a coruña
Como ocurre siempre en las crisis, la llegada de la pandemia, el confinamiento y la paralización de las actividades económicas tuvieron como consecuencia una precarización de muchos sectores. El de la cultura, ya de por sí frágil, quedó especialmente tocado. Pero no hundido. "Si ya era complicado antes, ahora aún más", cuenta Javier Trigales, cineasta, guionista y programador cultural. "Supongo que lo dirá todo el mundo, pero yo lo viví con mucha incertidumbre", confiesa el coruñés, que explica que "no es que cayeran todas las cosas programadas, pero sí que hay muchas inseguridades" debido a los "rebrotes".
Aumento de la precariedad, dificultad para marcar fechas, presupuestos reducidos, capacidad limitada… la cultura afronta una situación más compleja que la de otros sectores. El empleo cultural en Galicia descendió un 5,5% debido a esta crisis, 2,3 puntos más que el conjunto del mercado laboral en marzo, según datos de la Coyuntura estadística del ámbito cultural publicada por el Consello da Cultura Galega en el mes de junio. Además, señala el documento, "hay que tener en cuenta que existen unas debilidades conocidas del sector, como la temporalidad, el pequeño tamaño de las empresas culturales y la alta incidencia de trabajadores/as autónomos/as".
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Ante esta perspectiva, muchas de estas personas que trabajan en la cultura se pusieron manos a la obra para buscar cómo minimizar el impacto de la crisis. Javier Trigales forma parte de un grupo de distintas disciplinas que están haciendo reuniones para analizar la situación y buscar soluciones comunes. A él estas reuniones le sirvieron para sacar algo positivo de la llegada del coronavirus: "Una de las cosas buenas fue reconocernos todos como trabajadores culturales (...) nos enteramos de que tenemos los mismos problemas y de que formamos parte de lo mismo".
Trigales considera que este puede ser "un momento óptimo para reformular cosas que no funcionaban", una oportunidad para reinventarse y adaptarse. Muchas empresas y artistas llevan ya un tiempo buscando y llevando a cabo nuevas fórmulas culturales. En las primeras semanas de confinamiento hubo más conciertos en Instagram que en un macro festival, las compañías subieron a Youtube algunas de sus obras de teatro y muchas bandas sacaron nuevos videoclips, en los que cada integrante se grababa tocando desde su casa. Pero con las sucesivas prórrogas del estado de alarma y la cuarentena apareció la necesidad de buscar soluciones sostenibles y, sobre todo, remuneradas. "La cultura ayudó a sobrellevar el confinamiento, y no puede ser un trabajo gratis", dice Trigales. Una de las primeras ideas en surgir fue cobrar por los contenidos, pagar una entrada simbólica por los conciertos en línea, pero no fue ni es la única alternativa.
Por ejemplo la cooperativa Culturactiva S. Coop. Galega, que lleva 20 años dedicándose a la gestión cultural, ideó una serie de iniciativas para poder continuar con su actividad. "Improvisamos sobre la marcha un laboratorio de I+D cultural, que nos llevó a proponer fiestas verticales, conciertos verticales, retransmisiones en directo desde teatros vacíos, cuentos por teléfono...", relata Iván Prado, uno de los socios fundadores de esta cooperativa que ahora está retomando su actividad. "No podíamos simplemente rendirnos", afirma.
Como muchas otras, tuvieron que aplicar el teletrabajo y "hubo trabajadoras que fueron a un ERTE total y otras a uno parcial", apunta Prado, que añade: "El parón vino a colocar más dificultades para hacer viable el proyecto, pero pensamos que vamos a poder con la pandemia". Las ayudas para autónomos, los expedientes de regulación temporal de empleo y el teletrabajo fueron la tónica durante el estado de alarma. En Galicia, 667 empresas culturales solicitaron ERTES, lo que afectó a 4.000 trabajadores, según datos del Consello da Cultura Galega. Al mismo tempo, algunos ayuntamientos gallegos apostaron por seguir programando y contratando. Por ejemplo, el Ayuntamiento del Barco de Valdeorras organizó un pasacalle para que el vecindario pudiera celebrar sus fiestas de Santa Rita desde los balcones y las ventanas con uno de esos conciertos verticales de los que habla Iván Prado. Otros, como el Ayuntamiento de Teo, optaron por los cuentos por teléfono para celebrar el Día de las Letras Gallegas.
