha preparado el nuevo texto con duros meses de ensayos. “Rocío, Lole, Carina, Sandra, Ana, Pilar, Rocío y Beatriz son la esencia de este montaje que vengo a retratar ahora con la responsabilidad que tenemos todas de sacarlo adelante”. Y es que ya no es solo la escena lo que une a estas mujeres. “Es tanto el aprendizaje mutuo que hacemos unas de otras que ellas siempre se preocupan por mi bienestar. Son capaces de dar sentido a una compleja obra histórica que debe captar la esencia de la rebeldía de un pueblo oprimido”.
Escoger un nuevo texto tampoco ha sido tarea fácil. Gamboa buscaba una obra coral, que ayudara a estas mujeres a denunciar la situación en la que viven dentro de sus chabolas. “A lo largo de los años que ha durado la gira del espectáculo La casa de Bernarda Alba, me he preguntado qué otra obra podríamos hacer juntas, que diese continuidad a esa experiencia y que nos resultase a todas tan natural como nos resultó aquella”.
Fuenteovejuna está concebida, para esta directora, como “el derecho de la ciudadanía a denunciar y combatir la injusticia y ellas necesitan mucho de esto”.
Los inicios en el año 2008
Gamboa recuerda los principios cuando habla de que nunca fue indiferente a la cercanía del espacio TNT con el barrio chabolista del Vacie. “A tan solo 250 metros veía a aquellas mujeres con sus hijos ir a trabajar a la venta ambulante, llevar la casa y convivir con la exclusión como familias nómadas”, apunta. Quiso cambiar las reglas habituales y convertir sus talleres de teatro en espacios únicos de aprendizaje. “Empezamos con ellas a hacer talleres y pequeñas representaciones y fue cuando surgió todo. Fuimos al asentamiento a contarles el proyecto”, afirma. Aquella compañía, que comenzó a rodar en el año 2008, suma ya dos importantes proyectos. Sin dejar de vivir en su poblado, sin dejar de pasar dificultades.
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