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El escándalo de Errejón retrata el muro de impunidad y silencio que encontró una grieta en la sororidad entre las víctimas

La dimisión del ya exportavoz de Sumar revela una evidencia incómoda: la de que todo esto viene de lejos y nadie cercano se hizo cargo de lo que sucedía. Fueron las víctimas las que dieron un paso adelante y denunciaron sus historias de abusos.

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Íñigo Errejón durante una sesión plenaria. — Alberto Ortega / Europa Press

MADRID, Actualizado:

Cuando se dice que las mujeres "hablamos entre nosotras" nos referimos no solo a que somos un lugar seguro para todas, sino a que en esas conversaciones se termina encontrando el arrojo y la entereza para decir "se acabó", "yo sí te creo". Para expresar con complicidad que "si a alguna le pasa, no está loca", como escribió en un mensaje de Instagram –dirigido a la periodista Cristina Fallarás– una de las mujeres víctimas de maltrato por parte de Íñigo Errejón, cuyas denuncias imposibles ya de contener han provocado la dimisión del exportavoz del grupo parlamentario de Sumar.

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Como ha ocurrido tantas otras veces en casos de este tipo, al principio parecía tratarse de un testimonio aislado, pero pronto llegaron las demás. "Está siendo tremendo, son muchas, muchísimas", explica al teléfono Fallarás, quien desde que desencadenó el #Cuéntalo dedica su perfil de Instagram a dar visibilidad a centenares de historias de mujeres que relatan desde sus propias carnes diferentes episodios de violencia sexual, machismo y misoginia. Pero la conversación con Fallarás continúa con una declaración clave: "Están aterrorizadas". Tienen miedo porque conocen el estigma y el temor a la revictimización, el miedo a ser señaladas, juzgadas por una sociedad que, en demasiadas ocasiones, sigue siendo indulgente con los agresores y hostil con ellas, las víctimas. 

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Podría resultar paradójico que decenas de usuarias se hicieran eco en redes sociales del caso y señalaran directamente a Errejón –aunque la víctima en ningún momento le nombró–, pero luego la inmensa mayoría de ellas no haya querido hablar, al menos todavía. 

Por ahora, solo tenemos el nombre de la actriz y presentadora Elisa Mouliaá, que se puso en contacto con Público la tarde de este jueves vía mensaje directo, explicando que ella era otra de las víctimas de acoso sexual por parte de Íñigo Errejón y que quería denunciarlo. Si bien sabemos que hay más de una decena que podrían relatar episodios similares con el ya exdiputado. Cabe recordar que hace algo más de un año un hilo en X de un perfil anónimo ya hizo saltar las alarmas con otra situación de acoso que mencionaba directamente a Errejón. La mujer narraba incluso que un miembro del gabinete del político había intentado disuadirla para que no denunciara lo ocurrido ante la Justicia. 

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No obstante, el miedo generalizado no es infundado. Contarlo sigue siendo interpretado, ante todo, como un acto disruptivo y hasta peligroso; más si en lugar de asumir la responsabilidad o, al menos, abrir un espacio para la autocrítica, Errejón presenta su dimisión evitando cualquier alusión directa a las víctimas o a los abusos denunciados. O cuando se observa cómo el entorno enmudece, mira hacia otro lado y actúa como una barrera invisible antes que cuestionar a los suyos.

"Elocuentes silencios de quienes no suelen callar ni debajo del agua", como ha criticado desde su cuenta de X Lorena Ruiz-Huerta, exdiputada de la X legislatura de la Asamblea de Madrid por Podemos, quien conoce y ha trabajado muy de cerca con Errejón. La abogada, que se ha referido a la dimisión de Errejón como un "episodio de justicia", ha sido muy dura con "quienes ya silenciaban, de forma cómplice, en el partido e incluso aupaban más y más" al exportavoz. Y ha querido insistir en que "a nosotras no nos pasa, la presión y la responsabilidad no nos hacen ser malas".

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En su comunicado, Errejón hacía alusión a las inercias neoliberales y a algo así como la velocidad propia de la política institucional para justificar lo ocurrido, pero figuras como Guillermo Zapata han dejado ver que se trata de algo que viene de lejos y, sobre todo, de lo que nadie cercano se ha hecho cargo hasta que todo ha saltado por los aires. "He compartido espacios políticos con Íñigo Errejón en diversos momentos de mi vida. No me he hecho cargo de esto hasta hace muy poco. Hay una parte de lo sucedido que también cae de mi lado. Decirlo ahora cambia poco, pero callarse es peor", ha escrito en X.

El tuit de Zapata responde a una publicación de la periodista y escritora Marta G. Franco, donde expresa lo que muchas llevan todo el día pensando y compartiendo: hartazgo y cansancio de que "tengamos que ser las feministas las que tengamos que hacer relato de estas mierdas siempre". De nuevo, como han advertido tantas veces las expertas, sin el ambiente de impunidad que respiran los delitos contra las mujeres, nada sería posible. O, en palabras –de nuevo– de Fallarás: una sociedad tiene la violencia que tolera

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Con todo, la sororidad, el esfuerzo del movimiento feminista –que desde 2017 ha recobrado un gran impulso– y el trabajo de iniciativas como el #Cuéntalo o el #SeAcabó –que ofrecen espacios y altavoces para visibilizar una violencia sistemática e interesadamente soterrada–, han logrado que cada vez sea menos. 

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