Las voces que narraron esas historias por teléfono fueron las de la compañía gallega de narración oral Rilo&Penadique. Vero Rilo es, como hace sospechar su apellido, la mitad de este proyecto que lleva a cabo junto a Sonsoles Penadique. Rilo explica que durante el confinamiento comenzaron a llegar algunas propuestas pero todo en formato streaming, una modalidad que no les convencía: "No queríamos perder el contacto con el público, la narración es un arte vivo". Después de darle muchas vueltas llegaron a esta idea de contar cuentos a niños y niñas que escuchaban desde sus casas. Las familias podían inscribirse previamente y así ellas conocían los nombres y las edades de los infantes que estarían en la videollamada. Para ella fue una experiencia "diferente pero muy interesante", que además les permitió "llegar a colectivos o personas vulnerables que no podían recibir cultura fuera de casa".
Ahora, las profesionales de la narración oral, el teatro, el circo, la danza, la música o la ilustración vuelven poco a poco al trabajo; pero la recuperación económica es difícil con esos meses de casi inactividad a las espaldas. Iván Prado lamenta que "el parón de la actividad normal, que ya era precaria, supone y supuso un ataque muy grave contra la subsistencia del sector", y critica que "las administraciones en general, incluso a día de hoy, siguen sin crear herramientas o planes de compensación".
"Decepcionadas". Así aseguraron sentirse las 17 asociaciones y grupos de asociaciones firmantes de un documento en respuesta al Plan de reactivación de los sectores culturales y turístico frente a los efectos derivados de la COVID-19 que publicó la Xunta de Galicia el pasado mes de mayo. La Academia Gallega de Teatro (AGT), la Asociación Gallega de Profesionales de la Gestión Cultural (AGPXC), la Coordinadora Gallega de Festivales de Cine, Escena Gallega, la Asociación de Productores Técnicos de Espectáculos de Galicia (APTEGA), la Plataforma Afectadas por el Centro Coreográfico Gallego o la Unión de Cooperativas Gallegas EspazoCoop son solo algunas de las que se sumaron a las críticas contra el plan, en el que la Xunta asegura que va a invertir 10,2 millones de euros en el sector cultural.
Según las firmantes, el plan del gobierno gallego adolece de "falta de concreción, pues tiene más de declaración de intenciones que de plan de reactivación"; de "falta de definición de los protocolos higiénicos-sanitarios que serán exigidos", y de "falta de veracidad, pues se mezclan programas y acción comunes con las medidas excepcionales". Estas mismas asociaciones habían presentado un documento colaborativo ante la Xunta consensuando cuáles podrían ser las medidas más urgentes a tomar desde el gobierno. Por otra parte, censuran que se aproveche esta crisis "para hacer más grande el Xacobeo 21".
Para Javier Trigales el plan "peca de lo de siempre, juntar cultura y turismo como un magma informe sin medidas concretas". Coincide con él el coreógrafo y bailarín Javier Martín, que opina que "asociar cultura con turismo es entrar una vez más en un paradigma materialista", y critica que "el modo en que quieren salir de la Covid es continuar con lo de antes". El de Javier Martín es otro de los rostros que se distinguen en esas reuniones por videollamada en las que, junto a Javier Trigales y otros compañeros y compañeras, tratan de buscar salida a los problemas nuevos y no tan nuevos que está afrontando el sector cultural.
Para el bailarín, que el pasado 27 de junio volvió a pisar los escenarios con una actuación en el Teatro Rosalía de A Coruña, esta nueva etapa no puede ser una continuación del sistema anterior a la pandemia: "Es un momento de pensar qué hacemos, cómo lo hacemos y para quién". "El ecosistema cultural tiene que transitar a un lugar participado" donde "se desarticulen ciertas relaciones de poder", recalca Martín, que insiste en que en general, la visión que tienen las instituciones de la cultura es "muy cortoplacista, materialista y reduccionista". "Necesitamos un cambio radical que pasa por la participación y por generar una política de cuidados", afirma, y concluye: "Como dice el filósofo, la revolución no se hace sola, la hacen las personas".
En esa misma línea, Iván Prado, de la cooperativa Culturactiva, considera que "una vez más se demuestra que el mundo de la cultura o se organiza y se reivindica o seguirá bajo el control del mercado y a la sombra de unas instituciones infecundas e ineficaces".
Nueva normalidad, sociedad postcovid, cultura postcovid… Con las curvas de contagios subiendo exponencialmente a nivel mundial y las amenazas de rebrotes, parece temprano para saber con certeza cómo será eso que llaman cultura postcovid. Lo que parece claro es que, por lo menos de momento, pasa por una mayor presencia de Internet y de las redes sociales. "No acredito en ese concepto de nueva normalidad, pero hay indicadores de que las tecnologías cada vez tienen más peso en nuestra labor", opina Prado.
Fuera de las pantallas, en los espectáculos en directo, las medidas de seguridad y de higiene obligatorias mudaron la forma de organizar y de asistir a cualquier tipo de evento. Es preciso ir con mascarilla, mantener las distancias de seguridad y reservar plaza en conciertos o cines al aire libre, aunque sean gratuitos. Uno de los primeros grandes eventos que tuvo lugar tras el confinamiento en Compostela fue el PRIMA20, que tenía como objetivo reactivar el comercio local y reanudar la programación cultural en la ciudad. En la programación había circo de calle, teatro, humor y música como la del grupo Oîma, que tocó junto al lago del Parque de la Música ante un público que por primera vez no pudo bailar al ritmo de sus acordeón, clarinete y violín.
"Lo de las medidas no se lleva igual desde el escenario que desde fuera de él. Nosotros tocamos cómodas, somos un grupo de solo tres personas que además hacemos música instrumental, así que fue fácil mantener la seguridad y estar cómodas al mismo tiempo", explica Martín Senande, uno de los miembros de esta banda en la que lo acompañan Antía Ameixeiras y Olalla Liñares. Pero la relativa normalidad que sintió desde la escena en el que fue su primer concierto tras el confinamiento contrastaba con lo que tenía enfrente: "Lo que te llega desde el público sí que es muy diferente. Nosotros hacemos principalmente música para baile y, claro, en este concierto no estaba permitido bailar, ni bailes sueltos como las jotas y las muiñeiras".
Ese también fue el primer concierto de Martín Parga, compostelano de 26 años, que lo vivió del lado del público acompañado de dos amigos. "Una de las razones para ir fue precisamente para ver cómo van a ser ahora estos espectáculos", dice, y recuerda que al llegar les pidieron los nombres y los teléfonos, y los sentaron en tres sillas separadas de las personas adyacentes. Había gel hidroalcohólico, un carril de entrada y otro de salida y un cierre para delimitar el espacio. "Antes de comenzar la banda avisó de que iba a ser un concierto un poco raro, y así fue", explica Parga, que aun así asegura que fue una buena experiencia: "Salimos diciendo que estuvo muy bien, dentro de lo bien que puede ser de esta forma. Llena un vacío que teníamos en el confinamiento".
La narradora oral Vero Rilo vivió algo parecido a lo que relata el integrante de Oîma. La vuelta a la normalidad "está siendo bastante extraña", confiesa, pues "el tema de llevar la boca cubierta resta muchísimo, no ves la expresión de la gente» y "es una limitación en la comunicación". "Para mí supuso un impacto y una modificación", afirma Rilo, que según cuenta tuvo bastante carga laboral para el verano pero casi nada más allá de agosto. Xosé Blanco, el presidente de la Asociación Gallega de Empresas Musicales (AGEM) constata un aumento pequeño de la actividad en el sector musical: "Durante tres meses la paralización de la actividad fue casi del 100% y en las condiciones actuales estaremos hablando de un 90%, solo hay que ver la parrilla de programación para ver que la actividad está bajo mínimos". Ante esta situación, Blanco opina que las medidas publicadas hasta hoy por la Xunta "resultarán insuficientes para mantener el tejido y empleo de la industria del sector cultural de la música".
A su ver, la verdadera solución vendría de tener una vacuna contra la Covid-19, pero aclara: "La vacuna llevará un tiempo y nuestra actividad seguirá confinada, por lo que resultará imprescindible que la Xunta active medidas para sostener el empleo y el tejido empresarial de nuestro sector".
Por su parte, Rilo indica que "duda bastante" de la reactivación que está viviendo, pues considera que "es un parche, la cultura no se abordó desde el punto de vista correcto". Este tipo de reivindicaciones, que ya venían de antes de la pandemia, recobraron fuerza durante el confinamiento. Las redes sociales no solo sirvieron para transmitir cultura, también para defenderla con campañas como la de #NoNosCaceles o el apagón cultural de 48 horas. Entre los objetivos estaba reclamar medidas como las que se tomaron con urgencia en países como Francia o Alemania, donde la cultura es considerada un bien de primera necesidad. Mientras, aquí, las profesionales de la cultura vuelven a las calles con una mezcla de ilusión e incertidumbre, pero con la seguridad de que seguirán reivindicando el espacio que merecen. Como dice Javier Martín: "No debemos nunca relajarnos".
Este artículo se publicó originalmente en gallego en la revista Luzes. Ahora Público lo reproduce como parte de un acuerdo de colaboración con la revista. Aquí puedes encontrar más artículos de Luzes en Público.
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